Mañana se festeja el día de los trabajadores. Infelizmente, el signo político que el Pit-Cnt le impregnará no colaborará en nada para que sea un día de fiesta general y de reflexión serena sobre el devenir del trabajo.
No porque como país nos hayamos acostumbrado al signo izquierdista y partidista que el Pit-Cnt impone a esta fecha debemos dejar de señalar el daño que genera. En primer lugar, porque los problemas del mundo del trabajo no debieran de embanderarse con un signo partidista opositor. Sobre todo cuando, además, ha sido particularmente destacado el esfuerzo de este gobierno en sostener los ingresos de los trabajadores a la vez que mantener los puestos de trabajo en tiempos de crisis mundial excepcional.
En efecto, en distintos países del mundo que son referencia para nosotros, los últimos tres años han sido de pérdida de los poderes adquisitivos de los salarios. Fue, claro está, una de las consecuencias sociales y económicas más graves de la pandemia, a la vez que de un aumento generalizado de la inflación que, por doquier, llevó a bajas porcentualmente importantes de los salarios reales. Aquí, resguardando primero la cantidad de empleo y luego procurando recuperaciones salariales que con rapidez alcanzaran los guarismos previos a la crisis del Covid, el oficialismo se ha preocupado por defender a los trabajadores de las circunstancias terribles y particulares que nos cayeron encima a partir de 2020, como fueron la pandemia primero y la inflación internacional después.
Mañana será un nuevo 1° de mayo con consignas izquierdistas que nos quieren hacer creer que vivimos en la década del sesenta y que así como estamos podemos seguir sin problemas.
En segundo lugar, porque ya todo el Uruguay está cansado de la demagogia sindicalista-partidista-izquierdista que utiliza al mundo del trabajo como plataforma en favor de la estrategia siempre convergente entre el Pit-Cnt y el Frente Amplio (FA). La última ilustración fue esta semana, con un paro completamente demagógico en contra de la reforma de la seguridad social. No conformes con esto, la Asociación Sindical de Cooperativistas y Obreros del Transporte expulsó a aquellos trabajadores que no se plegaron al paro nacional, lo que con toda razón fue calificado por el presidente de Cutcsa como una “mordaza a la libertad individual”.
¿Por qué no se respeta la libertad individual de adherir o no a un paro, cuando la decisión que lo motivó fue evidentemente sesgada y politizada en un sentido favorable a las posiciones del FA sobre la reforma de la seguridad social? ¿Acaso no se da cuenta la central sindical que es ya completamente evidente para todo el mundo el contubernio político que la liga al FA, y que precisamente eso molesta a miles de trabajadores sindicalizados? En particular cuando además ellos entienden, con razón, que esta reforma de la seguridad social es favorable al mundo del trabajo.
Todo el mundo sabe desde hace lustros que las jubilaciones y pensiones no podían sostenerse más en el largo plazo con la reforma de 1996 y las modificaciones laxistas incluidas en 2008 por la izquierda en el poder. Todo el mundo sabe, y así lo expresaron en el pasado principales dirigentes de la izquierda en particular, que la reforma es imperiosa, y que cuanto antes se lleve adelante más gradualista y paulatinamente podrá implementarse.
Los uruguayos no son tontos. Aquellos que decidieron no adherir a un paro que en realidad es un palo en la rueda en la vida del país y al servicio de los intereses opositores del FA, señalaron con su actitud que no aceptan más un Pit- Cnt politizado que para nada defiende los intereses de los trabajadores. ¿O acaso es defender esos intereses, oponerse a la actual reforma a la vez que no proponer absolutamente nada viable para enfrentar la evolución del déficit del actual sistema que será insostenible en pocos años, y que por lo tanto de ninguna manera podrá garantizar el pago de jubilaciones y el cumplimiento de prestaciones sociales fundamental para el desarrollo del país?
Mañana será un nuevo 1° de mayo con consignas izquierdistas que nos quieren hacer creer que vivimos en la década del sesenta y que así como estamos podemos seguir sin problemas: convocando a un “congreso del pueblo” -como si la representación legítima del pueblo no estuviera ya bien expresada y respetada en el amplio espectro partidario del Parlamento-; y oponiéndose a una gran reforma posible y gradualista que garantiza el financiamiento de las futuras jubilaciones, y que recién entrará completamente en vigor con el mínimo de 65 años para jubilarse a finales de la década de 2030.
El Pit-Cnt y el FA tienen una misma causa partidista y opositora. Mañana, quedará nuevamente en claro.