Hay gestos que hablan más que las palabras. Y el anuncio de que el presidente electo Yamandú Orsi podría viajar la semana próxima a reunirse con el mandatario Lula da Silva, es una señal altamente preocupante para el futuro de la política exterior uruguaya.
A nadie escapa el nivel de vasallaje conceptual que la mayoría de la dirigencia del Frente Amplio tiene con el actual presidente brasileño. A quien defendieron a capa y espada, incluso cuando fue condenado por corrupción. Condena que, hay que aclarar, “cayó” por motivos formales, pero no porque haya podido probar su inocencia. De hecho, en Perú se acaba de condenar al expresidente Alejandro Toledo por coletazos de la misma causa, donde empresarios amigos de Lula financiaban campañas a cambio de obra pública.
Pero el problema aquí es otro. Y es que someter los intereses de Uruguay a la estrategia global de Brasil es un error que nos saldrá carísimo.
Durante años, con gobiernos de distintos colores, el Uruguay ha buscado desesperadamente poder abrirse al mundo. Y abrir una válvula de escape al proteccionismo suicida que Argentina y Brasil habían impuesto en el bloque comercial.
Pero las cosas han cambiado radicalmente en los últimos años.
Primero, por la llegada de Javier Milei al gobierno en Argentina, que ha congelado todo vínculo político en el Mercosur, y ha gritado a los cuatro vientos que piensa abrir el comercio de su país, con o sin el beneplácito del bloque. Esto ha dejado al Brasil de Lula como el último dinosaurio, defendiendo un sistema industrial caduco, que pesca en la pecera del mercado interno regional.
Con un agravante. Ahora con la llegada de Trump a la Casa Blanca, es probable que el comercio internacional se vuelva todavía más complicado. Trump ya anunció que impondrá más tarifas comerciales a China, e incluso a vecinos como México y Canadá, con el argumento de que es para que hagan esfuerzo mayor contra la inmigración ilegal y el narco.
La realidad es que también son países con líderes socialistas, con los que Trump no tiene buen vínculo. Por el contrario, Javier Milei sí ha cultivado ese nexo, y es probable que gracias a ello consiga beneficios importantes para acceder al mercado estadounidense, el más apetecible del mundo.
La apuesta de Orsi de ponerse bajo el ala de Lula es nefasta en este sentido. Y no solo por aspectos comerciales.
Lula ha intentado cultivar un perfil “tercerista” en la agenda global, irritando a Estados Unidos, y buscando aunar las voces de países como Rusia, China o India, para hacer un contrapeso a Washington. Algo que muestra un nivel de ingenuidad, y que el envejecido líder brasileño, sigue creyendo que vivimos en el mundo de la década del 2000.
No solo ese perfilismo le va a costar la enemistad profunda de Trump (y a nosotros en este camino), sino que no le ha implicado, ni implicará, ningún beneficio concreto de parte de esos otros países.
Pero hay además un elemento extra. Y es que en un año y poco, Brasil tendrá elecciones presidenciales. Unas elecciones para las cuales parece claro que el PT enfrenta un viento en contra muy marcado. Al punto que en los medios brasileños se cuestiona incluso que Lula vaya a presentarse. El hombre tiene 80 años, la economía del país va mal, y en las recientes elecciones locales, su partido fue vapuleado en todo el país.
Los analistas calificados creen que lo más probable es una victoria opositora, que podrá en algún caso venir de la manos del expresidente Bolsonaro (si logra que le levanten la prohibición), o con dirigentes como el gobernador de San Pablo, Tarciso de Freitas, o el de Minas Gerais, Romeu Zema.
En ese caso, la decisión de Orsi de alinearse atrás de Lula implicará que enfrentará la mayor parte de su mandato con la hostilidad de Argentina y de Brasil en el Mercosur, y de Estados Unidos a nivel global. ¿Y para ganar qué, exactamente?
Para un país chico como Uruguay, la política exterior es algo clave para su desarrollo. Pese a ello, en la campaña electoral, este tema estuvo prácticamente ausente. Y los papanatas que argumentaban que las opciones en pugna eran casi lo mismo, obviaban de manera olímpica este “detalle” clave.
En los próximos días tendremos la oportunidad de ver hasta dónde llega el compromiso de Orsi con Lula. Y en los años siguientes, qué tan cara nos sale a los uruguayos esta pleitesía inconducente, que ya comienza a manifestarse en hechos concretos.