Una de las grandes incertidumbres que existen para los próximos cinco años es qué tipo de gobierno efectivamente tenemos, dada la falta de un liderazgo claro y los pujos radicales y jacobinos de varios legisladores del Frente Amplio. Detrás del estilo bonachón y anodino de Orsi se encuentran dirigentes con ansias de revancha, opinólogos frentistas que ya declaran abiertamente que hay que perseguir judicialmente al presidente Lacalle Pou y que buscan silenciar a todo lo que creen que puede tener olor a oposición.
Un elemento central al análisis es que no existe una única concepción sobre que es lo que debería hacer el próximo gobierno entre sus principales dirigentes.
Con el presidente de menor peso político y personal de nuestra historia contemporánea, quizá sólo comparable a José Ellauri en la década de 1870, quienes los rodean serán claves, aunque ninguno puede imponer totalmente su agenda.
¿Prevalecerá la sensatez del Ministro de Economía o se seguirá el camino hacia el socialismo que propuso el Ministro de Trabajo esta semana? ¿El vinculo con la comunidad judía será el que tradicionalmente tuvieron los gobiernos nacionales o el antisemitismo que impulsan, entre otros, Christian Mirza con odio y violencia? ¿Se mantendrán las Afaps como manifestó el Presidente o se nacionalizarán las Afaps como propone el secretario de Presidencia? ¿No se va a perseguir a nadie por su actuación pública o se concretarán las amenazas de diputados y politólogos desde medios como La Diaria, M24 y TV Ciudad de perseguir a presuntos opositores y al presidente Lacalle Pou?
Lo que puede suceder, seguramente lo más probable, es que tengamos un gobierno con direcciones distintas, inoperante en el rumbo general para realizar transformaciones positivas pero muy dañino para algunos sectores relevantes de nuestra sociedad y de nuestra economía. Es cierto que los dirigentes del MPP que muestran en televisión han sido pragmáticos y bastante moderados, pero muchos de sus legisladores son de extrema izquierda y con una agenda notoriamente peligrosa para el país. Entre las concesiones que habrá que hacerles y las cuotas de poder que manejen los radicales habrá medidas muy negativas, a las que habrá que estar atentos desde el primer día.
Para ingenuos o incautos simplemente miren algunas notas de prensa de la última semana y tendrán una buena muestra de lo que nos aprestamos a vivir. En este contexto es vital cuál será el rol de la Coalición Republicana y de cada uno de sus líderes y partidos. Por cierto que es una responsabilidad de todo buen político y buen ciudadano apoyar aquello que sea bueno para el país, pero abrazarse a la idea de que las visiones de país son similares es veneno puro para la democracia uruguaya y para la propia Coalición.
Uno de los mayores errores de la pasada campaña electoral fue, precisamente, no marcar claramente las diferencias entre los dos modelos de país. En la carrera hacia el centro la campaña se transformó en una competencia por quién proponía cambiar menos cosas y, en esa carrera, ganó el candidato que mejor encarnaba la nada misma.
Por estos días hemos visto discusiones sobre la participación de integrantes de los partidos coalicionistas en cargos de responsabilidad política. Aceptar cargos que conlleven connivencia con las políticas que desarrollará el Frente Amplio es un error gigantesco que quedará en evidencia muy rápidamente. Compartir responsabilidades de gobierno desdibuja las opciones, abre el paso para opciones por fuera del sistema político y debilitará el discurso de la Coalición hacia 2029.
Que algunas personas decidan a título personal ocupar posiciones políticas en el gobierno frentista evidentemente es legítimo y respetable, pero al hacerlo con el respaldo de líderes y dirigentes de su partido la situación cambia radicalmente y se compromete seriamente al futuro de esos sectores y partidos. Ya se dará cuenta, pero el daño estará hecho.
El Uruguay necesita una oposición firme desde el primer día al próximo gobierno, sin lunas de miel y atenta a que se respeten las instituciones, los derechos fundamentales y la vida y hacienda de los habitantes de la República. Todo mimoseo será severamente castigado por el electorado y sus resultados deplorables para el país. Sería muy bueno que algunos dirigentes blancos, colorados, cabildantes e independientes se dieran cuenta de esto y desarrollaran una estrategia clara para afrontar lo que viene. Se juegan ellos y nos jugamos todos mucho en esta parada.