EDITORIAL
Le sobran argumentos al sector agropecuario para protestar por sus intereses, que coinciden con los mejores intereses del país bien entendidos, para generar ingresos, trabajo y desarrollo sustentable. Son los argumentos del país productivo.
Las manifestaciones de productores rurales que se vienen sucediendo a lo largo y ancho del país, y que continuará con nuevas actividades ya anunciadas en las próximas semanas, han sorprendido a muchas personas, pero ciertamente no a aquellos que siguen la evolución del sector. El deterioro de la competitividad que viene sufriendo el aparato productivo nacional, y con especial intensidad el agro, viene de un proceso que ya lleva años y que hace eclosión cuando sencillamente se vuelve insoportable.
Al analizar los factores que pesan negativamente sobre la competitividad de nuestro sector exportador se encuentra una lista extensa y que gravita intensamente. En primer lugar puede señalarse el manido tema del atraso cambiario, que no por reiterado deja de ser cierto.
En cualquier medición razonable que se utilice de la pérdida de competitividad por el factor tipo de cambio nos encontramos con que arrastramos entre un 20% y un 30% de atraso cambiario. Este solo dato daría cuenta de un motivo suficiente de protesta fundado por el peso que tiene sobre la ecuación económica de las empresas.
Si bien la evolución del dólar a nivel internacional es un factor que escapa a nuestro país, otros aspectos de políticas internas son importantes para explicar la evolución que hemos sufrido en los últimos años. En particular la política monetaria y cambiaria del Banco Central ha influido decisivamente en la evolución del dólar en Uruguay. Este asunto cobra particular relevancia en momentos en que además de quedar desalineados con el mundo, como nos viene pasando desde hace tiempo, también vamos a comenzar a perder competitividad con Argentina, que hasta ahora estaba tan cara o más que nosotros, a partir de las nuevas medidas económicas anunciadas recientemente.
Un segundo factor que afecta la competitividad en forma decisiva es el aumento de la presión tributaria sobre todos los uruguayos, que también pesa, obviamente sobre el sector agropecuario. El ajuste fiscal que se viene aplicando en cuotas desde 2015 ha llevado a disminuir el ingreso disponible de los contribuyentes con el fin de cubrir las necesidades fiscales de un Estado insaciable, que sigue engordando más allá de todos los límites razonables.
Unido a este tema está el déficit fiscal, que no se logra reducir pese al aumento formidable de los ingresos del Estado porque el gasto sigue aumentado. Es muy notorio que el país no resistía los aumentos tributarios que se dieron en los últimos años, al mismo tiempo que el ministro de Economía Danilo Astori aseguraba con total desparpajo que la capacidad contributiva de los uruguayos estaba a tope. Recientemente volvió a asegurar lo mismo, lo que augura entonces nuevos incrementos tributarios para el presente año.
En tercer lugar, los costos de producción en el país son extraordinariamente elevados, como se comprueba mirando simplemente los costos de los combustibles o de la energía eléctrica. Este es un nuevo elemento que pesa sobre la producción del país y donde se siente con especial intensidad el desfalco de Ancap, que aún seguimos pagando con precios exorbitantes de la nafta y del gasoil.
En cuarto lugar, la falta de acuerdos comerciales que hace que nuestros exportadores deban pagar aranceles que no pagan sus competidores de otros países es otra piedra colgada del pescuezo de nuestros compatriotas. Pese a la retórica en favor del libre comercio del presidente de la República y del canciller Nin Novoa no se ha concretado un solo acuerdo comercial que beneficie al país. Ni uno, en un mundo en que cada año se cierran decenas de nuevos acuerdos. Además, nuestro país está fuera de todas las negociaciones de nuevos bloques comerciales que se discuten en este momento en el mundo, lo que no augura nada bueno para los próximos años en esta materia.
En definitiva, le sobran argumentos al sector agropecuario para protestar por sus intereses, que coinciden con los mejores intereses del país bien entendidos, para generar ingresos, trabajo y desarrollo sustentable. La reunión del lunes del presidente con los representantes de algunas gremiales no sustituye medidas concretas para ayudar al sector productivo nacional. Como en tantos temas el Frente Amplio prometió una cosa y termino haciendo exactamente lo contrario. Quienes hacían gárgaras todos los días, mañana, tarde y noche, autoproclamándose defensores del país productivo han sido los más enfáticos negadores de la realidad productiva nacional. Hoy el campo protesta, y su voz debe ser escuchada.