Sombras de fanatismo

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En los últimos días reapareció un colectivo artístico denominado “Our Voice”, tristemente conocido por haber realizado una performance de odio antisemita en la manifestación del último 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Como se recordará, el evento expuso a niñas y adolescentes enarbolando un “fantoche judío”, un cabezudo clavado en un estandarte que, mostrando colmillos de vampiro y una estrella de David marcada en la frente, repetía con exactitud las caricaturas antisemitas que difundiera la propaganda nazi en la Alemania de los años 30.

A escasos días de que la justicia desestimara las denuncias contra ese execrable discurso de odio, el mismo grupo Our Voice ha sido invitado por la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Universidad de la República, para impartir una “clase abierta” como cierre de un seminario anual titulado “Comunicación y movimientos sociales: forma político-comunicacional de las luchas sociales”. El evento, organizado por dicha facultad y el área de Extensión de la Udelar, se realizó el miércoles 23 en forma abierta a público en general.

La convocatoria definía al grupo Our Voice como “un movimiento cultural internacional integrado por jóvenes que a través del arte buscan denunciar las distintas injusticias sociales. El colectivo en Uruguay ha desarrollado una multiplicidad de actividades e intervenciones en los últimos años y nos proponemos conocer su experiencia organizativa y comunicacional”.

Lo que no dicen en tanta verborragia laudatoria es que su fundador es un tal Giorgio Bongiovanni, un esoterista que en la década del 90 decía poseer en su cuerpo estigmas creados por la Virgen María, que declaraba tener encuentros periódicos con Jesucristo y que años atrás contó a El País que se contacta habitualmente con extraterrestres, al punto de convencerse de que él mismo es un alienígena.

Según el programa Fácil Desviarse de FM del Sol, su hija Sonia dirige actualmente el centro cultural Our Voice y ha desplegado una consistente militancia antijudía, proclamando megáfono en mano que “nunca reconoceremos al Estado de Israel”.

Qué hace la Universidad de la República invirtiendo recursos aportados por el contribuyente en semejante atrocidad es algo difícil de explicar.

Más grave aún es que en su presentación de la actividad, reafirmen la “multiplicidad de actividades e intervenciones en los últimos años” entre las que estuvo el patético cabezudo de inspiración nazi.

No es la primera vez que la Universidad pública se deja influir por el discurso fundamentalista y antioccidental que prolifera en muchos centros de estudio norteamericanos y europeos. Acá padecimos oprobiosas persecuciones a estudiantes judíos, acampadas antisemitas, una mañana en que la bandera nacional de la Udelar amaneció sustituida por la de Palestina, y las idas y vueltas lamentables en torno a la participación del académico Alberto Spektoroski en eventos universitarios.

Ahora se sube al estatus de luchador social a un ufólogo delirante que utiliza a niñas para divulgar mensajes pronazis, y todo en el contexto de una crisis cultural del mundo, en que teocracias fanáticas y atrasadas procuran barrer con las libertades públicas y el respeto a los derechos humanos que caracterizan a Occidente.

Estando preso en Israel en la primera década de este siglo, el recientemente eliminado líder de Hamás, Yahya Sinwar, había sido diagnosticado con un tumor cerebral maligno y operado con éxito en un hospital israelí. Un periodista ha relatado recientemente que, liberado Sinwar en 2011 junto a mil presos a cambio de la libertad de un solo soldado secuestrado por Hamás, “usó su cerebro curado por judíos para planear la mayor masacre de judíos por ser judíos, después del Holocausto. Entre las víctimas del ataque del 7 de octubre organizado por Sinwar estaba el sobrino del médico Yuval Bitton, que le salvó la vida”.

Paradojas trágicas de un Occidente que, en su afán de universalizar derechos, termina fortaleciendo a quienes procuran destruirlos.

El apoyo universitario a los antisemitas y esa anécdota sobre Sinwar son las dos caras de una misma moneda: revelan la penosa incapacidad occidental de enfrentar el choque civilizatorio.

Algo que nuestros antepasados tenían muy claro, cuando franceses, ingleses y estadounidenses ofrendaron sus vidas para librar al mundo de la pesadilla nazi, pero que en estos tiempos de diletantismo amoral parece haberse perdido.

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