Un comienzo a media máquina

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Casi un mes después de haber asumido el nuevo gobierno, el presidente Yamandú Orsi convocó a su primer Consejo de Ministros. Por primera vez después de su discurso de asunción, pudimos escuchar de manera oficial la voz del mandatario, y tener una idea sobre las prioridades del arranque de su gestión. Lo que se pudo escuchar, dejó gusto a poco.

En la conferencia de prensa posterior, Orsi dijo que este primer encuentro de jerarcas abordó cuatro temas: la conformación de un equipo para iniciar el llamado “diálogo social” para estudiar cambios a la reforma jubilatoria, medidas para intentar resolver la crisis en la mutualista Casmu, la renegociación del llamado “proyecto Neptuno”, y la prórroga del descuento de 9 puntos de IVA en restaurantes pagando con tarjetas de débito y crédito.

Para ser el primer Consejo de Ministros de un gobierno “de cambio”, y que llegó con aires de que todo iba mal, parece un resultado magro.

Tres de estos temas son de gestión micro, ya que tanto lo del IVA, como lo del Casmu no implican cambios de fondo a lo que venía pasando. Lo de Neptuno, no deja de ser un saludo a la bandera, ya que más allá del chisporroteo electoral, todo el mundo sabe que ese proyecto es clave y se va hacer más o menos como estaba planeado.

Y el tema de la seguridad social tiene todo el aroma a que se dilatará en el tiempo, y que (con un poco de suerte) quedará en otro bizantino escenario de diálogo, sin mayores resultados. ¿Qué tiene que hacer el ministerio de Salud en ese debate? El hecho de que el mismo quede bajo el control de la OPP, dirigida por alguien que entiende de economía como Rodrigo Arim, lleva algo de calma de que de allí no saldrán disparates que afecten el futuro del país. Aunque nunca hay que subestimar la capacidad de daño de los sectores de ultraizquierda que acam-pan en el Mides y en el ministerio de Trabajo.

Pero más allá de estos temas, la sensación que quedó de este primer evento formal del nuevo gobierno, es que el mismo arrancó a media máquina.

Los primeros cien días de una nueva administración suelen ser claves, porque allí se plasman las incitativas y planes que deberían llevar años de preparación previa, y que serían los anhelos de transformación que incorpora un nuevo gobierno. A partir de allí, la gestión del día a día, la resolución de las crisis que inevitablemente van surgiendo, así como los también inevitables choques de personalidad y diferencias en la gestión, se van “comiendo” las prioridades de todo gobierno.

En ese sentido, es muy poco lo que vemos de este nuevo gobierno del Frente Amplio, que no parece llegar con proyectos o planes de fondo, que puedan significar un salto de calidad para las políticas públicas del país.

Acá hay que aclarar una cosa. El Frente Amplio tuvo en la oposición, y en especial en la campaña, un discurso radical, de que el país iba poco menos que al fracaso, presa de un frenesí neoliberal integrista, que estaba destruyendo el tejido social y retirando al Estado de los lugares donde se necesitaba su presencia.

Es verdad que el presidente Orsi, jugando de manera magistral el juego del doble discurso tan exitoso en la política actual, siempre tuvo una postura más moderada. Pero no así su partido ni sus principales referentes.

Eso choca de frente con lo que vemos por estas horas, que parece de una calma y sosiego como si fuera apenas la continuidad de un proyecto que llevara años en el poder. Pero también con otra cosa.

EL Uruguay no está como para gobiernos con semejante nivel de pasividad. El país enfrenta desafíos existenciales en materia social, educativa, económica. Puede ser que los números hoy estén razonablemente bien, gracias al esfuerzo y empuje de la gestión anterior. Pero en un mundo como el actual, el mantenerse en un mismo lugar, es sin dudas una señal de retroceso.

El país, y hay gente en el gobierno que lo sabe bien, requiere reformas urgentes y de fondo que potencien su competitividad, su inserción internacional, su comercio y capacidad industrial y de servicios. Esto implica de una forma u otra, rozar intereses y cotos cerrados, que no van a ser fáciles de afectar.

La concreción de estas reformas, así como la ejecución de planes que quedaron a medio camino en temas como la seguridad pública, requieren un gobierno proactivo, que trabaje con intensidad y esté dispuesto a embarrarse en los debates. Nada de eso estamos viendo en este primer mes de gestión. Y el tiempo vuela cuando se debe gobernar.

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