El anuncio del gabinete del presidente electo Yamandú Orsi el pasado lunes confirmó lo que muchos advertían: este será un gobierno sin empuje transformador, limitado en materia de solidez técnica y política para enfrentar sus desafíos estructurales.
La selección de los nombres deja entrever una tendencia preocupante, con decisiones que parecen responder más a equilibrios internos del Frente Amplio que a criterios de capacidad y experiencia. Con los nombres sobre la mesa, parece difícil anticipar que el país logre avanzar en los próximos cinco años.
Uno de los aspectos más alarmantes es la designación de Juan Castillo, un dirigente comunista, al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Su trayectoria política y su falta de equilibrio generan dudas sobre el futuro de las políticas laborales del país.
La rigidez ideológica que caracteriza al Partido Comunista difícilmente permitirá un diálogo constructivo con los sectores empresariales y los trabajadores independientes, actores esenciales para dinamizar el mercado laboral en un contexto económico desafiante dados los acontecimientos recientes a nivel global.
Uruguay necesita flexibilizar sus normativas laborales y fomentar la inversión privada; sin embargo, con Castillo al frente de esta cartera, se corre el riesgo de implementar medidas que profundicen la rigidez y desalienten la generación de empleo genuino en el sector privado.
Asimismo, la nominación de Gonzalo Civila como ministro de Desarrollo Social refuerza la preocupación. Civila, un dirigente socialista de ideología profundamente retrógrada, ha manifestado en diversas ocasiones su simpatía por políticas sociales inspiradas en modelos como el kirchnerismo argentino, cuyo fracaso es evidente.
Con este nombramiento, se confirma que se buscará utilizar a la población más vulnerable como botín electoral, algo especialmente lamentable, luego de los avances del último quinquenio. Uruguay no debería volver a la aplicación de políticas que mantengan a miles de personas en una situación de dependencia crónica sin ofrecerles oportunidades reales de progreso. El desarrollo social requiere un enfoque innovador, que promueva el trabajo, la educación y la movilidad social.
También resulta preocupante la falta de perfiles con experiencia comprobada en otras carteras claves. En áreas como Educación y Salud, quienes tenían expectativas de que se nombraran profesionales con un claro compromiso reformista y una visión moderna del Estado se vieron profundamente defraudados.
Las designaciones parecen reflejar una visión más bien conservadora y estatista, que buscará beneficiar a los sindicatos sobre los usuarios o los alumnos. Uruguay necesita continuar con la transformación educativa comenzada en el actual período y continuar con los avances en materia de control de las instituciones de asistencia.
Ninguna de las figuras presentadas parece contar con la capacidad para liderar estas áreas fundamentales en la dirección correcta.
El gabinete de Orsi, en lugar de ser una señal de renovación y compromiso con el desarrollo del país, aparece como una fórmula reciclada de ideas agotadas. Los uruguayos necesitamos un liderazgo capaz de generar consensos amplios, atraer inversiones y ofrecer soluciones creativas a problemas centrales del estilo de cómo podemos acelerar el crecimiento de la economía. Sin embargo, lo que se vislumbra es un gobierno que optará por recetas que ya han fracasado en el pasado.
El Frente Amplio parece haber privilegiado las cuotas políticas por sobre la excelencia técnica y la capacidad de gestión. Esta estrategia podrá satisfacer a las bases partidarias, pero difícilmente contribuirá a resolver los problemas concretos que enfrentan los uruguayos. El crecimiento económico, la generación de empleo, la mejora en la educación y la seguridad pública son temas que exigen equipos sólidos, con visión de futuro y capacidad de implementación.
El país necesita decisiones valientes y equipos de gobierno con la capacidad técnica y política para liderar transformaciones positivas. El gabinete presentado el lunes no está a la altura de esa exigencia. Por el contrario, encorseta al país en un rumbo de enorme mediocridad y falta de impulso. El mundo ya no nos espera y el horizonte de perder los próximos cinco años luce tan aterrador como realista. El gabinete de Orsi podía ser razonable para gobernar una intendencia, pero no para un gobierno nacional que encare los temas que el país necesita.