Estados Unidos tiene nuevo presidente. Desde ayer, Donald Trump pasó a ser el actual habitante de la Casa Blanca. Más allá de lo que el cambio signifique para su propio país, el resto del mundo deberá ajustarse a cómo trabajará el recién asumido presidente.
También deberá estar atento Uruguay, que en un mes y medio contará con un nuevo gobierno. La pregunta es entonces a dos puntas: ¿Cómo se relacionará Estados Unidos con Uruguay y cómo lo hará Uruguay con Estados Unidos?
Buena parte del segundo período de Vázquez coincidió con la primera Presidencia de Trump y no por ser uno de izquierda y el otro una versión rígida (y personalista) del Partido Republicano; hubo tensiones.
Durante su primera Presidencia, Vázquez se entendió con otro republicano, George W. Bush. Si bien como consecuencia del ataque a las torres gemelas, Bush respondió con extrema dureza, nada en él es comparable a Trump.
Intentar hacer pronósticos es todo un desafío. Tal como lo demostró Trump en su anterior Presidencia, es un hombre imprevisible. Nunca se sabe cuál será su próximo paso ni si todo lo prometido fue dicho en serio.
Tampoco hay idea de cómo se ubica el gobierno que asumirá el 1 de marzo. Hasta la fecha, nada se escuchó del futuro canciller, Mario Lubetkin. Al terminar recién ahora su compromiso con la FAO, aún no entró al escenario. Por esa razón se desconoce su posición sobre los candentes temas internacionales que sacuden al mundo ni cómo orientar el país en materia comercial, tema que fue crucial para el gobierno saliente.
Es vergonzosa la ambigüedad del Frente Amplio respecto a la dictadura venezolana. Hay dirigentes que sin duda cuestionan al régimen chavista, pero lo hacen en voz baja como para no ofender.
Otros saben que Nicolas Maduro y su régimen es despótico y violador de derechos humanos, pero igual lo defienden con argumentos sinuosos y cínicos. Y están los convencidos, los que nunca creyeron en la democracia ni en la libertad y no tienen problemas en apoyar al régimen venezolano. Siempre fueron así, como bien explicó en su reciente columna Danilo Arbilla. Entre ellos, está Juan Castillo, dirigente comunista, militante sindical y futuro ministro de Trabajo.
Es probable que su voz sea minoritaria, pero vaya si hace ruido. El futuro ministro de Economía, Gabriel Oddone, se animó a hacerle frente, aunque con delicadeza para no herir sentimientos. Del presidente electo no se escuchó palabra. Del próximo canciller, tampoco.
Es, por lo tanto, bueno preguntarse cómo abordará el gobierno frentista sus relaciones con Estados Unidos. ¿Influirán los Castillo y Andrade, que son naturalmente antinorteamericanos gobierne Barack Obama o Trump? ¿Saldrán las órdenes de la mesa política, como ocurrió en el pasado?
Trump, a diferencia de sus antecesores republicanos, es un érreo proteccionista. Eso podría afectar el intercambio comercial con Uruguay, país que por tamaño y población, no puede darse el lujo de ser proteccionista, pues necesita acceder a los mercados del resto del mundo.
Ante la guerra contra Ucrania, nadie sabe cómo reaccionará Trump. Parece entenderse con Vladimir Putin y sus críticas a cómo Estados Unidos afrontó el intento ruso de conquistar Ucrania. Hace difícil pronosticar qué salida propondrá. No es tan difícil, en cambio, saber en qué bando debe ubicarse Uruguay: el de una absoluta solidaridad con Ucrania, como ocurrió hasta ahora, lo cual implica alinearse con Occidente. Parte de la izquierda, sin embargo, apoyó al derechista Putin. Por lo cual, si Trump inclina la balanza hacia Putin, esa misma izquierda terminará, irónicamente, afín al propio Trump.
Por otra parte, el flamante presidente advirtió que, por la negociación o por la fuerza, pretende quedarse con Groenlandia, anexar a Canadá como el Estado 51 y volver a ocupar el canal de Panamá.
Decir que lo haría negociando o por la fuerza es una nada sutil amenaza: si no negocian, esos territorios se toman por las armas. Parece una valentonada en nada diferente a las que usaba Putin antes de invadir Ucrania. También en eso se parecen.
Para el gobierno que asumirá en marzo, así son los dilemas de convivir con un país que siempre fue socio de Uruguay (incluso con los gobiernos de Vázquez y Mujica) pero que ahora plantea interrogantes porque, como ya dijimos, Trump es imprevisible y porque nada se sabe sobre cómo Orsi desplegará su política exterior. Hasta ahora, se optó por el silencio o por tolerar discrepancias mal disimuladas. Mala señal.