Una gestión exitosa

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El jueves de la semana pasada renunció a la Presidencia del Directorio del Banco Central del Uruguay el economista Diego Labat, luego de la gestión más exitosa al frente de la institución en los últimos 30 años. En varios temas relevantes, su actuación dejará una marca indeleble en lo que refiere a la modernización de la institución, actualización, mejora de procedimientos y un largo etcétera, pero sin dudas será recordada especialmente por haber doblegado a la inflación, algo que resultó imposible para los gobiernos del Frente Amplio.

Es necesario tener en cuenta el contexto para valorar adecuadamente el logro que se ha alcanzado en términos de reducción de la inflación. Desde que el Banco Central tiene objetivos de inflación, vale decir, desde hace poco más de 20 años, nos habíamos acostumbrado a convivir con una inflación anual del 8%, poco más, poco menos, que era una verdadera vergüenza a nivel internacional. En efecto, en nuestro continente solo quedábamos atrás de Venezuela y Argentina, lo que de por sí da cuenta de la situación en que nos encontrábamos.

El resto de la región tenía tasas sensiblemente más bajas, de menos de la mitad de lo que teníamos nosotros. En todo el mundo y en los cercanos Chile, Bolivia, Paraguay, Perú, Colombia, Ecuador la inflación normal está en torno al 3%, incluso menores. Fue recién en el gobierno actual, y a partir de la designación de Diego Labat como presidente del BCU, que esta historia comenzó a cambiar.

A partir del sólido equipo económico encabezado por Azucena Arbeleche e integrado por Isaac Alfie y Diego Labat es que la política económica comenzó a tener la coherencia y consistencia de que adolecía en los lustros anteriores.

En efecto, la coordinación efectiva de la política fiscal, monetaria, cambiaria y de ingresos permitió mejorar sensiblemente el frente fiscal y desarrollar una política económica con un objetivo claro.

En estas condiciones la gestión de Labat cumplió a cabalidad con su cometido y, pese a las numerosas y poco fundadas críticas, siguió adelante con gran temple y convicción. Es importante destacar que desde que tenemos objetivos de inflación hemos estado el 80% del tiempo fuera del rango meta.

El BCU en la actual administración decidió poner una meta más exigente con el 6% como techo del objetivo y aún así logró por primera vez en más de dos décadas cumplir durante un año entero. En este año la Índice de Precios al Consumo (IPC) promedio fue 4,5%, en línea con el centro del objetivo planteado.

Algunas voces han criticado el “atraso cambiario” generado en estos años, un tema que bien visto deja más en offside a los críticos que a la gestión del BCU. Desde fines de 2022 la tasa de política monetaria (la variable a través de la cual se marca el signo de la política monetaria) está en una instancia neutral, dejando atrás la política contractiva necesaria en los años anteriores ante los fuertes shocks externos.

Es cierto que ha existido “atraso cambiario” pero la razón no fue la política del BCU sino la lluvia de inversiones que llegó desde el exterior, la revolución silenciosa de la exportación de servicios no tradicionales que se dispararon y el salto de nivel de las exportaciones de bienes, todo lo cual determinó una gran entrada de dólares al país.

Desde agosto de 2021 el BCU no compra ni vende dólares, reafirmando su compromiso con un objetivo que es la inflación, dejando atrás la nefasta etapa de los platitos chinos en que se perseguían múltiples objetivos y no se alcanzaba ninguno. Haber intervenido para intentar cambiar los fundamentos que determinan el dólar que es resultado del libre mercado hubiera sido costoso e ineficaz porque no se podría haber cumplido el objetivo. El encarecimiento relativo de una economía es un proceso normal cuando un país atrae muchas inversiones y es exitoso en materia exportadora. Desde una visión simplificada de la realidad se puede pretender que el BCU fije el dólar en un nivel más alto, como si fuera apretar un botón, en un mundo de tres dimensiones eso claramente no es posible.

El país entero debería agradecerle a Diego Labat, un profesional destacado en la actividad privada que decidió por vocación dedicarse a la función pública, sus años de trabajo por el bien común primero desde Ancap y luego desde el BCU. Con probada inteligencia, conocimiento, honestidad y capacidad de trabajo ha honrado la presidencia del BCU dejando la vara muy alta. Ojalá siga aportando al Uruguay desde los lugares a que sea llamado en el futuro.

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