Una obra a ser celebrada

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No es la primera vez que la inauguración de obras en un importante tramo de una ruta nacional merece una reflexión en nuestra página editorial.

Es que este gobierno le ha dado particular prioridad a la mejora de las rutas y a la construcción de puentes como hace mucho no se veía. Son obras que transforman la geografía del país y la manera en que su gente se mueve y vive. Por eso importan.

Hubo mejoras en las rutas troncales y también en otros caminos en lo profundo del interior. Se arreglaron grandes puentes y se construyeron aquellos que unen pequeñas poblaciones, aisladas hasta entonces.

En estos días se inauguró una de esas obras, por cierto nada menor. El presidente Luis Lacalle Pou, junto con ministros y autoridades regionales, puso en marcha un tramo recién restaurado de 82 kilómetros de la ruta 6 en un tramo que va por dentro del departamento de Durazno hasta llegar al Río Negro atravesando campo, pequeñas localidades y algunas escuelas rurales.

En Uruguay las distancias entre unos lugares y otros, medidas en kilómetros, no son enormes. El problema no es a cuántos kilómetros están, ni cuán hostil es el territorio a recorrer. Por eso, cada nueva obra debe ser celebrada: acerca al país a sí mismo, integra su territorio, canaliza la salida de su producción, acerca a sus pobladores. En otras palabras, lo desarrolla, lo moderniza, lo civiliza.

En este período se impulsó la extensión de las doble vías en varias de las rutas troncales. Ello otorga seguridad al tráfico y permite llegar antes a destino. No porque haya que ir más rápido, sino porque al facilitar una velocidad crucero durante largos tramos, se gana tiempo.

Hoy diseñar autopistas a lo europeo es todavía inalcanzable. Exige una inversión inmensa que tardaría mucho en tener retorno. Aunque es verdad que dos décadas atrás nadie pensaba que sería indispensable transformar muchas de nuestras carreteras en vías rápidas.

En muchos de los nuevos ensanches, frente a cruces de tránsito pesado, se optó por construir rotondas, lo cual es una manera económica de canalizar tránsito. Sin embargo es un mecanismo que (al igual que los semáforos en carreteras nacionales) enlentece el flujo de autos, justamente lo que una doble vía pretende evitar. En ciertos días o en temporada, llegar al otro lado de una rotonda puede ser una pesadilla.

Pequeñas trabas así no son justas cuando el conductor paga peaje.

Quizás la solución sea transformar de a poco las rotondas en cruces por los cuales una vía va por arriba y otra por abajo (como se hizo en Parque del Plata) y donde siempre sea el tránsito local el que se mueva a nivel de la superficie y la ruta vaya o soterrada o por arriba. Son soluciones que habrá que ir cumpliendo sin demorar demasiado.

Además de obras como la de la ruta 6, se han hecho puentes que convirtieron pesadillas en idilios. Pueblos que para llegar a servicios que no estaban tan lejos, tenían que dar enormes vueltas por rutas toscas a falta de un simple, pequeño puente que todo lo resolvía.

Esas obras, que algunos desprecian por menores, acercan vidas, movilizan producción, achican distancias.

Un país interesado en recibir inversiones para diversificar y aumentar su capacidad productiva necesita buena infraestructura. Buena en todos los sentidos; vial, ferroviaria, portuaria, aeroportuaria y en telecomunicaciones. El inversor va a donde eso funciona bien. Por lo tanto le corresponde al país ofrecerlas.

En ese sentido resulta surrealista el argumento de los críticos de siempre que sostenían que era absurdo que Uruguay pagara la construcción ferroviaria para que una industria de celulosa se instalase. Si no la hacía, la industria no se instalaba y hoy estaríamos algunos escalones más abajo. Ese modernizado tramo de vías férreas pasó a ser parte de una infraestructura que es patrimonio del país.

Una última reflexión corresponde a los gobiernos departamentales. El esfuerzo que ha hecho este gobierno en particular en rutas y vías, debe ser complementado por cada comarca. Es necesario diseñar, quizás en un esfuerzo conjunto entre lo nacional y lo departamental, una gran transformación de caminería rural.

Es un contrasentido que alguien viaje por sendas modernizadas y al desviar para llegar a destino deba recorrer unos pocos pero pesadillescos kilómetros.

Hoy, que hay telefonía celular en todo el país, conexión a internet, electrificación rural en buena parte del campo, falta ese empujón final que debería ser un objetivo a trabajar en el próximo lustro.

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