Más allá de la discusión retórica de si estamos ante una “era de cambio” o un “cambio de era” lo cierto es que el mundo en 2025 será sustancialmente distinto al que estábamos acostumbrados. No es que el cambio haya sido de un día para el otro, aunque el cambio de gobierno en Estados Unidos está acelerando los cambios e impulsando otros impensados, pero indudablemente ya no estamos parados en el mismo escenario en múltiples frentes.
Para comenzar estamos en un mundo con varios conflictos bélicos concretos y otros potenciales de consecuencias relevantes. Europa desde la invasión de Rusia a Ucrania está en guerra; el conflicto en Medio Oriente recrudeció sustancialmente luego del atroz ataque terrorista de Hamás a la población civil de Israel del 7 de octubre; la tensión entre China y Taiwán continúa creciendo; varios países de África enfrentan situaciones muy complejas desde hace años; Siria ha entrado en una nueva espiral de violencia de pronóstico reservado, entre otros problemas enormes.
En segundo lugar, el bloque que conocimos como “Occidente” se debilita porque lo está abandonando su principal estandarte del último siglo, Estados Unidos. Ya no está claro que la nación más importante del mundo respalde a Europa en un conflicto con Rusia. El presidente Trump, esta última semana sin ir más lejos, ha sido muy agresivo con la Unión Europea y ha llamado dictador a Volodimir Zelenski mientras busca cómo levantar las sanciones impuestas a Rusia.
En tercer lugar, se ha desatado una guerra comercial absurda en que Estados Unidos se enfrenta a su aliado histórico e incondicional, Canadá, sin ningún argumento válido. Lo mismo está ocurriendo con México, Europa y China y próximamente afectará a más países con los aumentos generales de aranceles. Brasil, llegado su turno, también estará en la mira, con consecuencias potencialmente graves para sus exportaciones.
En cuarto lugar, los organismos internacionales y los acuerdos que hasta hace poco estaban vigentes o están caídos o camino a estarlo. Distintos organismos de Naciones Unidas se tambalean ante la falta de recursos brindados por los Estados Unidos, el acuerdo climático de París perdió su sentido, la Organización Mundial de la Salud ha perdido pie, con graves culpas propias hay que decirlo y la Organización Mundial de Comercio pasó de estar estancada hace décadas a desaparecer del mapa. El acuerdo para establecer un impuesto mínimo global impulsado por la OCDE feneció antes de nacer, en esta caso, por suerte.
Todo lo anterior ha deparado movimientos imprevistos en la economía internacional. Se desploman las proyecciones de crecimiento en Estados Unidos, bajan los precios de los commodities, las empresas paralizan inversiones ante la enorme incertidumbre sobre dónde y en qué condiciones podrán producir, con lo que los efectos serán globales, aun para los países que parecen pasar lejos de todo este ruido, como Uruguay.
La economía internacional crecerá menos y eso nos va a impactar. Los precios de nuestros bienes exportables serán menores y, por lo tanto, tendremos menos ingresos en toda la cadena agro-industrial. La pauta prevista de baja de tasas de interés en los países del primer mundo está en pausa, y en algunos casos puede llegar a revertirse, lo que es una mala noticia en términos de endeudamiento y llegada de inversiones. Brasil se encuentra en una situación fiscal delicada y con la mayor inflación en 22 años. Argentina crece pero es un crecimiento frágil dadas las características inestables de su gobierno, como lo demostró el llamado criptogate.
Si nuestro país no internaliza rápidamente este cambio de escenario y sus consecuencias, el golpe que sufriremos puede ser grande. El nuevo gobierno debe tener claro que tiene que diseñar no solo un presupuesto austero, sino uno que reduzca el gasto. Las reformas procrecimiento que propone Oddone deben instrumentarse rápidamente, si es que eso es posible dentro de un partido de gobierno que no entiende nada sobre la coyuntura económica en que nos encontramos. Las pautas de los consejos de salarios deben ser realistas, evitando el voluntarismo del último gobierno del Frente que costó un Estadio Centenario de puestos de trabajo. La Coalición Republicana debe actuar responsablemente, apoyando las medidas positivas y procurando evitar las estupideces que se vienen escuchando estas semanas por parte del Ministerio de Trabajo, Mides, Salud Pública, Ganadería, Vivienda, etc. Es tiempo de proactividad y responsabilidad, la alerta está encendida.