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La sensación que transmitió el Frente Amplio (FA) luego de su elección interna del pasado 5 de diciembre fue que se había tratado de una muy buena instancia política.
Pero con los resultados definitivos conocidos en estos días, el balance izquierdista es mucho menos edificante de lo que nos han querido hacer creer.
Luego del punto bajo de 2016, con cifras redondas de 74.000 votos para los candidatos a presidente y 67.000 para los sectores al plenario nacional, es innegable que los 109.000 y 99.000 votos de 2021 a los candidatos y a los sectores del FA respectivamente aparecen como una franca mejoría. En particular, no es lo mismo un presidente como fue Miranda en 2016, electo con apenas 28.000 votos directos, que uno como Pereira que habrá recibido el apoyo de 89.000 votantes del FA.
Sin embargo, todas estas cifras tan positivas de 2021 no alcanzan siquiera al guarismo de la votación de la interna de 2012, por ejemplo, que sin ser la mejor de la historia en participación militante igualmente superó los 170.000 sufragios izquierdistas. Es que, vistas en cifras absolutas, la verdad es que la interna del Frente Amplio no fue de gran magnitud a la luz de sus propios antecedentes de 2012 o de 2006.
Pero, además, ocurrió en este 2021 que el Partido Comunista quedó primero en la elección sectorial al plenario, lo que significa que cuando se agregue el peso de la militancia de los comités de base, en donde los comunistas siempre son preponderantes, la realidad será que la izquierda estará completamente volcada en un sentido enteramente comunista en el funcionamiento interno de su coalición.
En el mismo sentido que el mayor peso comunista, la segunda conclusión políticamente contundente de la elección del Frente Amplio del pasado 5 de diciembre es que la izquierda radical se quedó con la mayoría amplia en la elección de los sectores.
En efecto, si se suman solamente tres sectores ideológicamente afines, como son el actual Partido Socialista (PS) enteramente dominado por la línea más dura marxista-leninista, con el porcentaje que obtuvieron los comunistas y con los votos del sector MPP liderado por los tupamaros, se alcanza casi el 52% de los sectores al plenario del FA. Si se leen los resultados a la inversa, la conjunción de fuerzas que se califican comúnmente como sociademócratas, entorno al viejo y nuevo astorismo, no llega al 18% del plenario. El FA quedó así corrido enteramente en favor de sus sectores más radicales.
Una tercera conclusión muy importante que no ha sido lo suficientemente destacada es el profundo rechazo que causó en la masa de votantes frenteamplistas las candidaturas de sus dos cuadros políticos, Passada y Civila. La base frenteamplista prefirió claramente la candidatura del ex-presidente del Pit-Cnt, cuya notoriedad provenía obviamente del mundo de la militancia sindical.
Los datos son elocuentes: la suma de votos blancos y anulados a la elección presidencial del FA fue superior a los 20.000 que significaron la suma de voluntades izquierdistas en favor de Passada y de Civila. Además, con menos de 13.500 votos directos, el secretario general del PS no solamente vivió un profundo fracaso personal en esta campaña, sino que además mostró el poco peso interno de la intendenta de Montevideo, quien había llamado a votar a Civila en esta instancia.
Cuando se agregue el peso de la militancia de los comités de base, en donde los comunistas siempre son preponderantes, la realidad será que el Frente Amplio estará completamente volcado hacia la extrema izquierda.
En resumidas cuentas, el FA plebiscitó un liderazgo de gran notoriedad, pero externo a la coalición política, como era el de Pereira proveniente del mundo sindical; marcó un fuerte rechazo por los candidatos surgidos de su propia interna, que realmente recibieron muy pocos votos; y mejoró en algo su votación de 2016, sin llegar por ello a convocar a grandes mayorías militantes: la coalición no llegó a los 110.000 votos válidos en total para su presidencia, que son bastante menos que los 130.000 anunciados con bombos y platillos en el calor del pasado diciembre.
El FA ya no es aquella gran coalición militante que movilizaba grandes masas en sus elecciones internas. No ocurrió en 2016 y tampoco en 2021. Como dato comparativo, por ejemplo, recuérdese que en la elección de juventudes del Partido Nacional de 2017, en la que podían votar solo quienes tuvieran entre 14 y 29 años, lo hicieron unos 66.000 jóvenes; y que al sector mayoritario del FA de 2021 lo votaron menos de 23.000 personas.
La manija política izquierdista quiere hacer creer que la elección interna del FA fue una gran votación y significó un buen respaldo para Pereira. Pero cuando se analizan de verdad los números, lo cierto es que el FA no votó bien en diciembre de 2021.