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El naufragio de Biden y las posibles socorristas

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Dos mujeres aparecieron en la mente de millones de norteamericanos progresistas. El Partido Demócrata tiene varias figuras competitivas que podrían reemplazar a Joe Biden en la candidatura presidencial, pero son dos mujeres las que primero desfilaron en las desesperadas lucubraciones de cómo salvar la nave para que no se vaya a pique absorbida por el naufragio de Joe Biden.

La inteligente y bella ex primera dama Michelle Obama y la elegante, aguerrida y leal primera dama actual, Jill Biden. A la hora de pensar qué conejo sacar de la galera para no devolver la Casa Blanca al magnate ultraconservador, los demócratas podrían encontrar una fórmula potente en dos mujeres que, juntas, pondrían en la boleta de presidente y vice los nombres que, juntos, ganaron dos elecciones presidenciales: Obama y Biden. Y no son sólo “esposas de”, sino poseedoras de capital propio en materia de imagen y capacidad.

A eso se suma que, de llegar a la presidencia y la vicepresidencia, ambas tendrían a los mejores asesores sobre cómo desempeñar esos cargos: nada menos que Barak Obama y Joe Biden. En esa posición, el actual mandatario ayudaría a retener votos que, de continuar él encabezando la fórmula, se perderían.

La fórmula Michelle Obama - Jill Biden sería mejor que la que está en campaña ahora. En rigor, hay otras potenciales fórmulas que serían mejores que la del actual presidente y Kamala Harris, su vicepresidenta. Después del naufragio de Biden en el debate con Trump, varias figuras podrían ser más potentes como candidatos presidenciales demócratas. El gobernador de California Gavin Newsom y la gobernadora de Michigan Gretchen Withmer, entre otros.

Joe Biden sería la mejor carta demócrata porque tiene el respeto de todas las facciones y acerca al ala más izquierdista con la más centrista. También porque fue un excelente vicepresidente de Obama y porque su gestión presidencial tiene buenos resultados. Pero en el debate mostró precisamente lo que debía conjurar: imagen de decrepitud.

Las señales de senilidad brotaron a borbotones en tartamudeos, ideas inconexas, letárgicas lagunas y balbuceos incomprensibles. Trump no dijo nada inteligente ni serio ni cierto. Sólo posó como siempre, con seño fruncido y arrogancia bizarra, mientras lanzaba bravuconadas que sólo convencen a sus fanáticos.

Ser corrupto, negacionista del cambio climático, propiciador de violencia política y aliado de las ultraderechas israelí y europea, además de identificarse con Vladimir Putin y ser funcional al ultraconservador líder ruso, hace de Trump una opción peor incluso que el actual Joe Biden, que está muy lejos de los reflejos y la perspicacia que caracterizaron su carrera política y empieza a dar señales de inexorable declinación.

Aún senil y crepuscular, el presidente demócrata parece mejor opción en términos morales, políticos y sociales que el magnate neoyorquino. Pero en el mercado electoral la imagen puede generar sensación de seguridad o su reverso: inseguridad y miedo.

Por eso las usinas trumpistas, con la ayuda de los equipos con que Putin interfiere en procesos electorales occidentales, llevan tiempo recortando y editando escenas en las que Biden aparece perdido o desorientado.

La mayoría de esas escenas con las que Trump y sus aliados rusos inundan las redes, son engañosas. Sin embargo lograron plantar la duda que el candidato demócrata debía despejar.

Fracasó estrepitosamente en revertir la imagen de senilidad no sólo en el debate. Tras una primera aparición pública en la que se mostró lúcido y enérgico, el presidente apareció en un escenario en el que la protagonista era su esposa esforzándose por revertir la calamitosa imagen que él dejó en el debate. Biden estaba detrás, posando en ella una mirada extraviada, con la boca entreabierta como a punto de babear.

La senilidad de Biden no es lineal y continua. Se alterna con la lucidez hasta ahora predominante. Esa lucidez, esporádicamente interrumpida por lapsus mentales que lo dejan tildado, va perdiendo estabilidad.

De acá en más, las lagunas serán más continuas y prolongadas, hasta que la lucidez pase a ser lo esporádico y breve. Lo imperdonable de Biden no sería que se retire, sino que Trump vuelva al poder por no haberse retirado.

Lo mejor para el notable capítulo de Biden en la historia es apartarse y no ser derrotado en las urnas por el ególatra conservador al que él sacó de la Casa Blanca. Y transitar la etapa crepuscular sin derrotas ni lástimas ajenas.

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