Aparte del cimbronazo causado por el Brexit, para la Unión Europea (UE) recientemente el resto de las noticias han sido en general buenas.
Aparte del cimbronazo causado por el Brexit, para la Unión Europea (UE) recientemente el resto de las noticias han sido en general buenas.
Lo más significativo en estos días sin duda fue el triunfo en las elecciones, de Emmanuel Macron, un joven liberal pro europeo y sobre todo, la derrota de Marinne Le Pen, pues de haberse ella impuesto, hubiese caído por tierra el proyecto integracionista y también el euro, moneda de la mayoría de los países que componen la UE.
También ha sido favorable al europeísmo el desenlace en Alemania de los recientes e importantes comicios regionales que presagian para septiembre una victoria para Ángela Merkel y su coalición. Con las dos potencias más fuertes de la Unión Europea encaminadas a cooperar con entusiasmo, las cosas se ven con más optimismo para aquellos a favor de esa creación.
Hace poco tampoco vencieron los populistas que competían en Holanda y Austria. Por otra parte, posiblemente vuelva para finales de año Mateo Renzi que ahora “se mira en el espejo de Macron”. En España a su vez, empieza a verse una recuperación y el separatismo se enfría. Pero Italia tiene problemas serios. Su PBI pér capita es un 11% menor que hace 10 años, su deuda interna es enorme y el flujo de inmigrantes subsaharianos no cesa.
Al mismo tiempo existen algunas situaciones de aspereza, quizás temporarias, con los gobiernos de Polonia y Hungría, tildados de populistas/nacionalistas y que entre otras cosas, se resisten a recibir a refugiados musulmanes. Ninguno de ellos ha tenido colonias y no ven por qué deben recibir gente de otros credos y razas que rompan su homogeneidad.
Su “ventaja” frente a ese complejo dilema que aflige seriamente al continente europeo y para el cual no es sencillo encontrar una solución, es el difícil y poco difundido idioma de cada uno de ellos que sirve como barrera natural, ya que los potenciales inmigrantes tienen serias dificultades para aprenderlos, lo cual hace menos viable su integración. Solo los obreros ucranianos se adaptan relativamente bien y son más o menos aceptados.
En cuanto a Alemania, su política migratoria ha sido hasta ahora más benigna, debido a dos razones. Una explícita: la necesidad de mano de obra, mayormente aprovechada por los turcos, y otra que se encuentra en las profundidades del subconsciente. Todavía pesa la culpa de haber provocado dos guerras mundiales en el siglo XX, incluyendo el Holocausto. Evitan entonces, más que otras naciones, ser señalados como racistas o intolerantes.
Volvamos a Francia y al desafío que plantea Macron y su nuevo primer ministro, Edouard Philippe, y las políticas que intentarán implementar en Francia, con inevitables repercusiones para la Unión Europea. Apenas tienen un pequeño partido o combo político, “En Marche (al cual habrían añadido recientemente) Republicains”, que está creciendo rápidamente, pero les falta mucho todavía y las elecciones son el mes que viene.
Tratarán de canibalizar a los partidos tradicionales, al Republicano (gaullista) de donde viene Philippe, y al Socialista, bajo el cual Macron fue ministro de Finanzas en el anterior gobierno. Tienen poco tiempo y los objetivos del joven presidente son ambiciosos: aumentar la flexibilidad laboral y su productividad (menor que en Alemania) para disminuir el desempleo (10%). Bajar el gasto público (56% del PBI) porque si bien los servicios que se ofrecen a la ciudadanía son bastante buenos, asfixian al sector privado con su gran peso. Desburocratizar el Estado es fundamental, pero si no logran mayoría parlamentaria es poco lo que podrán hacer.
Algo así ya sucedió anteriormente con las presidencias de Mitterrand y de Chirac, cuando los dos tuvieran que vérselas con un primer ministro del bando opositor. Más allá de que Francia no se encuentre en la situación crítica de otros, como Italia, las cirugías hay que hacerlas al principio, en el momento en que todavía suenan las campanas de la victoria, no cuando la oposición se reacomoda. Rivales y enemigos no le faltarán. Para empezar, le harán frente los sindicatos. Se juntarán para hacer causa común, a la derecha los de Le Pen y a la izquierda los comunistas. Y se trata de adversarios de temer que no quieren que triunfen las ideas que pueden sacar a Francia de un estancamiento que ya tiene 10 años. No reconocen que sus recetas anclan a los franceses en una meseta o peor. Provocan desempleo y mediocridad.
En el campo de relaciones exteriores y defensa, Macron tiene dos temas claves. El primero es el Brexit. ¿Facilitará las cosas a Theresa May si Gran Bretaña, luego de sus próximos comicios, demuestra tener menos ganas de salir del Mercado Común, pero con complicaciones políticas como para dar un giro? ¿ O eso es solo un sueño y hay que seguir con el siempre doloroso divorcio?
Por otro lado el ruso Putin, con sus veleidades imperiales, afecta a la zona del este de Ucrania. Los países limítrofes, los pequeños y los no tanto, todos temen por su libertad. Con la partida de GB de la UE, (aunque no de la OTAN), Francia queda como la única potencia nuclear europea occidental. La “force de frappe” francesa es un activo diplomático y militar, que los alemanes sabrán valorar y los rusos deberán tener en cuenta.