El dilema que no se dice

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Vuelve al debate la regulación de la eutanasia, y cada sector ideológico se abroquela en sus posturas. Pero hay un dilema del que poco se habla. En general, más allá de valoraciones religiosas muy personales, se acepta que cada cuál es dueño de su vida. El problema de fondo es qué pasa cuando quien plantea la eutanasia tiene problemas para expresarse o dar prueba de su voluntad. Cosa muy habitual en esa fase vital. ¿Cómo se resuelve sin abrir la puerta a abusos aberrantes?

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