Manantial sin fin

Compartir esta noticia

El escenario internacional es cada vez más complejo. Las personas sensatas y racionales seguramente le recomendarían al futuro presidente de una de las principales potenciales económicas y militares, esforzarse en parecer un estadista y tratar de tranquilizar las aguas. Que ya están demasiado revueltas. Sería un esfuerzo inútil.

Los aportes del futuro presidente Trump son numerosos. Proclamó que tiene la intención de quitarle el Canal a Panamá; amenazó a Méjico, propuso incorporar Canadá; declaró que los Estados Unidos tienen la absoluta necesidad de anexar Groenlandia; anunció que pondría fin a la guerra en Ucrania en los primeros días de su mandato; y propuso cambiarle el nombre al Golfo de Méjico para llamarlo Golfo de América. En pocas semanas debilitó (aún más) las relaciones con dos de sus aliados de la OTAN, complicó sus relaciones con un socio fundador de la Unión Europea, y se peleó con sus dos socios en la NAFTA. Todo justo cuando más se necesita un frente unido ante la agresión rusa y la expansión de China.

Tanta efervescencia intelectual impresiona al principio. Pero pronto genera hastío y produce la sensación de que, en realidad, es un intento para distraer la atención de los límites reales de las aspiraciones globales del futuro presidente.

Es dudoso que Putin, un frío y decidido jugador de ajedrez político, se deje amedrentar. Lo mismo puede pensarse de China. La situación en el Medio Oriente no se resolverá con amenazas. En cuanto a la geografía, sería bueno recordar, como hizo con un inesperado sentido del humor la presidenta Sheinbaum, que el Golfo de Méjico se llama así por lo menos desde 1607. También puede señalarse que por algo será que uno de los estados de la Unión se denomina Nuevo México.

El presidente Theodore Roosevelt solía mencionar un proverbio africano: “habla suavemente y lleva un palo bien grande; ello te llevará lejos”. Por lo general solamente se recuerda la segunda parte.

Sin embargo, su pensamiento era algo más complejo. Para Roosevelt, si un hombre “amenaza en forma arrogante continuamente, si le falta cortesía, un gran garrote no le salvará de los problemas; tampoco le servirá hablar en voz baja, si detrás de la suavidad no reside la fuerza, el poder. En la vida privada hay pocas cosas más desagradables que el hombre que siempre se jacta en voz alta; y si el jactancioso no está preparado para respaldar sus palabras, su posición se vuelve absolutamente despreciable. Lo mismo ocurre con la nación. Es tonto y poco digno permitirse una autoglorificación indebida y, sobre todo, una denuncia indiscreta de otros pueblos”.

Lo dicho por Roosevelt es una enseñanza compartida por muchas culturas. Incluyendo la máxima romana de “Suaviter in modo, fortiter in re” que recomienda combinar la suavidad en las formas con la energía, o fuerza, en la defensa de los principios; el muy español “lo cortés no quita lo valiente”; o la definición de la diplomacia como el arte de cubrir la manopla de hierro con un guante de terciopelo.

El poder no se ostenta, se ejerce. Si una nación tiene una medida suficiente de poder, entonces sus gobiernos no necesitan alardear de ello. Quienes se vanaglorian de su poder en realidad ocultan alguna debilidad. Lo que es aún peor, hieren a sus amigos y fortalecen a sus enemigos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar