En la mañana entrena en Biguá y en la noche lo hace en Miramar, pero una vez que culmina su larga jornada en el mundo del básquetbol, la angustia lo invade. Muchas veces saca “todo para afuera” y se “larga a llorar” cuando está solo. Incluso pensó en “irse de este mundo” por todo lo que está viviendo. Sin embargo, Iván Loriente (31) no se da por vencido.
En el cuarto partido entre Biguá y Nacional por las semifinales de la Liga Uruguaya de Básquetbol (LUB) del pasado 2 de mayo, Loriente tuvo una actuación destacada en el triunfo del Pato ante el tricolor por 93-80. En esa oportunidad habló sobre el problema que tanto lo aqueja. “Me ha costado mucho jugar, ha sido un mes muy difícil para mí y mi familia”, aseveró en diálogo con VTV Plus.
En esas fechas había fallecido María Noel (40), la hermana de Loriente a raíz de un cáncer de mama. “El golpe fue muy duro porque en menos de un año esta enfermedad de mierda nos la llevó”, le dijo el basquetbolista a Ovación.
Ni bien se enteraron de la enfermedad de María Noel, toda la familia Loriente se unió en una causa común: ayudarla en la recuperación. Iván siempre estuvo para su hermana. La acompañó a todas las quimioterapias y con una ilusión tremenda de que ella pudiera salir adelante para vencer a esta dura enfermedad. Ello a raíz del gran positivismo que mostraba María Noel todo el tiempo.
Con el transcurso del tiempo, la enfermedad avanzó y el desenlace fue el peor de todos. Es por ello que Loriente recordó un momento que tiene presente todo el tiempo.
“Fue el día que se va mi hermana. Estaba mi cuñado y algunas de mis hermanas y veíamos como se iba lentamente. Se trató de una imagen que me quedó grabada”, describió con la voz entrecortada.
No fue lo único malo que le sucedió a Loriente ya que hace tres años perdió a su hermano (29). Estos dos sucesos lo marcaron al basquetbolista, quien sintió que su vida cambió por completo.
Después de que Biguá superara a Larre Borges en los cuartos de final de la LUB, Loriente afirmó que fue “otro jugador” ya que recientemente se había dado la muerte de su hermana.
Nacional dio la gran sorpresa en las semifinales de la LUB: eliminó a Biguá, vigente bicampeón. Loriente marcó que no tuvo el mejor rendimiento ante el tricolor. “En la serie contra Nacional no hice el mejor trabajo. Me costó muchísimo poder jugar. Terminaba los partidos y me ponía a llorar; sentía que no daba el máximo. Le decía a mi viejo que no podía jugar, aunque tenía que hacerlo”.
El básquetbol, el deporte que tanto ama, ya no era ni siquiera una solución o un posible escape para Loriente. “No me veo bien cuando voy a entrenar o a jugar. Tal vez mis compañeros me ven como que estoy bien, jodiendo a los demás, pero detrás de eso estoy totalmente destrozado”, indicó.
A nivel deportivo los últimos tres años fueron fantásticos para Loriente: bicampeón de la LUB y vicecampeón de América con Biguá. Aunque a nivel personal los definió como “un infierno”.
Sin básquetbol
Loriente es una persona cerrada. No habla de sus problemas porque siente que puede molestar. “Me encierro y cada vez que estoy solo, largo todo, me pongo a llorar y no quiero ver a nadie”, relató.
Su situación empeoró al consumarse la eliminación de Biguá en la Liga Uruguaya. Pasó a estar más tiempo en su casa junto a su pareja y una de sus dos hijas. Pero su cabeza nunca se detuvo. “Me despierto y no quiero levantarme, sino que tengo ganas de que se haga de noche para volverme a acostarme”, expresó con mucha desazón.
Un día Loriente quedó solo en su casa. Estaba tomando mate mientras miraba la televisión. De repente algo le pasó. Dejó el mate y le vino un “bajón bárbaro” por el que se largó a llorar. No supo que hacer y llegó a pensar en lo peor: “Quería irme del mundo porque no encontraba otra salida”.
También, agregó: “Me estaba rindiendo y tuve que llamar a mi vieja para que me bajara. Fue el punto en el que llegué a tener miedo porque es un segundo la vida. Muchos te dicen que pienses en tus hijas, pero ese segundo en el que estás tan angustiado no pensás en otra cosa que no sea una salida y la única es irte de este mundo. Es una situación muy difícil”, manifestó.
A raíz de ello, Loriente llevó a cabo un “click” y se dio cuenta que precisaba ayuda para salir de este duro momento y por otro gran motivo que repitió varias veces: “La próxima vez que me pase algo parecido, no la voy a contar”.
Un cambio
Con el correr de los meses se le volvió difícil a Loriente poder disimular que no estaba bien. Los primeros que lo notaron fueron sus familiares y luego sus compañeros de equipo en Biguá. Tal es así que Pablo Ibón, asistente técnico del entrenador Diego Cal, y el dirigente Javier Guerrero le dieron un consejo que le fue muy valioso.
“En una comida de Biguá, Ibón y Guerrero me agarraron y me llevaron a una pieza porque me vieron muy mal. Me hicieron abrir los ojos de que necesitaba ir a terapia”, explicó.
El club de Villa Biarritz se puso a disposición del basquetbolista. Por todo lo que vivió y lo que le decían sus familiares y amigos, Loriente empezó a ir a un psicólogo. También dio otro paso muy importante: se abrió y decidió contar todo el sufrimiento que está atravesando. El primer lugar donde lo hizo fue en el programa Puro Básquetbol (Sport 890) y el resultado fue muy gratificante. “Me explotó el teléfono de mensajes de apoyo de la gente del básquetbol como de otras personas que me felicitaron por animarme a contar lo que me está sucediendo”, narró con entusiasmo.
Asimismo, añadió: “Es difícil hablarlo porque no sé cuánto tiempo más pueda estar así, aunque haga terapia. Son días y fechas que todavía no pasaron. Por ejemplo: las fiestas van a ser muy duras”.
Su gran ilusión es que la terapia lo ayude para que le vuelvan las “ganas” de levantarse de la cama y de “hacer todas las cosas” que tiene a lo largo del día.
Loriente evidenció, en varias oportunidades, que aún no sabe de donde saca las fuerzas para ir de mañana a entrenar a Biguá y de noche a Miramar, con el que juega el Torneo Metropolitano. El basquetbolista cree que lo hace por sus padres, quienes son los “que peor la deben estar pasando porque a ellos se les fueron dos hijos”.
Iván Loriente tiene en claro una cosa: no se va a dar por vencido. A lo largo de su vida se cayó varias veces, pero siempre consiguió levantarse. Sabe que, una vez más, debe volver hacerlo por él, por sus dos hijas, sus sobrinos que se quedaron sin el padre y sin la madre, por su pareja, sus cuatro hermanas y sus padres.