Surgió de Biguá. Ahí ganó su primera Liga Uruguaya en 2007-2008. Esta temporada volvió al club para encontrarse con un gran amigo, Leandro García Morales. Ahora, Martín Osimani (42) disfruta de su “pasión” que es jugar al básquetbol y de su otra tarea “tan desafiante” que tiene al encabezar las formativas de Nacional.
Tras dos títulos seguidos (2021 y 2021-2022) y la eliminación en las semifinales ante Nacional en la pasada Liga, Biguá inició un camino de reconstrucción y trajo dos conocidos de la casa: García Morales (43) y Osimani. “Siempre que pueda participar en un equipo con Leandro es súper atractivo y ni lo pensé; se dio por cuestiones internas y disfruto que podamos competir en un mismo equipo”, enfatizó Osimani.
Su relación con García Morales se remonta a sus comienzo como jugador del Pato de Villa Biarritz: hicieron las juveniles juntos y vivieron en Estados Unidos en una casa con varios extranjeros cuando Osimani tenía tan solo 17 años.
En ese entonces, el Oso entrenaba con el primer equipo de Biguá. Ya se le notaba un gran nivel comparado con el resto. Una prueba de ello: formaba parte de la selección uruguaya juvenil.
Osimani quería aún ponerse más a prueba. Le planteó a sus padres la idea de irse a estudiar y de jugar al básquetbol en Estados Unidos. Lo había propuesto cuando tenía 16, pero al final se dio un año más tarde. “Sabía que era un camino difícil, pero si lo lograba iba a dar un salto de calidad y me puse insistente”, comentó.
Otro hecho que pesó para acudir a la Champagnat Catholic School en Hialeah, Miami, fue que estaba García Morales. “Mandé unos videos míos jugando con la selección a donde estaba Leandro. Les gustó, tuve la oportunidad de ir y mis padres me dejaron”, sostuvo.
Durante un año vivió con García Morales y otros estudiantes de intercambio. No tenía celular y era muy complicado poder comunicarse con sus padres. “Había una computadora en la casa y nos turnábamos para usarla; había un teléfono público en la esquina y, en muchas oportunidades, me paraba ahí para esperar un llamado”, rememoró con una sonrisa.
Esa experiencia la definió como una “formación basquetbolística y de vida” debido a que pasó a tener “las responsabilidades de un adulto”. Una de ellas fue la de trabajar para solventarse su estadía en Hialeah.
Al poco tiempo pasó a la Universidad de Utah tras conseguir una beca estudiantil que le incluía todos los gastos. Por lo que su única preocupación fue la de prepararse de la mejor forma para jugar al básquetbol. “Ahí fue cuando tuve contacto por primera vez con una nutricionista, de arrancar a hacer trabajos con pesas, de conocer el beneficio de dormir bien, entre otros aspectos. Eso es lo que se le denomina como la ciencia del deporte, que hoy en día está más desarrollado”, aclaró Osimani.
No dudó en marcar que ese fue el momento en el que supo que el básquetbol iba a ser su profesión. “Por más que me perdiera las vacaciones, las juntadas con amigos o que estuviera lejos de mi familia, yo quería estar ahí jugando al básquetbol”, dijo el Oso.
También pasó por las Universidades de Miami Dade College y Duquesne (Pensilvania). En 2005 decidió regresar a Uruguay para volver a “su club”: Biguá.
En la temporada 2007-2008 consiguió lo que tanto buscó desde que se formó como basquetbolista: ser campeón con el Pato.
“Fue un momento especial porque logré ser campeón con mi club, ante mi familia, mis amigos y se trató de un desafío importante en mi carrera”, señaló.
¿Por qué la Liga es atractiva para los jugadores grandes?
El pasado 27 de noviembre Biguá superó 101-94 a Nacional y, además, le sacó el invicto en el campeonato tras ocho juegos. Ese día, las dos grandes figuras del Pato fueron Martín Osimani y Leandro García Morales.
El Oso evidenció que el secreto para estar vigente a los 42 años pasa por “mantenerse bien durante mucho tiempo y cuidarse de las grandes lesiones”.
Otro punto clave que lo ayudó a esto fue el cambio que tuvo con la pandemia del covid-19. “Me hizo bien para disfrutar de mi familia y estar más tranquilo ya que tengo otras actividades que me ayudan a desestresarme”, remarcó el basquetbolista.
A su vez, añadió: “Sí tenés que cuidarte y alimentarte, pero hoy no puedo entrenar como a los 22 años. Ahora es mucho más adaptación, descanso y saber en qué momento puedo apretar y cuándo no”, manifestó.
Osimani mencionó un ítem clave para que pueda rendir a buen nivel en Biguá: las características de la Liga Uruguaya de Básquetbol.
“La Liga desde su estructura nos ayuda a los jugadores ‘mayores’ por no tener el desgaste de los viajes, ya que podés estar todos los días en tu casa, ver a tus hijos y alimentarte bien. Esto es muy diferente a los campeonatos de otros países porque te pasás viajando para competir, la exigencia física es mayor, el horario también y todo contribuye a que quizás los basquetbolistas más grandes podamos seguir compitiendo”, argumentó el Oso.
Actualmente, está en plena recuperación de una lesión en el hombro que sufrió en la Liga Sudamericana.
“Estoy jugando limitado”, contó Osimani. “Pero eso es parte de jugar con esta edad: si uno no está fuerte de la cabeza te puede afectar en demasía. Estoy en una etapa en donde es más importante cómo te preparás, cómo llegás emocional y psicológicamente y no tanto los trabajos de cancha”, insistió.
A la hora de hablar del nivel de la Liga explicó que “es más competitiva de lo que se ve y de la fama internacional que tiene”, aunque aclaró que “tiene varias carencias en lo administrativo y a nivel de infraestructura”.
“Tenemos que dar un paso. Hay muchas instituciones que tienen problemas de organización, pero tal vez es un poco de falta de ayuda en lo económico para que se vea reflejado el trabajo de los clubes y los dirigentes”, soslayó. En tal sentido, se refirió a lo que vivió en algunos de sus pasajes por el extranjero: “Los clubes tenían ayuda gubernamental y exoneración impositiva que ayudan a las personas a que quieran invertir en el deporte”.
Su rol en las formativas de Nacional
En la pandemia Osimani se “reseteó”. Pasó más tiempo con su familia, bajó “la pelota al piso” con el básquetbol y le llegó una propuesta que le movió el piso: ser el coordinador de las inferiores de Nacional.
“Abrió el club social y generó un cambio al recibir las formativas. Me dieron la oportunidad para encabezar el proyecto y no sabía qué hacer. Una vez que arranqué me encantó”, comentó con una sonrisa.
En la mañana entrena con Biguá y en la tarde se va al Polideportivo Gran Parque Central para diagramar los distintos trabajos con los entrenadores de las formativas. “Es una tarea muy desafiante”, enunció varias veces.
Martín Osimani se siente un afortunado: juega al deporte que ama, en el club de su vida, ante su familia y lleva adelante otra tarea que le demanda lo mejor de sí.