Desde el otro lado del mundo y con 12 horas de diferencia, y en el día de su cumpleaños 48, el español Mateo Rubio atendió a Ovación apenas unas horas después de un partido heroico de su querido Trouville.

Contra todo pronóstico porque esta temporada pelea por la permanencia en los últimos lugares y porque enfrente tenía a Nacional (el mejor equipo de esta Liga Uruguaya, invicto en 14 fechas y campeón sudamericano), y porque al comienzo del último cuarto perdía por 15 puntos, el Rojo de Pocitos lo dio vuelta y defendió su preciado récord de 15 triunfos consecutivos en 2012, con Mateo Rubio a la cabeza.

“Los mensajes de felicitación por mi cumpleaños se me mezclaron con los de mis amigos trouvillenses con la alegría de mantener el récord invicto”, comentó entre risas. Hoy conduce al Fukui Blowinds de Japón —”Sopladores de viento”, tradujo—, con el que subió a la segunda división en su primera temporada y ahora pelea por ascender a primera. “Es la primera vez que dirijo fuera de España desde que volví de Uruguay. Estoy un poco lejos de casa, pero lo bueno es que puedo conocer el mundo gracias al trabajo”.

Foto: cortesía para El País

Dijo que a Trouville lo sigue a través del grupo WhatsApp “de La Baranda”, que comparte con viejos amigos desde su etapa en Uruguay. “Allí van comentando los partidos, cuando ganamos y cuando perdemos”, expresó como quien se apropia de los resultados del club de su corazón.

“Sé que es una temporada difícil para ellos. Si bien en el baloncesto no manda el dinero, al final el que tiene mayor presupuesto contrata a mejores jugadores. Trouville tuvo la desgracia del incendio el año pasado y está en un momento de renovación. Sé que están jugando con muchos ‘pibes de la casa’, como se dice allí, y que más allá de los resultados el equipo siempre da pelea y eso es lo importante, porque es lo que yo detecté que le gusta al seguidor trouvillense, como a los uruguayos en general. Yo lo viví en primera persona: mientras luche, la gente apoya al equipo gane o pierda”, expresó en una especie de análisis a distancia del presente del Rojo. “Más o menos va por ahí”, dijo.

En una vieja entrevista para Ovación de hace 13 años, en plena racha de victorias, un joven Mateo Rubio explicaba que su método era “jugar un baloncesto lo más intenso posible, atractivo para el hincha, sin especular, rápido, valiente, y donde los jugadores den el 100% en todo momento”, factor que implicaba mucho recambio.

Más de una década después, recuerda que para jugar así “se juntaron varios factores”, en principio su “desconocimiento” del plantel: “En Uruguay se utiliza mucho la frase de ‘tener jerarquía’, que por supuesto se gana con los años, pero como yo no los conocía pues para mí ninguno tenía jerarquía, todos podían jugar. Bendito problema: tenía 12 jugadores a disposición, jugaban máximo 22 minutos por partido. Mientras más rotación más descanso y todos podían dar el 100%. Esa era la identidad de nuestro equipo: todos salían a la cancha sabiendo que iba a estar pocos minutos y podían ir siempre al máximo. Y eso generó una sinergia muy bonita con el público trouvillense porque veía a un equipo guerrero, luchador”.

Foto: Archivo

“El mérito fue de ellos porque podrían haber pensado que llegó un gallego. Aunque no soy gallego, soy catalán, pero entiendo el por qué —acotó entre risas y siguió—. Un gallego medio loco que no entiende nada, pero me recibieron de brazos abiertos, fueron respetuosos, disciplinados y fuimos a muerte con estas ideas”.

“El objetivo es el mismo: meter la pelota en el agujerito, pero el baloncesto español, europeo, es más eléctrico, cuida mucho el detalle técnico. El uruguayo cuida menos el detalle, es más combativo y mega competitivo. Son formas de entrenar distintas desde categorías inferiores y quizás a veces aparecen jugadores profesionales con muchas limitaciones técnicas, que las suplen con sacrificio".

"Ese carácter competitivo es lo que hace que un país de 3,5 millones de habitantes cada vez tenga más futbolistas en la élite, así es como se lo explico a mis amigos que no entienden de básquetbol. De hecho, yo en el Barcelona entrené a Agustín Ubal, y él mismo comentaba que cuando llegó a la Liga ACB (primera división del básquetbol español) de repente tuvo que reaprender un baloncesto diferente", señaló.

"Yo mismo incorporé ese carácter competitivo del jugador uruguayo—continuó—, y le ofrecí al equipo el método europeo de trabajar el detalle técnico. Y no solo yo, es algo que en España copiamos de la generación dorada del baloncesto argentino, sobre todo personificado en (Luis) Scola. Una característica de Sudamérica en general, pero abanderada por Argentina por los éxitos que obtuvo”.

Tras aquella exitosa temporada, que no pudo coronar con el título porque cayó en playoffs ante el campeón —Aguada—, Rubio tuvo una experiencia más en Uruguay antes de retornar a España: fue ayudante técnico de Pablo López en la selección uruguaya de básquetbol, experiencia que guarda con mucho cariño.

Enseguida relató: "Luego me nombraron seleccionador principal para jugar el Torneo del Sur, que al final se suspendió y nunca pude debutar (como cabeza del cuerpo técnico), cosa que me habría hecho mucha ilusión".

"Pero la experiencia con la selección fue muy bonita porque además me pude empapar todavía más de todo ese sentimiento. Quizás es una tontería, pero nosotros (los españoles) no tenemos letra en nuestro himno. Entonces cuando vamos a una competición internacional no podemos cantar el himno, porque no tiene letra. Y poder escuchar desde dentro como el equipo y el público cantaban el himno uruguayo, fue simplemente emocionante sentir esa pasión por defender tu bandera", recordó con entusiasmo.

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