HISTÓRICO
Venció al Real Madrid en su propio estadio: así lo recuerda Atilio Caneiro, el capitán de aquel equipo
Atilio Caneiro nunca lo olvidó y hoy puede contarlo hasta con lujo de detalles: hace 55 años le tocó, como capitán del Sporting Club Uruguay, levantar la primera Copa Intercontinental de basquetbol, lograda ante Real Madrid en la propia capital española.
Para él, hincha del club, representa el mejor recuerdo de su vida deportiva. Para el viejo Sporting, decano del básquet uruguayo, y para todo el deporte celeste, una fecha memorable.
Fue el 28 de abril de 1965, por lo cual ayer se cumplieron esos 55 años. Sporting venció 78-73 y logró el título.
El equipo base estaba integrado por Caneiro, Víctor Hernández, Luis Coster y los estadounidenses Wine Mullins y Melvin Thompson. Completaban el plantel Walter Broccos, Enrique Pardo, Rodolfo Iribarne, Luis Castro, José Lleras, Carlos Quintana y un muy joven Omar Arrestia. El técnico era Dante Méndez.
GIRA. “El contador José Pedro Damiani, que presidía Sporting entonces, acordó con los dirigentes del Real Madrid la disputa de la Copa Intercontinental entre los campeones de América del Sur y Europa. Real Madrid era el campeón europeo. Sporting había sido campeón sudamericano en 1959, antes que yo debutara en primera, pero hasta 1965, no se por qué motivos el torneo no volvió a jugarse, por lo cual éramos los campeones vigentes”, cuenta Caneiro.
Sporting realizó una gira previa por España antes de la final. “Recuerdo que llegamos al aeropuerto madrileño de Barajas y ahí nos esperaban los americanos, que había traído Damiani. Y comenzamos una gira, en ómnibus, por varias ciudades”, añade.
Durante esa serie de encuentros, el equipo uruguayo se midió dos veces en amistosos con Real Madrid, en Santander y La Coruña, y perdió ambos. Pero la serie de encuentros les permitió ir logrando paulatinamente la mejor forma y a la vez, que los dos estadounidenses se acoplaran al funcionamiento del conjunto, mientras se acercaba la fecha marcada del 28 de abril.
ASI JUGABA. Atilio repasa cómo jugaba aquel Sporting. “Yo era el base. Víctor Hernández, el escolta, era muy ágil, muy veloz. Y era un goleador nato. Embocaba de todos lados. Luis Coster era habitualmente el 3, pero pasó a jugar de 4 para dar lugar a los americanos”.
“Estos eran muy buenos, y se adaptaron tanto al plantel como al juego del equipo. Ambos medían más de dos metros. Mullins era de 2.11, una estatura inusual en el básquet de esa época. Thompson era un gran jugador. Estuvo entre los 16 preseleccionados por Estados Unidos para los Juegos Olímpicos de Roma 1960. Y aunque al final no quedó en el plantel, esa designación habla claro sobre su valor”, añade.
“Otro que jugaba seguido era Luis Castro. En la final entró un rato el ‘Chumbo’ Arrestia, que tenía 18 años. Él estaba entre ir a Peñarol o venir a Sporting, pero Damiani lo convenció para jugar con nosotros con la promesa de estar en la Copa Intercontinental. Se sumó al plantel en esa instancia. Por eso, y por su juventud, estuvo poco en la cancha. Todavía no era el gran jugador que llegó a ser”, añade.
Aclara que en el básquet de la década de 1960 solían entrar hasta seis o siete integrantes del plantel, sin la rotación actual. El ritmo de juego era otro, y de hecho algunos hombres solían permanecer en el rectánguilo durante todo el partido.
¿Y cómo era el jugador Caneiro? A él le cuesta definirse, pero termina contando: “Como base, me gustaba mucho ordenar al equipo, pensar los movimientos ofensivos. Hay que aclarar que entonces la posesión era más larga, de 30 minutos, y no existía el tiro de tres puntos. Y me gustaba el gol. Modestamente, era un base con gol”.
EL TRIUNFO. “La final, en cancha de ellos, fue un partido muy difícil, pero tuvimos la suerte de ganarlo -relata Caneiro- . Real Madrid tenía un gran equipo, con dos americanos muy buenos que hacía tiempo que jugaban con ellos. Pero nosotros tuvimos uno de esos días en que todo el cuadro anda bien. Fuimos tanto a tanto todo el juego, hasta que sobre el final sacamos esos cinco puntos de diferencia que nos dieron el triunfo”.
Caneiro, como capitán, recibió el trofeo de manos de Renato William Jones, el legendario presidente de la FIBA. También lo saludó Raimundo Saporta, titular del básquet en Real Madrid y mano derecha del presidente Santiago Bernabéu. Y ambos planteles compartieron un lunch en las instalaciones madridistas.
Entre las fotos que Atilio aportó de su archivo personal para esta nota aparece también la de una visita al estadio de fútbol del Real. Allí está junto al técnico Méndez con el zaguero uruguayo de los “merengues”, José Emilio Santamaría. Fueron días que ningún integrante de la delegación pudo olvidar.
MEMORABLE. Para Caneiro, un sportingniano auténtico, pues en partidos oficiales solo defendió su camiseta (y la de la Selección uruguaya) en sus más de 20 años de trayectoria, aquella victoria representó “la más importante” de toda su carrera.
Y eso que jugó diez años en la selección uruguaya, ocho de los cuales fue su capitán.
Debutó en la primera de Sporting con 15 años, en 1959, y solo se despidió en 1980 debido a una lesión que no terminaba de curarse, pero de inmediato fue designado técnico del equipo y fue campeón federal ese mismo año. Luego dirigió a otros equipos: Cordón, Stockolmo, Aguada y Verdirrojo.
Aquel Sporting campeón intercontinental no pudo, sin embargo, ser campeón federal. “Entonces había varios grandes equipos. A nosotros nos tocó jugar finales con Welcome y Tabaré. Las dos veces tuvimos la mala suerte de sufrir lesiones o problemas personales en algunos jugadores importantes, por lo cual no pudimos enfrentar esos partidos con todo nuestro potencial”, explica.
Con la Celeste, Atilio tuvo dos períodos. Fue convocado por primera vez a los 18 años, en 1963, para el Mundial de Brasil y los Panamericanos de San Pablo. Después sufrió varias lesiones que lo postergaron, hasta que en 1971 fue citado nuevamente, ya como capitán, para el Sudamericano de Montevideo.
Y estuvo en cinco sudamericanos, hasta el de Bahía Blanca 1979, con dos subcampeonatos (1971 y Valvidia 1977). Siempre como capitán, otro motivo de orgullo para siempre.