EN GIRONA
Mónica Ayats es enfermera y juega de volante en el equipo femenino de Girona FC: hace un mes recibió una sorpresa que le será difícil de olvidar
Mónica Ayats tiene 23 años. Es enfermera y estuvo en la primera línea de la lucha contra el COVID-19 en el hospital de Girona, o Gerona, como dice ella en catalán. La joven juega al fútbol en el equipo femenino del Girona FC. Es volante y una de las tres capitanas. Y hace un mes recibió una gran sorpresa: una videollamada de Cristhian Stuani, el futbolista que más admira, quien le prometió su camiseta número 7 firmada.
Todo comenzó porque Mónica participó en una campaña que realizó el club para conseguir fondos para la lucha contra el coronavirus. A ella se le ocurrió que podía hacer el video vestida de enfermera. Más teniendo en cuenta que los donativos serían para el hospital en que ella trabaja. Su participación tuvo mucha repercusión en los medios catalanes. El encargado de prensa de Girona le preguntó entonces cómo podían agradecerle por la entrevistas y ella respondió, un poco en broma, que con una camiseta firmada de Stuani. No imaginaba entonces que tras terminar su turno en el hospital iba a estar en contacto con el delantero uruguayo.
“Un día hablando con el hombre de prensa me dijo que si necesitaba algo, o quería algo a cambio de todas las entrevistas que había estado dando, se lo pidiera. Y yo por hacer una broma le contesté: ‘Hombre, pues a una camiseta firmada de Stuani no le diría que no’. Lo hice como una gracia”, contó Mónica desde el piso compartido donde vive tan cerca del hospital que lo ve desde su ventana.
“Un día me dijeron que iban a hacer una reunión con la gente del club para hablar sobre la campaña. Y que me iban a llamar. Me engañaron completamente. Me dijeron que me conectara yo primero y eso me pareció raro. Entonces vi que estaba Cristhian. No supe reaccionar, me quedé muy seria. Estuvimos como 20 minutos hablando y estaba muy emocionada por dentro”, admitió y contó por qué admira tanto al uruguayo. “Cuando voy a ver al Gerona es el jugador que más me gusta. Lo admiro por su forma de jugar y por cómo habla, siempre tan humilde. Muy familiar y muy de aquí, aunque sea de Uruguay. Je”, reconoció mientras espera con ansias que termine la pandemia para hacerse con la camiseta firmada. “Estoy deseando que llegue ese momento”.
Mónica nació en Calonge, un pueblo de poco más de 10.000 habitantes ubicado en la costa, a unos 30 kilómetros de Girona. “Como hice la carrera aquí, estuve yendo y viniendo de mi pueblo, pero hace unos cinco años que estoy por acá”, explicó la joven, quien se recibió hace un año. Aún es una novata como ella misma se definió, pero eso no impidió, sin embargo, que trabajara en la lucha directa contra la pandemia.
“Estuve trabajando en semicrítico cuando empezó todo, porque tuvieron que reorganizar todo el hospital. Casi todo el hospital era de cuidados intensivos o semicríticos, pero ahora ya estoy en la planta de cuidados moderados. Haciendo un poco lo mismo, pero con otro tipo de pacientes, no de COVID-19. Pacientes recién operados”, contó sobre su trabajo en el hospital Universitario Josep Trueta, el más grande que hay en Girona.
Enfrentarse a la pandemia fue una gran experiencia para Mónica. “He aprendido muchísimo -porque terminé la carrera hace un año y soy novata- a nivel teórico y personal. Ha sido todo un reto para mí, del que intento llevarme todo lo positivo. Hasta ese momento había trabajado en el CAP (Centro de Atención Primaria), donde no veía casos tan graves. No había convivido nunca con la muerte. Plantarme delante de una pandemia y ver la muerte cada día fue muy duro. No quiero sonar fría, pero al final a uno se le hace la piel dura y es necesario porque si no saldrías mal del trabajo. No podrías hacerlo. Era todo un reto y creo que lo pude hacer. Estoy bien”, explicó quien hasta ahora estaba trabajando por la noche cumpliendo un turno de diez horas, pero acaba de pasar para la tarde.
CREATIVA. Lleva dos años integrando el equipo femenino de Girona, pero juega al fútbol desde los 11 años. “Empecé a jugar con los niños en el equipo del pueblo. Y a medida que me fui haciendo mayor ya no podía jugar con niños y tuve que buscar un equipo femenino. Era bastante complicado porque no había muchos en ese momento. Me tuve que ir a un pueblo y a otro para poder jugar. Ahora hay más equipos, pero antes, muy poquitos. Cuando yo empecé a jugar no había nada”, relató quien afortunadamente siempre se sintió apoyada por los varones con los que jugaba como por sus padres.
“No tengo queja y he tenido una buena experiencia. Eran los chicos de mi clase, entonces ya éramos amigos hacía años. Y ellos mismos me animaban a jugar con ellos en el patio. ‘Ven, apúntate’, me decían. Pero como no era lo que estaba mejor visto lo fui aplazando. Y fui probando todos los deportes: básquetbol, taekwondo, hasta que decidí jugar a lo que realmente me gustaba, más allá de lo que dijeran los demás. Era la única niña de todo el club, pero no tuve ningún problema por suerte”, afirmó.
“A raíz de que yo empecé se comenzaron a animar otras niñas y terminamos siendo cinco o seis. El año pasado estuve entrenando a niños pequeños allí y animé un poco a la directiva a que hicieran un equipo femenino. Y este año hay uno por primera vez en Calonge”, siguió contando Mónica, quien juega en la mitad de la cancha. “Soy volante creativo, no tanto de marca”.
Antes de que se cortara la actividad por la pandemia del coronavirus, el equipo femenino de Girona -que compite hace solamente tres años- estaba segundo en el campeonato de Primera Catalana con serias aspiraciones de conseguir el ascenso a Preferente, donde se compite en toda Cataluña. “Queríamos subir de categoría, pero con todo esto quedará para otro año. Por ahora estamos entrenando con el plan de trabajo físico que nos manda la preparadora. Tenemos que grabarnos para corroborar que lo estamos haciendo y una vez por semana o cada 15 días tenemos una videoconferencia para saber cómo estamos, cómo va todo. Porque estando cada una en su casa es complicado tener esa sensación de equipo unido. Se extraña porque el club es como tu segunda familia. Y las compañeras son a las que más ves, con excepción del trabajo o de si tienes familia o pareja. Chocó un poco que todo se terminara de un momento para el otro”.
Mónica y sus compañeras no cobran por jugar, pero a pesar de eso, si tuviera que elegir entre el fútbol y la enfermería se quedaría con lo primero. “El fútbol engloba mi vida social y personal. La enfermería me encanta, pero es mi trabajo. Y como ya he dicho, no quiero vivir para trabajar, sino hacerlo para poder vivir. Si tengo que quitarme horas de trabajo para jugar lo haré. Lo que no haré es dejar de jugar para trabajar”, aseguró con una madurez impropia de los 23 años que tiene.