"Hay algo que sigue vivo...”, se escucha por los altoparlantes de un auto que pasa por los alrededores del estadio Capurro. Es una melodía bulliciosa, que roza el límite de lo crispante y queda expuesta en el temblequeo frecuente del vidrio trasero de un auto. A pocos metros de allí, está Agustín Requena (25 años), que lleva prácticamente 11 meses sin jugar un partido oficial, pero cada día que pisa una cancha renueva su ilusión para una vuelta que, ahora sí, parece estar a la vuelta de la esquina.
Es una tarde más de verano y hay práctica del plantel de Fénix. Algunos nombres resonantes, como los de Fabián Estoyanoff y Juan Álvez, se roban la atención por el simple hecho de ser capitanes sin la necesidad de portar el brazalete. Entre ellos se cuela Requena, hoy con otro protagonismo en el equipo, luego de haber sido intervenido tres veces en su rodilla en el último año.
—De todo esto se aprende a valorar muchas cosas. Cuando iba cuatro meses de la operación no veía la hora de ponerme un zapato de fútbol, que era algo rutinario. Llegaba, me vestía, tenía zapatos. Y yo decía “mirá lo que estoy valorando que antes era algo tan natural como respirar para mí”. O miraba un partido, veía cómo se tiraba un arquero y decía “yo no me puedo tirar así”.
Una nube de pensamientos oscuros balbuceó por su cabeza después de despertar del quirófano y quedar en “shock” al enterarse de la gravedad de sus lesiones. Además de los meniscos, lo habían intervenido por una rotura de ligamentos cruzados. Fue entonces que pensó: “De acá en adelante todo es recuperación”. Pero después de volver a pisar una cancha todo se le hizo más cuesta arriba.
Se ponía fechas, se autopresionaba y al ver que los tiempos no siempre coincidían con sus deseos terminaba ahogado en un balde de decepciones.
—Veía que mi pierna no me respondía como yo pretendía y empecé a caer. Me ponía muchas fechas y si no lograba algo, sentía que me atrasaba. Tenía expectativas de estar en 2023, me generé mucha ansiedad y me pasó de decir “pah, no me está dando”. Ahí me hice la segunda intervención, con la expectativa de llegar a la pretemporada pronto para poder competir. Pero tampoco me estaba sintiendo cómodo y me frustré bastante. Ahí dije: “Ya está, no juego más porque no le veo solución a la pierna”.
Aunque todo pintaba oscuro, Requena encontró luz al final del túnel. Su familia lo ayudó a canalizar esas frustraciones y su psicólogo Gabriel fue útil para que aprender a no presionarse y entender que el estudio podía ser su mejor aliado cuando estaba empecinado con enfocarse solo en el fútbol.
—Yo todo el tiempo estaba pensando: “¿Qué más tengo que hacer para poder jugar?” Yo decía: “Entreno bien, me cuido con la comida, voy a un gimnasio, al psicólogo, a un nutricionista y no juego. Mi ecuación tenía que ser 2+2=4. Y en realidad no. Muchas veces vas a hacer todo para jugar y no vas a jugar.
Todavía con la recuperación en marcha, está motivado para volver a ser él. El Agustín Requena titular, el que llevó la cinta de capitán en Fénix cuando todavía tenía edad de principiante, y el que no pierde de vista la facultad como estudiante de Administración de Empresas.
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