ENTREVISTA
El delantero de 24 años goza de un buen presente en Boston River, donde lleva cuatro goles en cuatro partidos jugados en el Torneo Clausura.
Los ojos de un hijo pocas veces olvidan si a su padre le apuntan a la cabeza con un arma. Mucho menos si estuvieron allí para presenciarlo. Eso le sucedió al delantero Agustín Rodríguez, que hasta hoy recuerda el shock de aquel momento, a la salida de una práctica de baby fútbol: “Yo salí corriendo para el kiosco de la esquina y le dije ‘ayudá a mi viejo, que lo están robando’. Cuando salió (el kiosquero), el loco se había ido corriendo y le había sacado $2.000, que era lo último que le quedaba. Esas cosas no te las olvidás más. Esas cosas te marcan”.
El delantero de Boston River presenció varios robos en su infancia. En una oportunidad, cuando vivía en el Marconi, fue hasta el galpón del fondo de su casa y se encontró con que su bicicleta y la de sus hermanos ya no estaban. “Pasamos cosas difíciles. Fue un barrio bastante duro y yo era chico”, recordó a Ovación.
Vivió un tiempo allí, a partir de la separación de sus padres, cuando entraba en la adolescencia. Lo hizo madurar, encargarse de llevar y traer a sus hermanos de la escuela y llegar al interior con mucha experiencia. “Mis viejos se separaron y me tuve que ir con mi vieja para Durazno. Ahí dejé el fútbol. Me costaba dormir de noche”.
Todas esas vivencias hacen que hoy, a sus 24 años, viva con tranquilidad su buen presente futbolístico -lleva cuatro goles en cuatro partidos del Clausura- y no le intimide jugar en escenarios importantes ante los grandes. “No me genera miedo ir al Campeón del Siglo o al Gran Parque Central. Al revés: me motiva. Me dan ganas de jugar todos los fines de semana en esas canchas. Es como cuando jugaba en el cuadradito cuando era chico. Quiero jugar, hacer un gol, ganar e ir al vestuario.
OBSESIÓN. Una pequeña área de hormigón a la que los niños del Cerrito llamaban “cuadrado” fue la primera cancha en la que Rodríguez se empezó a familiarizar con hacer goles. Dio el paso al baby fútbol antes de cumplir los cuatro años, cuando apenas pronunciaba enunciados con coherencia, y el complejo de viviendas del barrio ya era, por entonces, la puesta a prueba de todas las tardes. Esa costumbre, con el paso del tiempo, se convirtió en una obsesión.
“Me empezó a gustar (el fútbol) y ya de chiquito era el gol y nada más que el gol. Y me pasa ahora eso; capaz que me decís que fui el mejor del partido, que Boston River le ganó 4-0 a Peñarol o a Nacional, pero si yo no hice un gol, por dentro me vengo mal. Trato de no demostrarlo porque queda mal con el grupo, pero en lo individual digo: ‘¿por qué fallé si yo no fallo eso?’”, aseguró Rodríguez, que se define como un “obsesionado” del gol.
Su olfato goleador y perseverancia lo hicieron pasar por las formativas de Defensor Sporting para luego ser figura de la Primera de Wanderers de Durazno, donde hizo tres goles en el debut con 17 años.
Más tarde se fue a Racing de Sayago, donde debutó en la máxima categoría profesional, pero, por falta de continuidad, decidió salir a probar suerte en Juventud de Las Piedras, club al que todavía pertenece su ficha.
Tuvo un pasaje a préstamo por Nacional de Paraguay y este año calzó perfecto en el esquema de Ignacio Ithurralde, con nueve goles en 23 partidos del Campeonato Uruguayo.
“No tuve la suerte de debutar (como titular) más chico. Se me dio ahora y cada carrera es diferente. Quiero aprovechar el momento al máximo”, expresó.
Comprarle una casa sus padres y sacarlos del barrio es su mayor sueño: “Que estén comodos los dos, que toda la vida laburaron”.
EL DESAFÍO DE JUGAR CONTRA LOS GRANDES. "Cuando entré al Campeón del Siglo (CDS) y al Gran Parque Central (GPC) no lo podía creer. Fue una locura. Te motiva. Es el espectáculo. Imagínate que entrás y hay 30.000 personas. Yo pensé: 'Ta, se me pasa por abajo del pie, me chiflan y me quiero morir'. Pero entré y me entró una adrenalina que quería pechar, hacer un gol", contó.
"Me encanta enfrentar a los mejores. El día que jugué mi primer partido en el GPC, enfrenté a (Leonardo) Coelho y (Nicolás) Marichal, que yo veía que eran los mejores zagueros, que no les hacían un gol. Terminó el partido, perdimos, yo no hice goles, pero por cómo fue -que estaba lleno el Parque, que vi que de espaldas no podían, que les picaba al espacio y que tuve un primer tiempo en el que no pudieron-, dije por dentro: 'Pah, no estoy tan lejos'. Ahí es donde te medís. En el CDS no pude jugar. Lo viví del banco", continuó.
EL CRUCE CON ROCHET. "Tuve una jugada con (Sergio) Rochet: pelotazo largo, ya en la última del primer tiempo. Él salta, yo demoro en llegar y sin querer pongo el brazo y le pego. 'Justo a Rochet', digo. Le digo que fue sin querer, no me creía. Estaba re caliente. Yo le decía: 'Chino, quiero que ganes el Mundial, no te quiero lesionar'. Y él re caliente".