EFE
En un partido marcado por una suspensión durante 25 minutos del partido por una tormenta eléctrica con una tremenda tromba de agua, un gol anulado a cada equipo por la revisión del VAR, las ocasiones de las dos selecciones y un penal fortuito que aclaró todo su panorama, la selección de Alemania superó la prueba, doblegó a su par de Dinamarca y avanzó hasta los cuartos de final de la Eurocopa 2024, pendiente de su siguiente desafío: España o Georgia.
Un triunfo subido en una montaña rusa, cuyo comienzo fue fulgurante, imponente. Después perdió fuerza para resolverlo todo en la segunda parte, impulsado por la mano de Andersen que detectó el VAR y decretó el árbitro Michael Oliver en el penal que transformó en el 1-0 Kai Havertz y lanzado ya definitivamente hacia la clasificación por el 2-0 de Jamal Musiala.
No haría bien Alemania en contentarse demasiado. No es una máquina perfecta. Ni se acerca. Por instantes, lo aparenta. Parece apabullante. Es 'su' Eurocopa. Lo sabe y lo transmite. Es su oportunidad. Lo siente y lo demuestra. Después, sufre. Como casi todas las selecciones. Cuando Dinamarca se asentó, en cuanto soportó el comienzo contra las cuerdas, resistente ante una sucesión de ocasiones en 10 minutos, demostró que el conjunto germano también es un equipo vulnerable. Se le puede ganar, aunque no lo hizo.
Sintió el miedo Alemania cuando Neuer lo salvó al borde del descanso. O, sobre todo, cuando Andersen embocó a gol un barullo en el área, en el minuto 48. El VAR lo corrigió. Como si fuera un gol, la celebración de la inaudita mayoría en las gradas del Signal Iduna Park fue apoteósica. Instantes después, el videoarbitraje detectó la mano de Andersen en el otro área. Lo señaló el árbitro entre la ayuda del monitor, del sensor de la pelota y de una imagen clara. Kai Havertz transformó la pena máxima. Minuto 53.
El inicio de Alemania rebasó las expectativas. A Dinamarca se le vino un ciclón encima. Lo soportó. Una tormenta de fútbol contenida por las paradas de Schmeichel y, sobre todo, por la controvertida decisión del árbitro y del VAR, cuando determinó la anulación del gol de cabeza de Nico Schlotterbeck, que saltó más que nadie, mientras Ilkay Gundogan era un estorbo para el guardameta danés. La polémica reside en si su influencia fue tanta.
Tan solo en tres minutos y 19 segundos. No había salido aún Dinamarca de su territorio. Ni lo hizo hasta tiempo después. La posesión alemana lo encogió en su área. La presión lo desconectó en cada salida. Schmeichel voló a un tiro de Kroos, se apresuró a repeler otro cabezazo de Schlotterbeck cuando se percató que iba hacia dentro y rechazó una volea de Havertz, entre las manos y la cara, de forma poco académica, pero efectiva. Suficiente.
Diez minutos, tres remates, cuatro saques de esquina (los remató todos Alemania) y un gol anulado. Hasta ahí. Dinamarca se sostuvo. Y se levantó. Su mejor noticia era el 0-0 con el que el partido atravesó todas las turbulencias del arreón alemán. Rebajadas las revoluciones de Alemania, hasta se atrevió a atacar el equipo danés, con el tremendo centro largo de Andersen y el perfecto control de Eriksen. Aún más lo fue el cruce de Rudiger, más que listo. Portentoso todo el encuentro.
Una señal para Dinamarca. Un aviso para Alemania, aún más cuando Maehle tentó el gol dentro del área. Al lateral de la red. El partido era otro. De nuevo Maehle, derribado al borde del tiro por Andrich. La falta de Eriksen chocó con la barrera. Ya tronaba el cielo de Dortmund, cuando se desató una descomunal tormenta eléctrica que puso todo en duda.
Minuto 35. Suspendido el duelo. 25 minutos de espera. Los jugadores en sus aposentos. Más de 60.000 aficionados en las gradas, bajo una tromba de agua, con cascadas por algunos sectores y el ruido atronador de las descargas eléctricas, a la espera de noticias, de la vuelta a la acción al borde de las diez de la noche, con dos ocasiones más de Alemania y con la aparición salvadora de Neuer ante Hojlund, en un contragolpe danés imparable.
Otra advertencia. La enésima para Alemania, diluida desde el minuto diez en adelante, sin el control que tanto le gusta de la pelota, sin la conexión que tanto necesita de Musiala, perdido en regates para nada, sin los pases punzantes de Toni Kroos... Sin nada de todo lo que había demostrado en su primera ofensiva, sostenido por Rudiger y Neuer de repente, aliviado cuando el árbitro señaló el descanso, consciente de que el pase a cuartos exigía mucho más.
Sobrevivió, por el VAR, al gol de Andersen, el 0-1 en el minuto 48, por un milimétrico fuera de juego. Y resurgió, mediante el VAR, por una mano del propio Andersen en un centro lateral. La revisó Michael Oliver en el monitor, atendió al rango de sonido del sensor de la pelota, aunque la imagen ya era más que clara, con la mano despegada. Fortuita, sí. Penal, también. Havertz lo lanzó perfecto, tan ajustado, inalcanzable para Schmeichel.
Después, Havertz, un goleador siempre en duda, un futbolista que se mueve mucho mejor entre líneas que en la definición, infinitamente mejor, perdonó el 2-0. Un retrato de la falta de pegada del delantero titular de Alemania en esta Eurocopa, con Füllkrug en el banquillo. Como también lo fue siguiente acción, pero al revés. Lo hizo todo perfecto para entregarle el gol a Sané. El fallo de su compañero fue increíble. Una vida extra para Dinamarca.
Se la quitó definitivamente Musiala, al que no le falta tino. Ni gol. Antes intervino Neuer para repeler el 1-1. Después, el fenomenal futbolista alemán incidió ya sobre las concesiones defensivas de Dinamarca, inalcanzable en su carrera, incontestable en su definición, para lanzar a Alemania a los cuartos de final. España o Georgia.