Alvaro Gutiérrez habla sin rodeos. No sube el tono. No cambia el ritmo. Ni ralentiza ni se apura. Habla tranquilo. Simple. De la misma manera que le gusta que jueguen al fútbol sus equipos.
Con mucha tranquilidad, abre las puertas de un garaje cubierto de madera, desde donde asoma un extravagante Buick Riviera, fabricado en Estados Unidos en 1968 y comprado después de clasificar a los octavos de la Copa Libertadores para cumplir con una promesa. ¿La condición? Que fuera "exclusivo".
Y eso no es todo: a su lado, sobre una de las paredes, reposa la factura original de compra, un cuadro con un reconocimiento que recibió en una exposición y otras tantas réplicas de autos en miniatura, además de una guitarra, cascos, y otros objetos que hacen de su taller un lugar de colección casi inimitable.
Cada artefacto visible hace pensar en que es un acumulador compulsivo de “chatarras” —como su propia esposa lo acusa— y no un director técnico. Aunque también, a evaluar por sus horas de sudor y sangre puestas, fácilmente se podría decir que su dedicación se emparenta con el agotamiento mental que tuvo dirigiendo en el último año.
Lejos de los flashes y mentalizado en tomarse unos días de vacaciones durante las fiestas, Gutiérrez quiso esperar a que terminara el Campeonato Uruguayo para romper el silencio y conceder esta entrevista.
Se tomó unas semanas para descansar, analizó en frío, y en no más de 50 segundos deslizó, sentado sobre una banqueta rasa, algunas de las conclusiones más importantes sobre su último ciclo, sin escaparle a la autocrítica.
—Me quedó la espina de haberle llegado un poco más a los jugadores para tener esa conexión y energía que tuvimos en la Libertadores. Yo me hago una autocrítica por eso. No pudimos lograr que el equipo rindiera en el torneo local con el nivel de compromiso futbolístico que tuvo en la Copa.
Hoy, que su paciencia parece estar hecha de fierro, mira para atrás y reconoce que aprendió a canalizar las valoraciones negativas sobre su trabajo de otra forma. Muchas veces, como su hijo mostró en un video que se viralizó en redes sociales, el playstation y los videojuegos le han servido como distracción. Sin embargo, no siempre fue así.
En enero de 2022, cuando coqueteó con la posibilidad de asumir su tercer ciclo como entrenador del club (pero finalmente desistió), tuvo que ir a la psicóloga porque “cargaba” con muchos motes: el de ganador de campeonatos, invicto en clásicos y “salvador” del equipo siempre que estaba hundido en un pozo.
—El fútbol es muy estresante. Más en un equipo como Nacional, donde por más que conquistes o no el objetivo, terminás agotado mentalmente. Hay muchas presiones. Para hacer funcionar esto, tenés que estar involucrándote en el sentimiento de los jugadores, en ser un equilibrista, balancear los egos de uno y otro, los objetivos de la directiva, lo que quiere la hinchada, y entender que nunca hay dos opiniones iguales.
Contrataciones
En esta última etapa de siete meses, que transcurrió del 20 de marzo al 20 de octubre, Gutiérrez no tuvo la misma suerte de sus dos períodos anteriores. En primer lugar, porque falleció José Fuentes, el hombre que levantó el teléfono para volver a llamarlo.
En segundo orden, también es justo decir, su pasaje quedó dividido en dos fracciones: el antes y después al inicio del mercado de pases.
Nacional, con su clasificación asegurada a los octavos de final de la última Copa Libertadores, se deshizo de Fabián Noguera, Gastón Pereiro, Sergio Rochet y Camilo Cándido. Y a los pocos días, después de quedar eliminado en la serie contra Boca Juniors, oficializó la salida de Alfonso Trezza.
La directiva se puso manos a la obra y contrató en todos los puestos salientes, a excepción del arquero. Pero, a juzgar por el desempeño en el Torneo Clausura, quedó muy lejos de dar el“salto cualitativo” del que hablaba a mediados de agosto el vicepresidente Gonzalo Lucas durante una rueda de prensa que dio en Los Céspedes.
La llegada del zaguero Franco Romero, utilizado como tercera opción en la zaga, estuvo lejos de suplir el protagonismo defensivo y ofensivo que tenía el argentino Noguera en las dos áreas, que fue el máximo exponente goleador del plantel en la Copa. Lo mismo el paraguayo Antonio Galeano, que sustituyó a Trezza, pero completó un semestre decepcionante con apenas 228 minutos jugados (y solo dos titularidades).
Tampoco corrió con suerte en el inicio Gonzalo Carneiro, que firmó de apuro para llegar al partido con Boca y sufrió una fractura en el tercio medio del peroné que lo dejó sin jugar por dos meses y medio. El Guti se quedó con las ganas de disfrutarlo. "Lamentablemente, cuando surgió la posibilidad de traerlo, todo el mundo era optimista de que iba a andar bien, pero se lesionó y no lo pudimos disfrutar a pleno".
Y, por si fuera poco, a principios de agosto se anunció la incorporación de José Alberti, que por el momento no cumplió con las expectativas y en los últimos partidos ya no fue tenido en cuenta por el actual entrenador, Álvaro Recoba, a quien Gutiérrez le desea lo mejor para 2024 y se enorgullece de que haya sido el elegido para suplirlo.
A sus 55 años, el protagonista ya no escatima en hacer valoraciones y reconoce que Gonzalo Castro, otro de los incorporados, fue un pedido suyo. Le mandó un mensaje cuando se retiró y, a su parecer, “estuvo bueno” que se le hiciera un homenaje-despedida en Nacional, el club al que él, como DT, siempre le dejará la puerta abierta.
Los números
Durante su conducción, el Guti no pudo encontrarle la vuelta al equipo y calcar la hazaña de otras temporadas en las que sí revirtió una desventaja en la Tabla Anual para consagrarse campeón uruguayo al final del año.
Los resultados procesados por Ovación desnudan por sí solos el quiebre que tuvo el plantel a partir del 1º de julio, cuando pasó de ganar el 62,7% de los puntos disputados a estancarse en el 50% en el segundo semestre.
El otro Guti
El rock and roll, la guitarra, las manualidades y el balneario La Paloma son algunos de los cable a tierra de Gutiérrez, que hoy solo mira fútbol local porque se convenció de que del europeo estamos “muy alejados”.
Acumulador, fanático de los autos y pensante, tiene múltiples facetas desconocidas que reflejan una pintoresca vida a las afueras de las canchas de fútbol. Su ímpetu fue ese que hace 10 años, en 2014, lo llevó a tomar coraje para caer a su casa con una perra entre brazos. Era Gloria, una pequeña que estaba abandonada en Los Céspedes, con la que sorprendió a su mujer y hoy la quieren como si fuera una hija.
Una tarde, después de que ya lo había embarcado y mientras esperaba que su auto le llegue, Gutiérrez seguía indagando por los Buick Riviera y encontró una publicación que decía "auto sostenido en la máquina del tiempo". Era el mismo.
Se puso en contacto y dio con la hija de su primer dueño para conocer a fondo la historia, que compartió con Ovación. "Fue comprado por un tal Jolly, un héroe de guerra americano al que le dieron una medalla de bronce porque condujo una ambulancia en la Segunda Guerra Mundial, a través de un campo de minas, para salvar a un piloto caído en combate. Era un loco por los autos. Me contacté con la hija y estuvimos intercambiando fotos. Siempre durmió bajo techo.
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