Unas 500 personas desafiaron los siete grados y se reunieron en la explanada de la Intendencia de Montevideo para ver la hazaña de Uruguay en la pantalla de IMPO en la final del Mundial Sub 20, con una euforia que no paró de crecer desde la previa.
Venían desde “media cuadra”, como Beatriz, una señora que prefirió ver el partido acompañada de la multitud a verlo sola en su apartamento de Ejido; y desde Ciudad de la Costa, como Gustavo, que tenía fe ciega en el equipo y venía a la explanada porque estaba seguro de que iba a haber festejos.
Al empezar el partido predominó la calma entre los asistentes, que aprovechaban para comprar la tradicional torta frita de la esquina. Hasta que llegó el cabezazo de Anderson Duarte en el minuto 21. Desde ese momento y hasta el final del primer tiempo, para los más de 300 hinchas que alentaban desde la explanada, el gol de Uruguay iba llegar en cuestión de minutos. Pero el árbitro sueco Glenn Nyberg marcó el final y el ánimo se aplacó.
Las escaleras de la Intendencia se terminaron de llenar en esos 15 minutos. El segundo tiempo empezó en la pantalla gigante, pero entre los hinchas se hizo notar recién en el minuto 67, cuando el córner de Luciano Rodríguez puso a todos de pie y sirvió de combustible para volver a alentar. A partir de entonces, la mayoría no volvió a sentarse.
Casi 20 minutos después llegó la roja al italiano Matteo Prati por la patada a Fabricio Díaz, y en 18 de julio se festejó como un gol. Pero fueron más los gritos de furia por la posterior revisión de Nyberg y su marcha atrás hacia la amarilla. Lejos de decaer, el aliento y el “Uruguay, Uruguay” fueron en aumento hacia lo que a esa altura ya parecía inevitable, el gol de Luciano Rodríguez en el minuto 85. La explanada vibró y se desmoronó en segundos, cuando se anunció la revisión, pero solo para volver a rugir cuando el VAR ratificó el gol que haría campeón a la Sub 20.
Los hinchas contuvieron la euforia durante los once adicionales, que se sintieron más largos que el partido entero. Pasados los diez minutos ya había quienes cortaban el tránsito de 18. La luz de la pantalla se reflejaba en la expresión intranquila de los hinchas, hasta que el silbato final los hizo correr hacia la avenida entre gritos, llantos y videollamadas: Uruguay se consagraba campeón.