En los clásicos se puede jugar bien, mal o regular. Ganar o perder. Pero hay un aspecto que no se puede negociar bajo ninguna circunstancia: la actitud. Y eso, los jugadores de Nacional lo entendieron a rajatabla y superaron en ese aspecto a los de Peñarol para comenzar a construir otro gran triunfo —esta vez por 2 a 1— para conquistar la Supercopa Uruguaya por tercera ocasión en su historia e igualar a Liverpool.
Y fue bajo ese punto que el equipo de Martín Lasarte empezó a imponerse porque hay que ser claros: el tricolor no fue un aluvión futbolístico ni mucho menos, pero lo poco que hizo le alcanzó y por momentos le sobró para superar a un conjunto mirasol que volvió a tener serios problemas defensivos a los que le sumó una gran carencia de ideas en la ofensiva.
La actitud de los jugadores de Nacional fue tan superior a la mostrada por los de Peñarol que ya desde los primeros minutos se pudo observar en el campo de juego en cada pelota dividida en la que los tricolores salían ganadores y la tribuna lo celebraba casi como un gol.
Ahí ya se podía empezar a ver algo de lo que se iba a venir después en el Centenario. Y si bien fue Peñarol el que sacudió a Luis Mejía primero y el panameño respondió notable, hubo una jugada que terminó de inclinar la balanza a favor del Bolso: el penal que Javier Burgos cobró a los 36 minutos.
Un mano en el área de Rodrigo Pérez, quien estaba de espaldas, fue revisada por el VAR y el juez se inclinó por sancionar la pena máxima. Jugada polémica, pero poco le importó al Diente López, que a los 38’ fusiló a Guillermo de Amores para el 1-0.
De ahí en más Peñarol quedó noqueado en la cancha. El equipo de Diego Aguirre no ofreció respuestas futbolísticas ni anímicas.
Cinco minutos después y en una segunda pelota tras un tiro libre, Jeremía Recoba —la figura del clásico por su alto rendimiento en la ofensiva— bajó la pelota de pecho y sin una sola marca alrededor, definió bárbaro para poner el 2-0. Golpazo.
El Mirasol estaba desconcertado, no pisó más el área rival y se fue al descanso 2-0 abajo, lo que obligó a la Fiera a meter mano en el once: mandó a la cancha a Pedro Milans por Damián Suárez, quien no justificó la titularidad, y a Diego García por Lucas Hernández, quien había sido la sorpresa del DT en la conformación del equipo.
Y precisamente fue García el que más quiso en el Carbonero. El atacante tuvo un muy buen ingreso, se puso el equipo al hombro —algo que nadie más hizo— y a los 70’ anotó el descuento para poner a Peñarol en partido.
Pero ni con ese impulso el equipo de Aguirre pudo lograr algo más porque nuevamente falló en lo colectivo y cometió errores que le terminaron costando caro ante un Nacional que sin ser arrollador, aprovechó sus momentos y con una dosis de actitud muy superior a la de su rival, volvió a celebrar en un clásico seis días después de haber ganado el de verano, pero ahora con un sabor más que especial porque estaba en juego el título de la Supercopa Uruguaya.
Martín Lasarte le ganó otra batalla táctica a un Diego Aguirre que sigue sin encontrar el rumbo en los clásicos y que dentro de 13 días tendrá otra revancha, nada menos que en el Gran Parque Central.
Nacional pegó en los momentos justos, festejó otro título ante su rival de todas las horas y llenó de dudas a un Peñarol que sigue en el debe. El tricolor lo ganó con autoridad y su gente está feliz.
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