Por Sofía Berardi
Danubio enfrentaba a Fénix cuando un chico salteño de 18 años y pelo largo empezaba a frecuentar el banco de suplentes de Primera. Tenía edad de Cuarta y tras ser subido, con una escala en Tercera, ese mismo día dejó la butaca para viajar a Países Bajos. La noche anterior al partido Ruben Bentancourt (30) no había dormido y los nervios eran ocupas en su barriga.
Era el pequeño por detrás de cinco hermanas y había dejado el Ferro Carril y Ceibal de Salto para probar suerte en la casita de la Universidad, donde le costó la adaptación y extrañó mucho. Pero eso no fue nada comparado a dejar el país. Empezó en el equipo juvenil del PSV e hizo cerca de 30 goles el segundo año. Allí compartió con compañeros como Memphis Depay, que le prestó unos Adidas y “físicamente ya era una bestia”, Dries Mertens y Georginio Wijnaldum. “Fue todo a las corridas, ni lo pensé, cuando quería ver estaba allá. Me hubiese encantado debutar con Danubio”, recuerda Bentancourt. El club lo recibió muy bien, con compañeros que hablaban español, pero el trato era exclusivamente de trabajo. “Fui el primer uruguayo, luego fue Gastón Pereiro. Dejar una buena imagen también es importante para dejar las puertas abiertas”.
De allí fue al Atalanta, en el cual compartió con el campeón del mundo, Lionel Scaloni. “Es crack, súper relajado, todo el día hacía bromas. Ya nos dábamos cuenta que iba a ser DT, te ordenaba tácticamente, hablaba con el entrenador”, recuerda del argentino, que define como el “típico del interior”. No lo saludó por ganar el Mundial de Qatar con Argentina, pero quizá “más adelante”.
A los seis meses salió a préstamo a Bologna, pero una empresa compró el club y sacó a los uruguayos. “La idea era estar en el fútbol italiano, pero el ‘9’ que jugaba era el Tanque Denis, que era capitán y goleador. Sabía que no iba a jugar. Era un fútbol más táctico y me costó bastante al principio”.
Punto de quiebre
De allí desembarcó en el Defensor de Mauricio Larriera, pero no pudo dar lo máximo porque su mamá falleció de cáncer. “Entré en un bache en el que no podía estar bien. Me dejé de cuidar y empecé a hacer cosas extrafutbolísticas”, expresa Bentancourt, que en ese momento tenía 21 años.
“En el Sudamericano Sub 20 (2013) ya estaba enferma. Ella me fue a ver y yo volví a jugar a Holanda, pero mi hermana me llamó porque mamá estaba entrando en una etapa terminal. Cuando regresé teníamos que ir de Buenos Aires a Montevideo y de ahí a Salto, pero eran muchas horas, así que nos fuimos en taxi hasta Salto, pero no llegué. Faltando dos horas falleció. No pude despedirme y fui derecho al velatorio”, recuerda Ruben. Su carrera venía en ascenso, pero ese quiebre generó que por cuatro años, Bentancourt no pudiese “encontrar el rumbo” y se convirtiera en un nómada a préstamo.
Se calzó la Celeste sin previo proceso juvenil. En el Sudamericano le fue muy bien, pero por decisión técnica no jugó los últimos partidos de la selección al mando de Juan Verzeri. De todas formas lo llevó al Mundial en Turquía, en el que se consagraron subcampeones al perder la final con Francia.
Entró 10’ con Uzbekistán e hizo un gol, pero después no jugó. “Fue raro, venía de jugar en Holanda. Fue una experiencia increíble”, expresa el atacante, que mantiene contacto con casi todos al día de hoy. “Estaba Tito Formiliano, que lo conocía de Salto, con el que había compartido en Danubio; Emi Velázquez, Guille De Amores que luego compartimos en Boston, Cristóforo que me lo crucé ahora en Peñarol, con el Cocho de Arrascaeta y con Aguirre intercambio mensajes”, dice quien tiene su camiseta encuadrada y firmada por todos sus compañeros. “Tengo miles de fotos de la camiseta con mi nombre”.
El Boston de Abreu
Llegó a Boston River gracias a la llamada del Loco Abreu, a quien tuvo de colega y entrenador al mismo tiempo. “La experiencia estuvo buena, pero me hubiese gustado disfrutarlo más como compañero para aprender mucho más”, confiesa Bentancourt, que había vuelto de México (Atlante) hacía poco y luego de un mes entrenando con Cerro Largo decidió dar este giro.
“Estoy muy agradecido con el Loco. Empezamos bien y luego los resultados no acompañaron”, recuerda el futbolista. Después de ello se dio la llegada de Juan Tejera, que le dio minutos y confianza al salteño, decisión que ayudó a Bentancourt convertirse en el goleador y parte responsable de evitar el descenso. Tras ello, transfirió a Peñarol.
El apodo "Cavanito"
“Al principio me molestaba, cuando tenía 17, pero me lo tomo con gracia. Ahora no tengo el pelo largo, pero antes con la melena, flaco, alto, quizá era parecido”, responde el delantero sobre qué le genera la comparación con Edinson Cavani, con quien comparte club de formación y departamento de nacimiento. Pero no solo eso, también han compartido almuerzos y se conocen, porque el padre del Matador fue entrenador de Bentancourt mucho tiempo.
“La gente me lo puso y ya está extendido”, dice quien nunca habló con su par acerca del parecido. “Lo vi varias veces en Uruguay porque su papá me entrenaba, lo conocí de chico en Salto. No te digo que somos amigos, pero nos llevamos bien”, confiesa.
La salida de Peñarol y la llegada a Liverpool
Pese a que el entrenador, Alfredo Arias, lo quería en el equipo, la decisión de irse del club, donde disputó 55 partidos y marcó 12 goles, fue personal. “Se dio en busca de minutos y otras cuestiones”, explica. Y continúa: “No es que esté enojado ni dolido, pero llegó un momento en el que no me estaba sintiendo cómodo, habían pasado cosas que capaz que no me merecía. No me gustaba estar en un lugar donde me habían tratado de una forma que no me gustó. Un día llegué a mi casa y, pensándolo con mi pareja, lo decidí. Lo pensé bien y en la noche previa hablé con el entrenador. Fue difícil tomar esa decisión, pero estoy agradecido con Peñarol, donde fui campeón y pasé momentos increíbles, pero creo que hay que soltar”.
A nivel de madurez y físico, Bentancourt está de acuerdo con que está en uno de sus mejores momentos. En los últimos tres partidos lleva tres dobletes (Boston, Argentinos y Deportivo Maldonado).
Llegó a Liverpool con el peso de una gran expectativa, pero al poco tiempo se lesionó y cuando iba a volver se resintió. De todas formas, el parate le sirvió. “No es que me imaginaba (hacer tantos goles), pero sí sabía, por mirar desde afuera, que teníamos muchas situaciones de gol”. Cuatro días después del alta fue titular gracias a la doble competencia y desde allí jugó los siete partidos.
“Yo me siento muy bien, estoy agarrando partido a partido, me estoy cuidando; uno aprende con errores a alimentarse bien y a cuidarse. Más o menos tengo el hábito, entonces creo que en este momento estoy en la mejor etapa mentalmente”, concluye quien en las últimas horas ha sonado como posible incorporación de Nacional.