ENTREVISTA

Carlos Grossmüller y su primera experiencia como DT en Bella Vista: el vacío después del fútbol y la charla que lo marcó con Tabárez

“Yo pasé un año y medio sin tener trabajo y me afectó muchísimo”, dijo el exfutbolista.

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Carlos Grossmüller en Bella Vista.

Por Diego Domínguez
Un año después de dejar el fútbol todo era vacío en la vida de Carlos Grossmüller (39). Se levantaba sin alarmas y al final del día se acostaba con la misma sensación: la de sentirse incómodo, fuera de rutina y desconocido. La de encontrarse desorientado con los días y los horarios. La de no tener quehaceres definidos y percibirse como un “estorbo” en su propia casa.

De contar con una rutina confeccionada y dependiente a los entrenamientos de Danubio, de pasar encerrado de un hotel a otro entre concentraciones y de casi no disponer de tiempo para dedicarse a otra función, pasó, de golpe, a encontrarse con su otro yo. Entró en un espiral y se chocó con el hombre de 38 años, que ahora vivía sin un propósito y comenzaba a darse cuenta de que tenía una vida entera por delante. Ese que ya era padre y también esposo. Ese otro Grossmüller.
“Muchas veces me sentía inútil porque en mi casa era un estorbo, porque me acostumbré a estar afuera con todas las concentraciones, los entrenamientos, y porque tenía que descansar bien. Vos llegás de entrenar y capaz que tenés la comida hecha, te acostás una siesta para estar bien, a la tarde entrenar, y a la noche cenar temprano para acostarte temprano. Tenés una rutina armada que está durante 20 años y del día a la mañana ya no hay más horario. Pasás de ser el más importante a ser uno más de la casa que tiene que hacer cosas, y eso se sufre, porque es toda una vida haciendo lo mismo”.

“Yo me retiré con 37 años. Para el fútbol, obviamente, no me daba el físico, pero para la vida sos una persona joven”, reflexionó.

El período de quietud le duró poco y nada. Disfrutó lo necesario de comer comida chatarra, de vivir con el sueño cambiado al de sus amigos, de sentarse en el sillón a ver televisión sin culpa y de descubrir un mundo ajeno a la burbuja del fútbol. Pero al poco tiempo volvió a picarle el bichito. “Cuando decidí dejar (de jugar) hubo un mes en el que estaba todo divino. Era todo nuevo, era comer lo que quería todos los días sin cuidarme en nada, sin tener hora. Eso estaba bueno; ahora, cuando empieza la vida real, que empiezan los niños el colegio, que te tenés que levantar temprano, después vas, te sentás y no sabés por dónde arrancar. Todos tus amigos están trabajando, están en la rutina, y vos sos el único que está ahí, que no sabés qué hacer y no tenés nada. Es difícil, de verdad. A mí me afectó mucho”.

Grossmüller asumió como DT del primer equipo en febrero.
Foto: Diego Pérez, prensa Bella Vista.

Para recomponerse, Grossmüller no tuvo mejor idea que volver a ese lugar que tanto lo había hecho feliz: una cancha de fútbol. Le llegó la oportunidad de dirigir a la categoría Sub 16 de Bella Vista y casi ni lo dudó. Decidió que entre sus ojos debía volver a florecer el verde, y acertó.

Así empezó un camino que 10 meses más tarde se convirtió en una propuesta formal para tomar la responsabilidad del primer equipo, que el domingo igualó 1-1 con Miramar en su debut.

Pero, ¿por qué volver a un ruedo del que él mismo se había cansado? Hasta el día de hoy sigue sin tenerlo claro: “No se puede explicar. Cada uno es bueno para algo. Yo considero que con nuestro cuerpo técnico pensamos similar. Cada uno tiene pasión por lo que hace y uno cuando juega al fútbol tantos años extraña todo eso que vive en la mañana o en la tarde. Se extraña el vestuario, la charla. Todo se extraña. No es una necesidad, más allá de que todos necesitamos trabajar, pero sí es una pasión. Todos elegimos un camino y a nosotros nos hace bien estar adentro del fútbol. Necesidad mental y necesidad de estar ocupados precisamos todos. Yo pasé un año y medio sin tener trabajo y me afectó muchísimo. Nosotros, que jugamos toda la vida al fútbol, nos preparamos solo para dirigir. La gran mayoría de los futbolistas no sabe hacer otra cosa que no sea estar vinculado al fútbol”.

Actual cuerpo técnico de Bella Vista.
Foto: Diego Pérez, prensa Bella Vista.

La transición de juveniles a Primera la dio a los ponchazos. Su respuesta al ofrecimiento también. De hecho, entregó el visto bueno en medio de un fin de semana, aun cuando tenía pensado seguir con los juveniles. “Yo no esperaba este llamado porque mi idea era seguir en juveniles. Me llamaron de un día para el otro; un jueves y el viernes les di el sí. Me junté con el cuerpo técnico y empezamos a planificar. No nos dio tiempo de nada. Fue rápido y totalmente diferente la Primera de los juveniles. Tengo, fácil, seis o siete jugadores que fueron compañeros míos y me conocen desde otro rol. A lo primero es raro, pero a medida que pasan los días te vas acostumbrando a ser el técnico. Me apoyo mucho en los grandes porque son los que nos van a ayudar. Ya cada uno va entendiendo su rol y se hace más fácil cuando tenés gente que está hace más tiempo en el fútbol, que sabe, entiende”.

Para asumir el compromiso, Grossmuller se preparó día y noche. Hace unos años se anotó en un programa de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) para terminar el Ciclo Básico del liceo, sin que le importara estar a la par de su hija, y luego se metió de lleno en el curso de director técnico hasta recibirse. Terminó ambas cosas.

Marcelo Méndez. FOTO: Juan Manuel Ramos.
MARCELO BONJOUR

Como punto de partida, tomó de ejemplo el tacto que, destacó, tuvo Marcelo Méndez cuando lo dirigió ya en edad de retiro. “Hoy por hoy, que soy un técnico joven y que es mi primera experiencia en Primera, me quedo con Marcelo Méndez, que me agarró en una etapa de grande. Fuimos compañeros y pasó por lo mismo que yo estoy pasando ahora. Me dejó muchas enseñanzas porque tuvo un manejo de grupo muy claro, muy sencillo y concreto en lo que decía. Lo tengo muy considerado y hablo mucho con él”.

Óscar Tabárez
Archivo El País

También recordó la palabra de Óscar Washington Tabárez que tanto lo marcó la primera vez que lo citó a la selección uruguaya. “Me gustaba mucho lo que hacía cuando te citaba por primera vez. Me acuerdo que tuve una charla con él sentado en el medio de la cancha en el Complejo Celeste, donde me preguntaba todo lo que era mi vida, cómo estaba copuesta mi familia, si estudiaba... todo lo que era aparte del fútbol. Eso me sorprendió y me sirvió de mucho. También para entender que uno tiene que saber que, más allá del jugador de fútbol, hay una persona detrás que mientras vos más conozcas más podés llegar a entender si tiene una mala tarde o una mala mañana. Muchas veces se obvia eso y en realidad está buenísimo conocer a jugadores más allá de lo que es el ambiente del fútbol. Hoy, con 39 años, uno está capacitado para hablar de las diferencias y es todo muy distinto: el primer día te dan nervios como cuando cambiás de equipo. Te vas de estar en un plantel a dirigirlo, a pararte frente a 30 personas adultas a las que tenés que convencer de una idea y ser lo más creíble posible para que te sigan en este camino. Cuando jugás, tomás la decisión vos adentro de la cancha y si le errás no pasa nada, porque tenés a 10 compañeros más que te respaldan. Es un rol diferente, que está buenísimo, que es apasionante, pero trabajás cinco veces más porque el entrenamiento no termina cuando pitás; estás 24 horas pensando en el trabajo”.

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