SELECCIÓN

Sin tiempos para pruebas, con escaso margen de error y la responsabilidad y obligación de conseguir resultados de forma inmediata, Diego Alonso desembarcó en la selección tras 15 años de trabajo ininterrumpidos de Óscar Tabárez y de inmediato estableció nuevas reglas, códigos, su idea futbolística y le dio su impronta a este Uruguay.

Mantuvo muchas de las bases que había construido el maestro, como la importancia del sentido de pertenencia o la de apoyarse en los mismo líderes como Diego Godín y Luis Suárez, pero modificó las estructuras de una Celeste acostumbrada a los métodos que venía utilizando el DT anterior.

“Los entrenadores podemos hablar, pero generalmente por los entrenadores hablan los equipos dentro de la cancha. Eso es lo que espero yo”, dijo el pasado 14 de enero a Ovación. Y lo cierto es que el equipo habló en estos dos partidos. Uruguay ganó, recuperó la identidad y se reacomodó en las Eliminatorias.

Pasó de estar séptimo a arrancar la última doble fecha cuarto en zona de clasificación directa y con la no descabellada posibilidad de asegurar la clasificación en el próximo partido. Si gana y Chile no triunfa en Brasil, ya tendrá asegurado su lugar en Catar.

En 180 minutos de fútbol y otras señales que fue entregando fuera de la cancha, revitalizó a la selección y volvió a contagiar al público que colmó nuevamente el Centenario y vivió una fiesta.

Dentro del campo de juego, la realidad indica que puso casi los mismos jugadores que venía utilizando Tabárez. Sin embargo, encontró otra forma de convencerlos y renovar la actitud.

El Tornado tiene similitudes con el maestro, pero también muchas diferencias. Estableció un nuevo concepto de trabajo, metió mano en lugares específicos de la cancha y el equipo luego le dio la razón.

La primera gran diferencia con el anterior proceso fue esa. Reservó 50 futbolistas y puso arriba de la mesa nombres que nunca habían estado ni siquiera en consideración. Un estímulo para el futbolista que antes veía a la selección como un grupo cerrado de 25 o 30 nombres.

Se achicó considerablemente la brecha generacional entre el cuerpo técnico nuevo y el actual. Además se sumaron Darío Rodríguez como ayudante, de larga trayectoria como jugador de selección (50 partidos), y el profe Óscar Ortega, considerado uno de los mejores del mundo en su área.

Se la jugó por debutantes como Sergio Rochet y Mathías Olivera para ser titulares y también por otros nombres que venían sin actividad, requisito que antes era excluyente. El caso más notorio es el de Facundo Pellistri, porque fue su primera aparición, pero también sostuvo a Diego Godín y Martín Cáceres.

Agregó un extremo como Pellistri para romper líneas, soltó a Giorgian De Arrascaeta por el frente de ataque y le sumó dos laterales firmes en la marca, pero con buen pie y vocación ofensiva. Así quedó demostrado que Luis Suárez y Edinson Cavani pueden seguir jugando juntos. Hay que generarles fútbol.

Otro de los aspectos más notorios con el cambio de DT es la comunicación que ahora existe entre el entrenador y el público. El Tornado está abierto a dar entrevistas a diferentes medios y también a explicar situaciones de juego y por qué toma ciertas decisiones. Un vínculo DT-hinchas mucho más cercano.