Si uno se sienta frente a una computadora o toma un celular y busca la frase “el gol del milagro” podrán aparecerle distintas respuestas, pero hay una que se repite. Un futbolista sin camiseta, un compañero que lo abraza de atrás y un claro gesto de festejo. Ese futbolista, en un efervescente grito de gol, es Marcelo Guerrero, más conocido como el Colo.
Y ese tanto marcó un antes y un después en su carrera a la que definió como “fugaz”, pero que lo hizo transitar por todo tipo de momentos. Hubo de los buenos y de los otros, pero ese gol con San Luis de Potosí, en México, lo recuerda de forma muy especial.
“Tomó trascendencia a lo largo de los años. En aquel momento San Luis y Dorados de Sinaloa peleábamos por no descender y era mi primer año en un club en el que me costó mucho adaptarme. Había jugado poco y no había rendido, pero terminé entrando los últimos minutos de ese partido e hice un gol que quedó en la historia del club como el gol más importante. A partir de ese gol el club se estabiliza, termina compitiendo en Copa Libertadores y peleando torneos mexicanos. Le dicen el gol del milagro y toma trascendencia porque descendió Pep Guardiola y de hecho ahí deja de jugar al fútbol. Lo jubilé”, comentó entre risas el Colo, en diálogo con Ovación.
Si bien a partir de ahí la historia se volcó a su favor, Guerrero pasó momentos complicados: “Llegando a México comencé con ataques de pánico y no me animaba a contar que los tenía. Recuerdo haberle dicho al doctor del San Luis, ‘siento que entro a la cancha y me muero’ y me decía que era porque no le hacía un gol a nadie, que cuando hiciera, se me iba. Tener ese tipo de respuestas demostraba que decir que tenías ataques de pánico, era como decir que eras cagón. Y la verdad que por suerte hoy se habla más y podemos contar los problemas que tenemos”.
Para el Colo fue una nueva prueba en su vida y fue volver a ser resiliente ante un revés como aquel que le tocó vivir cuando con apenas 13 años perdió a su padre: “Fue durísimo. El fútbol y mi padre iban de la mano. Fue el que nos acercó al deporte. Era gran hincha de Peñarol. Yo debo recocer que fallece porque sufría de los nervios y cada vez que perdía un clásico lo internaban. Un día lo internaron, pensaban que era de nervios, pero era apendicitis y medio que hubo una negligencia y falleció con 38 años, pero fallece porque era un enfermo de Peñarol. Yo lo acompañaba y él me acompañaba a mí. Muchas veces seguí yendo solo a ver a Peñarol, por el simple hecho de poder sentirme cerca de él y no tanto por ser fanático”.
Las vueltas de la vida hicieron que tras un paso por las inferiores de River Plate y Wanderers y de dejar la actividad por la tragedia familiar, volviera años más tarde, jugara en Liga Universitaria, probara suerte en Oriental de La Paz en la “C” y vistiera los colores de Villa Española, esos que le permitieron dar el gran salto: Nacional lo esperaba.
“Reconozco que de chico era de Peñarol, pero cada vez que defendí la camiseta de Nacional lo hice con todas mis posibilidades. Me trataron muy bien, alguna puteada me llevé, por supuesto, y más sabiendo alguno que tenía un pasado respecto a Peñarol, pero somos profesionales. Todo profesional piensa en su bienestar, su economía y en su familia, por ahí la pasión queda de lado. Soy un tipo pasional, pero en ese momento Nacional era una buena oportunidad y lo hice sin ningún tipo de duda porque me sentí valorado por Daniel Carreño que me llamó cuando también estaba la posibilidad de ir a Peñarol”, confesó.
“Jugar en un equipo como Nacional, campeón del mundo y grande a nivel mundial, te genera la presión de ganar, de no tener mañana todo el tiempo. El fútbol es así, pero en ese tipo de clubes tenés jugadores que están con nivel muy parejo y no te permite bajar ni un poco la guardia”, sostuvo y fue lo que lo preparó para lo que se venía: pasar al fútbol argentino.
Tras ocho goles en 57 partidos con el tricolor, dio el salto a la vecina orilla para vestir los colores de Racing de Avellaneda. “Fue corto el lapso en Argentina, pero hice algunos goles claves en clásicos y como el club venía con problemas económicos, cada triunfo en el Cilindro de Avellaneda era como ganar un campeonato”, recordó sobre su pasaje por la Academia en la que le anotó tanto a Boca Juniors como a Independiente, el día que el grito de "U-ru-guayo" cayó desde las tribunas.
En ese plantel compartió con Diego Simeone quien disputaba sus últimos partidos como jugador y le decía: “Algún día te voy a llevar al Atlético de Madrid”. “Él tenía mucha fe en mí. Cuando fue técnico de Estudiantes de La Plata me quiso llevar, pero me quedé en México”, rememoró.
“Corta e intensa”, así definió Guerrero su carrera. “Tuve unos cuatro o cinco años intensos”, agregó. Tan así que luego de salir de México y volver a Argentina, pasar por Chile y Guatemala, volvió a Uruguay donde en 2014 se retiró vistiendo los colores de Central Español, con apenas 31 años.
Pero en ese momento, nuevamente la vida lo puso a prueba. “Estaba desgastado con el fútbol. Hemos perdido un montón de vidas en el fútbol por depresión y yo fui un sobreviviente porque yo sufrí un montón con respecto a eso y por eso dejé de jugar muy joven. Me costaba enfrentarlo, darme cuenta, tampoco encontraba mi lugar en el mundo. Estuve unos años divagando y llegó un momento que con ayuda terapéutica y el apoyo de la familia, fue pasando y me di cuenta que el fútbol es lo que me gusta, me apasiona y de lo que sé y de a poco me interioricé, hasta que llegó un momento en el que decidí que quería ser entrenador”, repasó.
Comenzó trabajando en Liga Universitaria en el Elbio Fernández, trabajó en Keguay y luego lo llamaron para formar parte de Terremoto, hoy en la Primera División Amateur. Primero ejerció como coordinador de juveniles y al poco tiempo se fue el entrenador del plantel principal y le ofrecieron ser el técnico: “Me sentía preparado y agarré”, confesó quien lleva poco más de cuatro meses en el cargo.
“Al contrario de mi carrera como jugador, intento mantener los pies sobre la tierra. Es una etapa de aprendizaje, he tenido grandes maestros y entiendo que sigo aprendiendo todo el tiempo con otros técnicos y con jugadores con los que compartí vestuario. Mi objetivo principal es dirigir a San Luis en México. Me encantaría volver a ese club y en Racing de Argentina, sin duda, pero ahí ya es más complicado”, sentenció.
El niño que nació en el Prado de Montevideo, que se crió junto a sus padres y su hermano y que dio sus primeros pasos en Stockolmo, volvió a encontrar la felicidad en el fútbol. Se podría decir que el Colo Guerrero las vivió todas en su vida y hoy a los 41 años disfruta de su nuevo rol dentro del deporte, así como también de sus tres hijos.
El título de L'Alcudia luego de pedir perdón
Marcelo Guerrero formó parte del plantel de la Sub 20 de Uruguay que logró el título en el Torneo de L'Alcudia de 2003, el único que tenía la Celeste hasta 2024 cuando lo consiguió dirigido por Fabián Coito. Lo cierto es que ese título llegó luego de un particular pedido de perdón de los futbolistas.
"El técnico era Gustavo Ferrín, un crack con todas las letras. Casi nos echan del torneo porque en el último partido de la serie jugábamos con Ucrania, termina el partido y perdimos 1-0 y clasificamos segundos y termina con un tranque del Mono Pereira con un ucraniano y quedaron cabeza con cabeza, se armó una bataola y un descontrol con piñas de arriba para abajo y casi nos echan. Entramos al otro partido pidiendo disculpas, llegamos a la final y la jugamos con Ucrania, por suerte le ganamos 1-0", recordó.
A nivel de selección estuvo reservado en dos ocasiones con el Maestro Tabárez como técnico, pero nunca fue convocado para vestir la camiseta de la mayor.