HACIENDO HISTORIA
Los clubes grandes ganaban la Libertadores con costosos planteles
Los 60 años de la Copa Libertadores, que se cumplieron el domingo pasado, remiten a las grandes conquistas de Peñarol y Nacional, etapa memorable de la trayectoria de ambos. Aquellos títulos cargaron de responsabilidad a las generaciones de futbolistas que llegaron después, a las que se les reclaman nuevas hazañas sin mirar demasiado por qué aquellos jugadores ganaron tantas copas y los que vinieron después ganaron tan poco.
La primera de esas seis décadas del torneo continental marcó una supremacía uruguaya que tuvo características especiales e irrepetibles. Y si bien en los 80 Nacional y Peñarol sumaron dos copas más cada uno, esos triunfos se produjeron en circunstancias diferentes. Entre 1960 y 1971, los clubes uruguayos no solo levantaron el trofeo cuatro veces en doce años, sino que alcanzaron la final en todas sus ediciones salvo en 1963 y 1968. ¿Por qué entonces sí y luego no se pudo repetir?
La primera y simple explicación es que tanto aurinegros como tricolores tenían planteles repletos de figuras. Allí estaban prácticamente todos los titulares de la Selección uruguaya, en un tiempo en que la Celeste era una presencia habitual en los mundiales. La mayoría jugaba por su club desde hacía tiempo. Había buena pupila para incorporar valores jóvenes e ir reemplazando a los que se retiraban. Y otros fueron repatriados desde el exterior: José Sasía, Julio César Abbadie, Luis Cubilla, Roberto Matosas.
Por supuesto, también estrellas extranjeras que jugaban en sus seleccionados nacionales: el ecuatoriano Alberto Spencer, el peruano Juan Joya, los argentinos José Sanfilippo, Luis Artime, Ermindo Onega, Rogelio Domínguez, Ruben Sosa; el paraguayo Juan Vicente Lezcano, los brasileños Manga y Celio Taveira, los chilenos Ignacio Prieto y Elías Figueroa. Varios de ellos fueron titulares, y con destaque, en el Mundial de 1966. Hubo más extranjeros, pero no alcanzaron tanto brillo.
Formar y mantener esos planteles no era fácil, porque los recursos económicos nunca sobraron. Pero se explotaban bien los ingresos posibles, que eran las recaudaciones por venta de entradas y las giras.
El gran elemento “desigualador” en el fútbol fue la televisión. Cuando las emisiones internacionales no existían o eran marginales, la mayor parte de los presupuestos futbolísticos en todo el mundo se bancaban con la venta de entradas. Y si bien en Uruguay los precios de la localidades nunca fueron elevados, Peñarol y Nacional podían contar con el respaldo fiel de sus parcialidades cada vez que jugaron por la Libertadores. Un estadio Bernabéu lleno podía dar el doble o el triple de dinero a Real Madrid que un Centenario repleto a los grandes uruguayos, pero hoy la televisión le asegura al club español ingresos por 10, 20 o 50 veces superiores a los disponibles aquí.
Tricolores y aurinegros contaban con otra forma de financiar sus planteles: las giras. Casi todos los años, ambos clubes hacían las valijas y jugaban en Europa, México o los países sudamericanos del Pacífico, siempre detrás de los dólares. El Campeonato Uruguayo arrancaba por lo general en septiembre, por lo cual el resto del año lo dedicaban a la Libertadores y a las giras. Incluso si quedaba un domingo vacío en esa actividad organizaban un amistoso en Montevideo ante algún club argentino, brasileño o paraguayo.
El mercado de pases internacional, mientras tanto, era muy limitado. Ni siquiera los clubes argentinos estaban en condiciones de contratar a una figura uruguaya. Releyendo El Gráfico de los años 60 se puede descubrir que varias veces Boca se interesó por el pase de Pedro Rocha, por ejemplo. Nunca pudo concretarlo. En general, los argentinos buscaban refuerzos en los clubes chicos uruguayos. Brasil se convirtió en comprador solo a partir de 1970 y México más tarde.
En España e Italia la importación estuvo por mucho tiempo restringida a los jugadores con ascendencia local. Había muchos paraguayos, porque era fácil fraguar sus papeles para presentarlos como hijos de españoles, por ejemplo. Inglaterra, hoy el mercado más cosmopolita, además del más rico sin discusión, solo contrataba británicos o irlandeses.
Por supuesto, mantener esa maquinaria en movimiento exigía más figuras y más triunfos. Cuando Peñarol no pudo clasificarse a las finales de la Libertadores entre 1967 y 1969, su economía entró en graves problemas que llevarían al desmantelamiento del plantel, más allá de que varias figuras se retiraron (o fueron retiradas) en razón de su edad.
Nacional logró el máximo potencial en 1971, justo cuando se aproximaba la crisis. Pudo mantener el plantel hasta ganar la Libertadores, pero ya ese año debió transferir a Atilio Ancheta. En 1972 siguió el proceso de venta de jugadores y en 1973 apenas quedaban Manga, Juan Masnik, Luis Ubiña y Cubilla, más el regreso de Artime, todos veteranos. Un año más tarde, apenas Masnik.
Hoy la televisión tiene sus leyes. Incluso el precio de las entradas se disparó en Europa, donde el fútbol se ha vuelto un espectáculo caro. Todos los países contratan extranjeros. Las giras ya no son posibles. La actividad interna en Uruguay se extiende por casi 11 meses. Todo es diferente a lo que ocurría entre 1960 y 1971. ¿Por qué los resultados en la Libertadores tendrían que ser los mismos?