A 40 AÑOS DEL MUNDIALITO
La idea nació en 1973 con el nombre de Torneo Diamantino; el apoyo de la FIFA resultó fundamental
La primera idea de organizar en Montevideo un campeonato de campeones mundiales la lanzó hace 1973 el entonces dirigente de Cerro, Mortimer Valdez. La intención era festejar los 75 años de la AUF, que se cumplían en 1975, por lo cual se le llamó “Torneo Diamantino”.
El aniversario pasó sin que llegara a organizarse nada. Después, el exárbitro Román Charquero la reflotó en el programa radial de Dalton Rosas Riolfo, pero para celebrar el cincuentenario de la primera Copa del Mundo. El delegado de Wanderers Norberto Faracco escuchó el programa y llevó la iniciativa a la AUF, que la puso en marcha.
Cuando en 1978 se jugó el Mundial en Argentina, el presidente de la AUF, Mario Garbarino, junto a otros dirigentes, le planteó la posibilidad de organizar ese “Mundialito” en 1980 al presidente de la FIFA, Joao Havelange. Pese a que este no se mostró muy convencido, los dirigentes uruguayos siguieron adelante, pensando en la atracción deportiva del torneo pero sobre todo en sus posibilidades económicas.
En marzo de 1979, Havelange llegó a Montevideo para participar en la reunión del Comité Olímpico Internacional que iba a debatir la situación de China. Eduardo Rocca Couture, Washington Cataldi y Oscar Schiaffarino fueron a verlo y lograron convencerlo. También tuvo intervención Dante Iocco, amigo de años de Havelange.
El apoyo de la FIFA resultó fundamental. Se logró así la participación de los campeones mundiales Argentina, Brasil, Italia y Alemania. Faltó uno, Inglaterra, que argumentó problemas de agenda. En su lugar se invitó a Holanda, subcampeón en 1974 y 1978.
Claro que era necesario un respaldo económico para los inevitables gastos. Ante el escaso interés de las organizaciones internacionales de televisión, apareció un hombre de negocios greco-uruguayo, Angelo Vulgaris, dispuesto a pagar 3 millones de dólares por los derechos, una cifra ínfima comparada con las que hoy mueve el fútbol.
El interés del empresario italiano Silvio Berlusconi, que lanzaba su canal privado, permitió cerrar el negocio en Europa.
El presupuesto del certamen fue de unos seis millones y medio de dólares aproximadamente. Con ese dinero, la AUF pudo pagar a los cinco equipos visitantes 150 mil dólares por partido, más 200 mil de premio por el título. Además, pasajes, estadía y viáticos de 50 dólares diarios para cada integrante de cada delegación (18 futbolistas y 12 integrantes del cuerpo técnico y dirigentes).
Además, se realizó una amplia remodelación del Estadio Centenario, que abarcó cancha, iluminación, un tablero electrónico (gran novedad en su época) y una lavada de cara general, más la mejora de lugares de concentracion y entrenamiento para los equipos visitantes.
Se vendieron abonos para los siete partidos del torneo, que iban desde el equivalente a 28 dólares los taludes a 290 las plateas.
EL PAPEL DE LA DICTADURA
L a Copa de Oro fue organizada por la Asociación Uruguaya de Fútbol y no por la dictadura cívico-militar, cuyos representantes aparecieron para las fotos del día de la final y poco más, aseguraron diferentes actores de aquel torneo. A diferencia del Mundial 1978, que estuvo directamente controlado por la dictadura de ese país bajo un organismo creado y dirigido por los militares, el EAM 78, el Mundialito uruguayo fue una idea lanzada y ejecutada por gente del fútbol.
El presidente de la AUF era entonces un marino, el capitán de navío Yamandú Flangini, un dirigente de Uruguay Montevideo votado en 1978 por los clubes por iniciativa del entonces presidente de Peñarol, Washington Cataldi, para evitar que el gobierno de facto interviniera directamente en el fútbol. El organismo se encontraba acéfalo tras la renuncia del Consejo Ejecutivo debido al episodio en que se impidió relatar a Víctor Hugo Morales por sus críticas a los dirigentes.
Flangini estaba enemistado con el entonces comandante de la Armada, Hugo Márquez, por cuestiones relativas a su profesión. Por esa razón, se le negó apoyo cuando Flangini informó sobre los planes para la Copa de Oro. “Había un disgusto (del gobierno) con el fútbol, no le iban a dar realce ni apoyo”, declaró Flangini en el libro Goles y votos (2013).
Finalmente, como se requería la autorizacion del gobierno para organizar el certamen, una delegación de dirigentes concurrió a solicitarla a las autoridades de facto. “Dijeron que sí, pero con la condición de que todo era a cargo de la AUF”, contó el expresidente del fútbol.
En el comité organizador aparecieron varios marinos, pero Flangini explicó en ese libro que se trataba de amigos suyos del arma que puso en cargos de confianza.
La presencia de Cataldi en el primer plano de la organización motivó un distanciamiento con el líder de la lista 15, Jorge Batlle, que sostenía que no podía haber ningún ámbito de cooperación con el gobierno de facto. En las elecciones nacional de 1984, Cataldi no compareció por la lista 15 sino por la 5.
Mientras tanto, en Europa algunos sectores denunciaron al Mundialito como un acto de propaganda del régimen militar. El Parlamento holandés votó pedirle a su Federación que no participara en la Copa de Oro, pero la sugerencia no fue tomada en cuenta. En Italia, un grupo de exiliados uruguayos trató de recoger firmas de futbolistas y entrenadores contra el torneo, con escaso éxito.
La dictadura agitó el fantasma del terrorismo en los días previos a la competencia. El 20 de diciembre anunció que había descubierto un “vasto complot subversivo”, con supuestos planes de secuestros de funcionarios uruguayos y extranjeros y la interferencia de las emisiones de radio y televisión para transmitir mensajes contra el gobierno. Nada de eso ocurrió.
Sin embargo, la Copa de Oro permitió algunas expresiones públicas contra la dictadura, que si bien fueron tímidas, resultaron pioneras tras años de represión. Por ejemplo, en el último partido de preparación de la Selección, frente a un equipo de la Mutual de futbolistas, el público silbó estruendosamente a la banda musical de la Armada. Fue tan notorio que hasta se lo comentó en la prensa.