Cristian Rodríguez: su amor por el campo, los caballos y el futuro lejos del fútbol

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Cristian Rodríguez. Foto: Mateo Vázquez.
Mateo Vazquez

EL OTRO PARTIDO

El "Cebolla" es el protagonista de la primera entrega de "El Otro Partido" y habla de sus costumbres, la educación, el liderazgo y los sueños que se cumplieron.

Levantarse temprano. Aprontar un mate. Darle de comer a los perros. Ensillar un caballo. Disfrutar de su tierra, del aire libre y la familia. La vida de Cristian Rodríguez está en el campo, una pasión que llegó al “Cebolla” antes que el fútbol, su otro gran amor.

Nacido en Juan Lacaze hace 35 años, el futbolista que se convirtió en el último gran referente de Peñarol tras su regreso al club en 2017 para ser bicampeón, se apronta para un nuevo desafío deportivo en Plaza Colonia, pero no se aparta de las cosas simples.

Y como todo en la vida, los objetivos se cumplieron con esfuerzo y dedicación. El “Cebolla” no eligió una carrera universitaria ni un oficio. No le gustaba estudiar, pero vio en el fútbol un camino en el que se propuso llegar alto. Lo logró. “De chico me gustó siempre el campo y los caballos. Era mi sueño tener animales y un pedazo de tierra con muchos caballos. Un amigo los tenía y siempre iba a su casa. Pasaba más tiempo en la de él que en la mía (risas) entonces ahí me propuse que cuando tuviera plata e hiciera unos pesos me compraba uno”, le contó Cristian Rodríguez a Ovación en el “Chichongo”, el campo que adquirió estando en Europa.

Esa meta se cumplió. Pero muchas cosas pasaron en la vida del “Cebolla”. A los 12 años, después de jugar un Iberoamericano infantil, Marsella se lo quiso llevar. Su familia dijo no. Entendieron que no era el momento. No fue el fin de una carrera ni mucho menos.

“Era un cambio muy importante si me iba. Opté por quedarme y seguir en Uruguay. Me fui a probar a Nacional a los 12. Fue una discusión de un mes en mi familia. Y fui, pero puse una condición: ir a la práctica con zapatos amarillos y negros. ¡Se armó un lío bárbaro! No se permite eso y gracias a Dios al otro día me llamaron de Peñarol. No sé si se enteraron o qué, pero con toda la felicidad del mundo le dije que sí a ese llamado”, recordó.

Cristian ya no era el “Cebollita”, tal como lo apodaban de niño por el sobrenombre de su padre. Se fue de Juan Lacaze a Montevideo. Creció. Pasó a ser el “Cebolla”. Y si bien estaba persiguiendo un sueño, a cada rato se quería volver para compartir un rato con amigos en la rambla o a estar con su familia. “Fue difícil porque soy muy familiero, tengo a todos mis amigos en el pueblo y a pesar de que después hice amistades, el primer año fue bravo. Irme a una pensión era algo totalmente nuevo para un gurí que era muy de mamá y de papá (risas). Sabía que se venían tiempos duros pero pude aguantar bastante bien, más allá de que me quería venir todos los días. Sabía que no era el camino porque yo quería triunfar. Obviamente deseaba estar acá con mis amigos, salir a bailar, estar en la plaza o en la rambla hasta tarde que es lo que hacemos en Juan Lacaze, pero tuve que tomar conciencia y decir o es el fútbol o es la joda con mis amigos. Preferí dedicarle más tiempo al fútbol”, confesó el jugador que el viernes llegó a un acuerdo con Plaza Colonia.

Como todo futbolista, los vicios estaban a la vuelta de la esquina y la mala vida también. Era cuestión de encausarse en esa meta, algo que no fue sencillo, pero lo consiguió. “Siempre me tiraba salir, pero desde chico me fui preparando porque no me quedaban muchas opciones más que jugar al fútbol. Nunca me gustó estudiar, vengo de una familia muy humilde y por eso decidí meterle 100% al fútbol. De todas maneras esto que hice yo no es lo que se debe aconsejarle a los más chicos. Hoy hay que decirles que estudien porque el del fútbol es un camino difícil, largo y no todos llegan. La recomendación es que no sigan mis pasos y que estudien porque el fútbol no es para siempre. Tengo la suerte de ser padre y a mis hijas en su momento les diré que tienen que estudiar. Hoy me preocupo más por la educación que les doy y ahí soy más de lo antiguo. El fin de semana me tocó estar con ellas, jugar bajo la lluvia, en los charcos, trepar un árbol, andar descalzas. Está bueno vivir eso y mostrarles esas costumbres en medio de un mundo que está pendiente de las redes y los celulares”.

Por eso y por muchas cosas más, el campo es para el “Cebolla” un cable a tierra, un estilo de vida y una forma muy distinta de hacer y ver las cosas. Dice que el mundo del fútbol no está contaminado, pero sí que “hay personas que están enfermas, que no entienden que atrás de un jugador hay una persona, una familia y que somos seres humanos también. Tenemos momentos buenos y malos, pero se piensan que para nosotros la vida es más fácil. Los insultos los sabés llevar, pero hoy en día un gurí de 14-15 años te amenaza. Y eso ya es un tema de educación. Ellos se piensan que no leemos los mensajes, pero sí, se leen, los ve la familia. Me invitaron a pelear mil veces, me dijeron que me iban tirar balazos, que sabían dónde vivía y mucho más, pero no apareció nadie. Es un tema de educación y valores que hoy se perdieron. Y es bravo eso. Muy bravo”.

Cristian Rodríguez. Foto: Mateo Vázquez.
Cristian Rodríguez. Foto: Mateo Vázquez.

El campo es el escape perfecto a toda esa enfermedad que hace alusión y disfruta junto a los animales. India fue su primer caballo, una yegua que todavía mantiene en el “Chichongo” y que le dio siete u ocho crías según contó. También están los perros. Son más de 10. La mayoría son adoptados. Entre ellos están “Lolo”, que se lo regaló Fabián Estoyanoff, y “Abascal”, a quien encontró en Los Aromos abandonado y le puso como Rodrigo: “Yo siempre lo jodía con que era un perro y le terminé poniendo así (risas)”.

Así como disfruta de su campo, Cristian Rodríguez también disfruta de hacer cosas en él porque nada llegó desde el cielo. Le llevó un par de años juntar la plata y cumplir una de sus grandes metas: “Era mi sueño tener un pedazo de tierra. Esta la compré estando en Europa porque ahí fue donde pude ahorrar algo de dinero. Me acuerdo que me aburría y buscaba en internet cosas para hacerle y de a poco la fui transformando porque teniendo vacaciones o estando ya en Uruguay algún fin de semana, no dudaba y me venía para acá”.

El campo siempre fue su pasión. El fútbol su vida. Se fue de Peñarol muy joven a Francia. Extrañó, lloró y se quiso volver mil veces. Hasta que un día hizo el click. “Tenía 18 años. No hablaba el idioma, la gente era más fría y sinceramente en las primeras semanas me quería volver. Lloraba. Pero ese no era el camino. No podía echar para atrás. Tenía que aguantar y morder duro para seguir”, recordó.

Cristian Rodríguez. Foto: Mateo Vázquez.
Cristian Rodríguez. Foto: Mateo Vázquez.

Y valió la pena. Del PSG pasó al Benfica y luego al Porto. Vivió muchos años en Portugal. Se fue a España y luego a Italia. Regresó a Sudamérica para jugar en Brasil, Argentina y volver a Uruguay para cumplir otro sueño: ponerse otra vez la camiseta de Peñarol. Lo hizo. Con 31 años, la edad que había prometido, llegó para ponerse la cinta de capitán, cortó la racha de 12 clásicos sin ganar del mirasol y fue pieza clave en la obtención del bicampeonato Uruguayo -2017 y 2018-, pero el ciclo se terminó: “Soy un agradecido y un hincha más, pero como siempre digo yo no mando en el club. Hay personas que están encargadas de decidir quiénes se quedan y quiénes no. Es una lástima porque creo que con un grupo de jugadores grandes ayudamos a muchos jóvenes que hoy no están en el club y que para nosotros es un orgullo verlos triunfar en otro país. Además de eso, me queda el hecho de haber tenido la suerte de ser campeón con Peñarol. Es muy lindo ganar títulos en Europa, pero ser campeón con el club que amás y que siempre soñaste jugar es lo más lindo que te puede pasar. Me quedó pendiente una Copa Libertadores. Me voy contento por todo lo hecho, pero hoy no me imagino volviendo al club a pesar de que voy a seguir jugando unos años más”.

Ahora, el “Cebolla” Cristian Rodríguez tendrá un nuevo desafío deportivo en Plaza Colonia, pero la pasión por el campo no se negocia y tiene bien claro que ese es su lugar. De eso no tiene duda alguna: “Mi lugar es acá. Me gustó mucho la vida de Porto por ejemplo, pero me considero un tipo muy uruguayo, muy de nuestras tradiciones, de lo criollo, del asado, del tambor, del mate, del fútbol y el carnaval. No viviría nunca en otro país. Tengo la suerte de estar acá, tranquilo. Me gusta la tierra y el campo. Es en lo que voy a trabajar en el día de mañana cuando deje el fútbol, por eso le voy a poner mucha garra a esto y se que no me voy a aburrir. En el campo está mi futuro y eso lo tengo claro hace años”.

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