CAMPEONATO URUGUAYO
El equipo de Jorge Bava venció a Fénix y se consagró en el primer torneo corto del año tras mostrar un gran rendimiento.
Las lágrimas no discriminaban ni edad, ni sexo. Desde jóvenes que se acostumbraron a ver a Liverpool campeón a adultos mayores que viven un presente que tanto anhelaron durante varios años.
Y es que más allá de que fue el cuarto título del negriazul en los últimos tres años este fue más que especial porque se dio en Belvedere con prácticamente 4.000 hinchas presentes, muchos de ellos que debieron ingresar cuando ya se jugaban 15’ por la enorme cantidad de fanáticos que se hicieron presentes en el duelo ante Fénix.
La tarde no comenzó de la mejor manera en casa de la Cuchilla porque Fénix estaba más cerca del gol y Gastón Pérez sacó en la línea lo que era el 1-0 albivioleta, pero una noticia había dado cierta tranquilidad: gol de Danubio en Jardines del Hipódromo que lo adelantaba ante Nacional.
Bava admitió que no fue el mejor partido de sus dirigidos y es que recién sobre el final del primer tiempo, cuando se adueñó de la pelota, comenzó a generar peligro. Rivero avisó con un remate a colocar y Medina, en la última pelota del primer tiempo, peleó por un esférico que parecía perdido y generó un penal que Esteban Ostojich sancionó sin dudar.
Gonzalo Carneiro se hizo cargo del mismo, apuntó, remató, venció a Requena y generó la algarabía de los hinchas negriazules que empezaron a acariciar el trofeo que esperaba en los alrededores de Belvedere.
Fue el propio delantero quien pudo haber estirado la ventaja antes del minuto del complemento con una jugada personal que terminó con la pelota en el palo o incluso Rodrigo Rivero con un tiro libre que se fue apenas ancho.
El gol que diera tranquilidad no llegó, o al menos no en Belvedere. El segundo tanto franjeado en la Curva de Maroñas hizo que varios hinchas empezaran a esbozar una sonrisa y que se animaran a sentirse campeones poco a poco.
“Soy del Negro, soy del Negro, del Negro soy yo”, era el grito que caía desde las tres tribunas que contaban con hinchas de Liverpool a escasos instantes de que el árbitro indicara el cierre del partido en Belvedere.
Fabricio Díaz de rodillas, Jorge Bava con los puños al aire, los suplentes ingresando a la cancha y las camisetas de “Liverpool campeón” se multiplicaban dentro y fuera de la cancha porque hasta los simpatizantes negriazules se podían hacer con la suya comprándola a $500 en la tienda que se instaló en la puerta de Belvedere.
La cancha del negriazul era una fiesta y no era para menos. Liverpool cosechó un nuevo título con gusto más que especial por hacerlo con una gran cantidad de jugadores de la casa y por hacerlo precisamente en su hogar ese en el que sufrió una sola derrota en todo el Apertura y donde ganó los seis encuentros restantes.
Se aseguró un lugar en la definición y también una nueva estrella para el equipo de una Cuchilla bien afilada.