ANIVERSARIO
Fue el último trofeo internacional del fútbol uruguayo y lo ganó el conjunto tricolor, ante Newells, gracias a los goles de Ernesto Vargas, Santiago Ostolaza y Hugo De León.
La noche del 26 de octubre de 1988 es una de las más señaladas y recordadas en la rica historia del Estadio Centenario. Jugaban Nacional y Newell's Old Boys la final de la Copa Libertadores.
Newell’s había ganado 1-0 la primera final con gol de Jorge Gabrich, pero eso poco importaba al momento de aguardar el comienzo del partido. La fe y la pasión de los tricolores estaban por encima de todo y el equipo iba a responder claramente al favoritismo que se le otorgaba.
El DT Roberto Fleitas mandaba a la cancha en busca de la gloria a Jorge Seré, Daniel Revelez, Hugo De León, José Luis Pintos Saldaña, Santiago Ostolaza, Jorge Cardaccio, Yubert Lemos, Ernesto Vargas (116’ Daniel Carreño), Juan Carlos De Lima y William Castro (102’ Héctor Morán).
La primera explosión de alegría se produjo a los 13’. Castro desbordó por la izquierda, pero perdió la pelota que fue recuperada por Soca, quien en gran maniobra se la cedió a Vargas, que con una media vuelta clavó la pelota en el arco de la Colombes.
Con el correr de los minutos, con un muy buen planteamiento, Nacional hacía estériles los esfuerzos de los rosarinos. Y a los 36’ llegó la segunda celebración. Castro hizo efectivo un córner y el Vasco Ostolaza, entrando por atrás de la defensa, clavó un potentísimo frentazo que le venció las manos a Scoponi. Así, con ese 2-0, Nacional consolidaba su dominio.
El golpe final fue a los 79’. Luego de una espectacular corrida de Castro, fue derribado cuando ingresaba al área. De León tomó tranquilamente la pelota colocándola en el punto penal, pateando magistralmente contra el palo izquierdo. Con el marcador 3-0, el partido estaba liquidado y la conquista de la tercera Libertadores estaba más cerca.
Pero por una insólita reglamentación, al finalizar los 90’ se tuvo que jugar media hora de alargue, porque cada equipo había ganado un partido. Al final de esa media hora, se iba a coronar al nuevo campeón por diferencia de goles.
Esos 30’ fueron un simple trámite, que no hizo más que aumentar la euforia y la pasión, que con el pitazo final del árbitro se desataron en un incontenible festejo, celebrando la conquista de la tercera Copa Libertadores, la última conseguida por un equipo uruguayo hace 33 años atrás.