Redacción El País
Darwin Núñez vivió la previa del partido de Uruguay ante Brasil hablando en portugués. “Eu vou ganhar deles”, bromeó con su círculo íntimo porque sabía que era un partido especial que lo remontaba a la infancia. En Artigas, su ciudad natal, ganar era una cuestión más necesaria de lo habitual por la intensidad con la que se vivía la rivalidad con los vecinos brasileños en la frontera. Allí perder se tornaba complicado. Y en memoria de aquello que vivió pretendía hacer disfrutar a los artiguenses.

Pero el reto era más que complicado. Enfrente estaba un Brasil plagado de estrellas que se había acostumbrado a ganar. De hecho, en los últimos 37 partidos por Eliminatorias había sido imposible vencerlos. Y Uruguay lo había hecho por última vez hace 22 años. Darwin comenzó la victoria y Nicolás De la Cruz la cerró tras su asistencia. Para el delantero fue liberador. Por el gol, por la victoria, pero sobre todo por el desahogo que le produjo una victoria que apaga las críticas.

“Le dije a Luis Suárez que cuando él no estuviera yo iba a usar la nueve y la iba a representar lo mejor posible como lo hizo él”, fue la frase que arrancó la historia de Darwin Núñez con ese dorsal en la selección. Aquella expresión, hecha el 28 de agosto cuando Marcelo Bielsa aún no había debutado oficialmente como DT de la Celeste, fue un deseo a futuro que se le cumplió.

Hoy, casi dos meses después, el artiguense disfruta de un presente que parece inmejorable: lleva cinco participaciones de gol en cuatro partidos oficiales con Uruguay y ha sido de los más destacados ante rivales directos como Colombia y Brasil. Frente a los cafeteros tomó la pelota en la última del partido y la clavó en el ángulo para salvar un punto en Barranquilla.

Y ante Brasil entonó un grito sagrado junto con un pase gol. Y con ello consiguió entrar en una selecta lista. El delantero es el quinto jugador en la historia de las Eliminatorias que logra convertir un tanto y dar una asistencia ante Brasil.

¿Quiénes lo acompañan? Los chilenos Fabián Estay y Marcelo Salas y los paraguayos Salvador Cabañas y Edgar Benítez.

Foto: Darwin Borrelli.

Con sus dos goles y tres asistencias, Núñez está igualado con Neymar en el rubro de participaciones. Todos sus pases de gol tienen la particularidad de que fueron para Nicolás De la Cruz, su mejor socio en lo que va de la Eliminatoria y el goleador del Uruguay de Bielsa.

Pero antes de todo eso fue el artífice de una historia de sacrificio. La que comenzó con 14 años cuando tuvo que dejar su hogar y e instalarse en Montevideo para empezar a jugar en las formativas de Peñarol. Su hermano también quería llegar a ser futbolista profesional, pero para sus familiares era imposible costear la estadía de los dos y tuvieron que elegir.

En Artigas no les sobraba nada. Las condiciones “eran un poco terribles”, como alguna vez reconoció el propio jugador, y se sostenían por sus padres, que trabajaban todo el día. Ella como recolectora de botellas y él como albañil. En Peñarol tuvo un sinuoso camino antes de destacar: se rompió los ligamentos cruzados previo al debut en Primera, volvió a tener que operarse tras lesionarse justo el día del debut y, más allá de que pudo volver y celebrar goles, el nombre Darwin nunca estuvo excento de críticas en redes sociales.

Lo mismo le ocurrió desde que se puso la camiseta de la Celeste, donde hoy se cumplieron cuatro años y siete días desde su estreno. Debutó bajo el mando de Óscar Tabárez el 16 de octubre de 2019 en un amistoso ante Perú que finalizó igualado 1-1. Darwin jugó 15 minutos e hizo un gol a 10’ del cierre del partido.

Con Ecuador se estrenó de forma oficial con la selección en 2020 y desde ahí van 20 partidos jugados con cinco goles y tres asistencias.

Más allá de un buen o mal rendimiento dentro de la cancha, afuera sintió el castigo de las redes sociales. Desde su entorno cuentan que le afectó bastante más allá de que no lo haya exteriorizado. Con la tranquilidad como eje y siempre un chiste al alcance de la mano, transmite alegría a su entorno. “Lo ves y parece que no le afecta nada, pero sí, se guarda muchas cosas”, relataron.

Foto: Darwin Borrelli.

Desde su arribo a Inglaterra hubo un clic a nivel personal: incorporó herramientas terapéuticas acudiendo a un psicólogo y el cambio se le hizo visible. Pudo aprender a manejar las críticas. Y aprontó el partido ante la Canarinha con el profesionalismo de siempre, pero asumiéndolo más que nunca como un desafío personal. Porque le pedían goles, porque había asumido un número pesado en la espalda que pretendía llevar con naturalidad y porque quería honrar su infancia como artiguense.

Lo hizo y ahora lo perciben “liberado”. Como sin ataduras después de una actuación que tiene tinte de consolidatoria en la selección. Lo festejó con la gente de la platea. Lo festejó con todo Artigas. Y se dio un mimo consigo mismo.