Hugo De León fue jugador, capitán y luego entrenador. Y sí. Lo fue. Porque todas esas etapas ya terminaron.
Pero también es. Y sigue siendo. Es sinónimo de grandeza y de títulos. Es ídolo. Y es parte de una página muy importante en la historia de Gremio y Nacional.
No solo es grande por las tres Libertadores e Intercontinentales que ganó (2), que de por sí ya superan las que tienen 30 de los 32 equipos que participaron de la actual edición de la copa, sino también por lo que dice la biología.
El reloj marca que hoy tiene 65 y que el pasado jueves se cumplieron 35 años de la última Copa Libertadores ganada por Nacional a Newell’s, que es, a su vez, la última vez que los uruguayos vieron a un equipo local quedarse con el trofeo.
Sobre eso, su vida distendida en Porto Alegre, su competitividad que perdura para jugar al beach tenis y el recuerdo vivo de Nacional por intermedio de su nieto, De León habló con Ovación a la distancia.
Dijo, en primer lugar, que se sentía orgulloso de todo lo conseguido y que, de no ser por su nieto Joaquín, jamás hubiese vuelto a ver fragmentos de su carrera deportiva. La nostalgia nunca fue su fuerte.
—Cuando terminás y hacés un recuento te das cuenta que tuviste la felicidad de tener victorias que han quedado en mi historia personal y la de los equipos que defendí. Fue mucho esfuerzo, dedicación y ganas de lograr lo que logré. No hubo competición en la que no tuviera ganas de llegar a donde llegué.
También dijo que el fútbol de hoy se asemeja poco al de sus tiempos, en especial durante la década del 80. De ser como ahora, cree, le hubiese dado para jugar mucho más que hasta los 35 años.
—Si jugara hoy en día en los formatos que se están jugando, con el despliegue físico que tienen que hacer los zagueros, hubiera jugado hasta los 50 años. Porque los zagueros a lo único que se tienen que dedicar es a defender y a salir en corto en un pase de 10 metros. Yo era un mediocampista que salía de atrás y corría 70 metros para adelante creando y llevando el fútbol. Tenía que hacer 70 metros y volver. Ha cambiado mucho todo. Hoy en día, el juego es mucho más posicional para los zagueros. No existen los armadores o los que salen a jugar hacia la mitad de la cancha.
De León, si mira en retrospectiva, casi que ve otro deporte cuando piensa en el VAR. Recordó que los árbitros de su época eran muy permisivos y se convenció de que el videoarbitraje llegó para ayudar a los equipos pequeños. A aquellos que sufren “un acoso total”, que antiguamente les cobraban uno, dos goles en offside y que, con la herramienta tecnológica puesta en marcha, se ven “favorecidos” para “ver si pueden zafar”. El desperfecto, advierte, se da cuando los jueces confunden el instrumento y lo mal utilizan.
—El problema no es el VAR; el problema es cuando hay arbitrajes que parece que estuvieran en un bar. El VAR vino para limpiar y disminuir los errores. Lo que pasa es que hay muchos partidos que ves y no podés creer que, con todos los árbitros que hay, haya tanta demora, tracen las líneas mal y pasen cosas terribles.
Leyenda viva
Hasta los 18 años, su vida medió entre el fútbol y el básquetbol. De a ratos apuntaba al arco de los tres palos y por momentos merodeaba de frente al tablero (igual que hace hoy su nieto, con quien compite como si no hubiera un mañana).
Hasta que un día se decidió por uno y en poco tiempo le llegó una recompensa en forma de brazalete. Siendo muy joven, se convirtió en el capitán de Nacional y lideró al grupo primero para ganar la Libertadores de 1980 y luego repetir en 1988, después de que Santiago Ostolaza dejara la cinta por un altercado con los dirigentes.
Se retiró en 1993, justo cuando Peñarol ganó el primer Campeonato Uruguayo que daría inicio a su quinquenio, y volvió en 1998, como entrenador, para poner fin a la racha y ser campeón en dos de los tres años siguientes (2000 y 2001). Le salió todo.
De tantos momentos de gloria, le costó quedarse con uno. Pero lo que sí, es un hecho, así como está escrita esa historia de amor entre De León y Nacional, es como se quedará. El capítulo ya está terminado, reiteró.
—Disfruté todas las etapas que pasé en Nacional. Si hay un lugar en el que vos querés estar, lo disfrutás desde que vas camino al entrenamiento hasta cuando salís en el micro para los partidos. Nacional fue una familia. Tuve la felicidad de estar muy bien cobijado por el cariño de la gente y de todos los funcionarios del club. Ahora, estoy plenamente hincha. Alejado porque estoy afuera (vive en Brasil), pero igual acompañando por internet. Es lo que nos tocó: volver a ser hinchas y quedarnos en un lugar de tranquilidad sabiendo que algunas fechas en el año festejaremos y nos recordarán.
El presente
El Hugo, pese a ver pocos partidos, sigue muy de cerca la realidad de Nacional hoy, que quedó golpeado después de perder en octavos de final de la Libertadores con Boca Juniors y le perdió pisada a Peñarol en la Anual y el Clausura. Para sentirse cerca, forma parte de un grupo de WhatsApp con la mayoría de los campeones del 88 e intercambia con sus hijas, que van a menudo al estadio.
Al ser consultado sobre el presente, reconoció que era un momento “muy amargo”, pero que no será el primero ni el último. Por eso, su deseo es que el club, cuanto antes, “se vuelva a colocar en donde se merece”.
¿Y cuál es ese lugar según él? Uno que dista -y mucho- de la realidad que vive el fútbol uruguayo hoy, no solo Nacional.
—La Libertadores nuestra era física, en el sentido de que era un juego mucho más brusco. Hoy, el fútbol para los atacantes es una ventaja porque en cualquier jugada el defensor ya tiene tarjeta naranja. Tanto han modernizado todo que ahora hasta los goleros juegan con el pie cuando antes (la premisa) era: cuanto más lejos del golero, mejor. Cuando en 1998 llegué a Nacional y hablé de lo lejos que estábamos del 1988, fui muy criticado. Hoy estamos yendo para el 2024 y creo que el que estaba más acertado de lo que venía era yo, pero no porque fuera un visionario, sino porque estaba analizando el cambio de lo que fue la Libertadores, que, de ser una competición deportiva, se volvió una competición económica donde las posibilidades las tienen los países más poderosos y con situación económica totalmente diferentes a la de los países pequeños. Hoy es difícil por los poderes y la cantidad de equipos. Tan económica es la Libertadores que, vergonzosamente, durante algunos años jugaron equipos invitados de la Concacaf. Fue la única confederación que hizo esa barbaridad y todos por plata se quedaron callados. Desvirtuaron lo que era la competición, primero favoreciendo a los grandes y después por plata.
Muy cómodo en Porto Alegre, De León disfruta de una vida distendida, que se codea con el deporte -ahora con la playa cerca y una pelota más chica (beach tenis)-, pero que también guarda un espacio para las opiniones futbolísticas e incluso políticas.
Se lo recuerda como lo que fue: un caudillo que se ganó el cariño de los hinchas. Pero en el seno familiar se lo valora como lo que es: un padre y abuelo presente.
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