Por Diego Domínguez
Los días posteriores a que se encaminara la posible venta del joven Santiago Mouriño (21) al Atlético Madridla novela Nacional-Racing regresó con un nuevo capítulo.
La segunda parte de la historia entre estos dos clubes, que un año atrás habían pactado de forma armoniosa que el jugador fuera traspasado a los de Sayago, cobró mayor repercusión mediática ahora por la repartija de dinero que quedará para uno y otro a partir de su salida al extranjero (valuada en 2,5 millones de euros).
Hay quienes dicen que Nacional se “durmió” y Racing se movió más rápido. Hay otros que valoran como un “acierto” que en filas tricolores se haya retenido el 20% del pase pensando en una futura negociación. Lo cierto es que la situación de Mouriño dejó de ser una interrogante desde el momento en que el futbolista decidió, por cuenta propia, que lo mejor para su carrera era salir a probar suerte a otro lado en lugar de quedarse a pelear el puesto con Nicolás Marichal, Renzo Orihuela y Joaquín Sosa (hoy vendidos).
El trasfondo va más allá del zaguero. Su caso abre varios signos de pregunta sobre qué hubiese pasado si Nacional realmente le sacaba jugo como Racing. O, más discutible aún, si gestionó de buena manera (o no) el desarrollo de los defensas destacados que surgieron de la cantera del club en el último tiempo.
Caso por caso
Un viaje al pasado reciente invita a reconstruir la historia de Mathías Olivera,titular consolidado en el Napoli campeón de la Serie A en Italia y con un paso fugaz por la Primera División de Nacional.
No había jugado ni tres partidos oficiales cuando ya tenía un pie en el avión para marcharse a Getafe. Todo sucedió después de que tuviera un conflicto con su entonces representante, Daniel Fonseca, y la ruptura desembocara en un acuerdo con Pablo Boselli para firmar con Getafe tras una venta de € 850.000. Paradójicamente, a Nacional -club que Olivera lleva tatuado en su piel- solo le quedó un rédito económico por derechos de solidaridad.
Otro caso controversial fue el de Agustín Rogel, quien se asentó en el primer equipo -jugó 16 partidos-, pero fue duramente criticado por una serie de errores en copas internacionales.
Por su edad y por su proyección era, desde luego, un activo interesante para sacar provecho de su venta. Sin embargo, la demorada renovación de su contrato derivó en que estuviera a un pie de marcharse a Rusia sin que el equipo tricolor recibiera un solo peso.
Como solución, se acordó que su representante, Ariel Krasouski, pagara una suma de € 300.000 a Nacional para que así se marchara antes de tiempo en calidad de libre y dejara, aunque sea, un modesto monto por su partida.
A los pocos años, pasó algo similar con Guzmán Corujo. Eso sí: hubo una salvedad, que agrava aún más el desenlace de su salida en 2021, y fue que el defensor, en este caso, pasó el centenar de presentaciones oficiales con la camiseta blanca.
Decidieron rescindirle el vínculo -que vencía en diciembre- cuatro meses antes de lo previsto luego de que firmara (sin avisar) un precontrato con Charlotte FC para marcharse a la Major League Soccer de Estados Unidos y se perdieron la posibilidad de recibir dinero por una eventual transferencia. “La gente no sabe que yo le dejé dinero a Nacional, que yo resigné mucha plata que tenía en premios con el club más meses que tenía en mi contrato”, explicó meses después el zaguero.
Al semestre siguiente, el karma se corrió para el lateral derecho. Armando Méndez fue otro de los baluartes que se ganó un lugar en el once y tiempo después se marchó por la puerta de atrás a causa de un mal entendido entre la dirigencia, ya conducida en ese tiempo por José Fuentes, con su representante, Matías Pittini. Desde Nacional entendieron que éste puso trabas para renovarle el contrato y rompieron relaciones, lo que inclinó la balanza en favor de Newell’s, a donde llegó libre.
El más reciente en el tintero fue el paso de Mathías Laborda de La Blanqueada a Vancouver. El aterrizaje del zaguero a Canadá fue fruto de otra frustrada renovación de contrato que no llegó a buen puerto como para que el tricolor pudiera capitalizar con una venta el desarrollo del futbolista que buscaba un cambio de aires luego de llegar a inferiores con 16 años.
Llegó a sumar 101 partidos oficiales con el club, cifra por la que recibió un reconocimiento. Sin embargo, al no renovar el pasado 31 de diciembre se terminó marchando en calidad de libre. “Buscamos la manera de dejar un dinero a Nacional que no se pudo”, reconoció.
Dos situaciones excepcionales
Los casos de Renzo Orihuela y Joaquín Sosa (incluso el de Matías Viña) son la excepción a la regla. Si bien tuvieron ciclos cortos en Primera División -uno jugó 32 partidos oficiales y el otro apenas uno- equipararon con dinero de sus transferencias el poco tiempo que el público los disfrutó.
Al primero le llegó la hora de armar las valijas cuando se había ganado un lugar en el once titular El Grupo City, representado en Uruguay por Montevideo City Torque, desembolsó US$ 1.600.000 libres en febrero de 2020 y le permitió quedarse un año más jugando a préstamo.
Nacional retuvo un 20% de la ficha de Orihuela en esa negociación que acabó en buenos términos.
Sosa, por su parte, disputó solamente un partido con el primer equipo. Fue en la final del Uruguayo 2020 frente a Rentistas con la conducción de Martín Ligüera en el cuerpo técnico. Su partida se abrochó a mediados de 2022, pese a que antes ya se había ido a préstamo a Liverpool para sumar minutos. Firmó con Bologna por € 1,9 millones y Nacional se quedó con el 15% de su ficha.