ELIMINATORIAS

Se sabe. No hay que ser muy estudioso. Para la Celeste de Óscar Tabárez vienen dos nuevos episodios cargados de rayos y truenos, porque Colombia en Barranquilla altera los nervios y porque Brasil en el Centenario suele convertirse en una pesadilla.

Estas consideraciones, a las que se agregan los defectos exhibidos por la Celeste en el comienzo de la fase de clasificación pueden colaborar sobremanera para que los futuros 180 minutos de juego tengan una adaptación a las circunstancias. Lo que no significa otra cosa que Lucas Torreira se meta en el mediocampo para colaborar con Federico Valverde y Rodrigo Bentancur en un rubro en el que hay que crecer: la contención.

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A nadie escapa que las Eliminatorias nunca son un camino sencillo de andar. De hecho, los nubarrones de tormenta siempre están ahí, en un horizonte que suele oscurecerse por las presunciones negativas a las que los futboleros solemos entregarnos. Y si bien el recorrido es largo y todo termina definiéndose sobre el final del mismo, lo peor que puede ocurrir es que no se vayan haciendo algunos ajustes para que el equipo vaya rodando mejor y avanzando sin que los pozos le vayan destartalando el eje.

Además, la historia misma de Tabárez enfrentando a Colombia en Barranquilla revela que su mejor producción fue cuando al mediocampo lo integró con jugadores que cuidaban bien los costados, porque se asociaban a los laterales, y con dos mediocampistas centrales de buenos desplazamientos.

Eso ocurrió el 11 de octubre de 2016. Ese día, cuando en el horno barranquillero se empató 2-2, en el medio estuvieron Carlos Sánchez, Matías Vecino, Egidio Arévalo Ríos y Cristian Rodríguez.

Esta película perfectamente puede repetirse con Torreira jugando de Arévalo Ríos y con Valverde o Bentancur moviéndose a la derecha para jugar en el lugar que lo supo hacer el “Pato”.

Torreira, por otra parte, ya dejó de ser el jugador que no tenía minutos en el Arsenal. Hoy en Atlético de Madrid se lo utiliza, en ocasiones poco tiempo, pero entra. En cuatro partidos de LaLiga jugó 168 minutos y por Champions League sumó 31 minutos.

Es, por cierto, un jugador que triunfa mucho cuando sale de cacería por la pelota, es un destructor que también se une al frente de ataque. Está claro que su juego puede colaborar para empezar a dar pasos más firmes y seguros.