Enviado a La Paz - Bolivia
La química entre el técnico de The Strongest y el hincha está resquebrajada y lo silbaron ni bien lo anunciaron en el altoparlante. El mal presente deportivo y su ausencia en la ida ante Peñarol generó molestia y el Estadio Hernando Siles no llegó ni a un tercio de su capacidad máxima.
“Vamos, Tigre” y “Pongamos huevo”, exigían en sus cánticos. Bajo presión, The Strongest fue muy superior en el primer tiempo y convirtió a Aguerre en figura. Le tapó un remate de media distancia a Wayar, otro a Triverio y le sacó una pelota en la línea a Ayarza, el más dañino en ofensiva.
Rescalvo le dio la confianza para jugar desde al arranque y cumplió con creces. Se ubicó como volante/extremo por izquierda e inquietó tanto por la vía aérea como por su velocidad. No llegó al gol producto del gran primer tiempo de Leo Coelho, que cortó centros venenosos y fue tiempista.
Peñarol asumió que para clasificar debía sufrir e hizo un plan ajustado a la altura. ¿Estuvo incómodo por muchos momentos? Sí. Porque debió cambiar su intensidad habitual para ser un equipo más especulativo que tomó aire cada vez que pudo. Desde la demora en los saques de Aguerre a los despejes constantes en área propia. Se ilusionó con dos tiros libres de Leo Fernández y un remate cruzado de Silvera, y luego se refugió todo lo que pudo en un contexto adverso donde los médicos recomiendan no jugar.
Detectó que no le convenía salir jugando y no se sonrojó por tener que replegarse después del 4-0 de la ida. Eso generó algún altercado entre el encargado de los alcanzapelotas y el banco de Peñarol después de que retuvieran algún balón allí.
“Hay que poner más huevo”, reclamaban los fanáticos locales. Pero de pronto pasaron de la exigencia a la ilusión después del gol de penal de Triverio.
Sin embargo, el clima hostil se mantuvo y el principal apuntado en el entretiempo fue el presidente Ronald Crespo. “¡Fuera, Crespo!”, decían con euforia los locales. Y la Policía ingresó a ese sector de la tribuna para pedirles calma, aunque sin éxito.
Ya para el complemento ingresó el uruguayo Sebastián Guerrero en la visita, y 15 minutos después Diego Aguirre optó por la experiencia con el ingreso de Facundo Batista y Lucas Hernández.
El ambiente cargado de negatividad y el ver cómo el tiempo se le consumía llevó al anfitrión a ir por todo o nada. Sobraron los desbordes por banda y los centros al área, pero Coelho demostró una vez más su categoría para calmar las aguas. Después llegó una pincelada del 8 de tiro libre que se fue desviado, pero le dio oxígeno al Mirasol.
Ayarza no repitió la gran primera mitad y eso benefició a Peñarol, que a 15’ del final le dio ingreso al capitán Gastón Ramírez y a Jaime Báez en busca de algún contraataque, que al final no llegó. El que sí llegó a cuartos de final de Copa Libertadores después de 13 años fue el Carbonero. Otra vez con Aguirre en el banco. Otra vez en condición de visitante. Pero con una diferencia: aquella vez venció 2-1 al Inter de Porto Alegre en la vuelta y en esta ocasión perdió 1-0, pero concretó el partido que había craneado y tuvo final feliz. Lo celebraron todos los hinchas que estaban a distancia, pero también los 500 simpatizantes de Peñarol que a la mañana se emocionaron con la invitación de Aguirre a “creer” y en la noche vieron cómo cumplió con su palabra.
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