Ya no estaba vestido con ropa deportiva como en las anteriores entrevistas. Tampoco tenía apuro. Durante casi dos horas de charla en un café de la zona del Montevideo Shopping solo agarró el celular para corroborar que su esposa había recibido el mensaje para ir a buscar a sus hijos a la escuela, porque ahora es una tarea que habitualmente recae sobre él. Mira a los ojos en cada respuesta y termina siendo un diálogo de la vida entre dos futboleros, mucho más allá de una habitual entrevista.
“Perdí la cuenta de los cafés que he tomado en este tiempo, je. Ya no tengo el vestuario y no tengo el vínculo personal con mis compañeros, por eso con los que mejor relación tenía nos pasamos tomando un café. Y ahora que estoy en este otro mundo del desarrollo de inversión y desarrollo inmobiliario y financiero, me lleva muchas reuniones. Estoy conociendo esta nueva vida, viviéndola, aprendiendo y potenciando otras facetas que antes no tenía”. Las palabras son de Diego Riolfo, que en mayo optó por difundir que se retiraba por una lesión crónica, pese a que íntimamente él sabía desde fines de 2022 que tenía que parar. Que tenía que hacerle caso a las alertas de su cuerpo.
“Gambetita” cultivó la carrera de economista mientras jugaba al fútbol. Después hizo un posgrado en gestión de portafolios financieros. Se preparó para el después. Y ese después llegó mucho antes de lo esperado, porque recién tiene 33 años.
Riolfo jugó por 13 años a nivel profesional. Pasó por Central, Wanderers, Recreativo Huelva, Necaxa y Godoy Cruz. ¿Cuánto incide en circunstancias como estas saber administrar bien el dinero que le entra a un jugador de fútbol durante su carrera? “Yo pensaba jugar hasta los 36, 37 años y a los 32 se me terminó por un tema extrafutbolístico. Es fundamental imaginarse el peor escenario y para mí era que mi carrera se terminara de joven, y pasó eso. Hoy estoy resguardado y creo que tomé buenas decisiones para que mi familia pueda tener un buen pasar. Es lo que trato de transmitirle a mis compañeros que tuve en los distintos equipos, sobre todo a los jóvenes, que siempre se acuerdan de esas charlas y me lo reconocen. Está bueno hablarlo, transmitir que esto no es para toda la vida, que lo extrañás un montón -como me pasa a mí ahora- pero que si tomás buenas decisiones el día de mañana podés sufrir menos el cambio de vida”.
La principal ventaja que le dio haber estudiado mientras jugaba fue que rápidamente se pudo insertar en el mercado laboral, aunque el duelo por dejar el fútbol lo sigue haciendo y hay temas que le tocan las fibras más íntimas y generan que sus ojos se llenen de lágrimas, por más que el pretende que pasen desapercibidas.
Entrenaba y jugaba medicado y no me importaba qué partido era. Yo quería jugar, no me quería perder ningún partido.
“Hoy en día tengo herramientas. Se me han abierto puertas en este tiempo. Estoy copado con ciertos proyectos de desarrollo que voy a empezar a hacer con gente del fútbol y del deporte aunque es un ámbito que no tiene nada que ver con el fútbol, es más llevado a lo que es el mundo de las inversiones y que es tan importante para el deportistas tomar buenas decisiones de inversión”, cuenta como pez en el agua hablando del tema. Se nota que es algo que le gusta mucho. “Estoy contento, me lleva mucho tiempo en el día a día, me tiene la cabeza ocupada y es importante”, añade.
La confianza en el otro es clave a la hora de realizar una inversión. Más todavía cuando los montos que se manejan son grandes, algo que suele suceder alrededor de los futbolistas, por los altos salarios que se pagan en algunos mercados del orbe. Por esa razón, su forma de ser ha ayudado al exjugador, ahora economista, a ir captando clientes poco a poco, como cuando el futbolista va dando sus primeros pasos en Primera y se va ganando la confianza del DT de turno.
Yo jugué los últimos partidos en Wanderers 10, 15 minutos y pude hacerlo, pero nadie sabe lo que te duele físicamente, y lo que te duele emocionalmente llevar la semana con dolor.
“Las puertas que se te van a abrir es por cómo fuiste vos como persona durante tu carrera. Yo he tratado de cuidar los vínculos, de ser frontal, leal, transparente y creo que hoy las oportunidades que tengo es por cómo yo he sido como persona más que como jugador. Pero el haber sido jugador de fútbol me va a permitir vincularme con ellos por toda la vida. La confianza que yo puedo transmitir, y el profesionalismo por lo que estudié, pueden servir pero sobre todo por cómo soy, por mi forma de ser”, explica con naturalidad.
No fue fácil asumir que se había terminado la carrera de futbolista. Riolfo pasó un verano encerrado, donde incluso preocupó a su familia. “Intenté escribir la carta muchas veces y no había podido. Los primeros meses no lo quería comentar porque sentía que podía tener una mínima chance de volver a jugar o encontrar un médico que me diga ‘hacé esto que vas a poder jugar’. La realidad es que consulté a más de seis médicos y ninguno me dijo ‘hacé esto para jugar’. Todos me decían que la veían difícil. Me costó aceptarlo, por eso me costó escribir la carta de despedida. Ahora estoy mejor y ocupado con los proyectos personales, pero esos primeros meses fueron muy duros para mí, pero sobre todo para mi familia y para mi círculo más cercano”.
Riolfo es tajante: “el cambio de vida es fuerte. Quizás algún compañero que se esté por retirar se puede sentir identificado. Dejás de hacer lo que hiciste toda tu vida, y eso que te hizo tan feliz, reconocido, y por lo que la gente te valoraba”.
Lo que más me incidió fue que mis hijos me pregunten por qué no juego más o por qué no entramos más a la cancha juntos. Eso me duele, me pone mal
El exmediapunta, que se destacaba por destrabar partidos complicados y saber utilizar muy bien el carril central de la cancha, ya no tiene más cartílago en la rodilla izquierda, lugar donde se rompió dos veces los ligamentos cruzados. “Cuando me operé la segunda vez en el 2015 los médicos me habían dicho ‘mirá Diego, ya no tenés meniscos, el ligamento fue dos veces intervenido, vas a tener una rodilla muy jodida a largo plazo. Vas a tener que usar prótesis’. A ese panorama desalentador no le di mucho corte con 25 años. En marzo del 2022, contra Albion, frené, sentí un latigazo, me quedó doliendo y no podía ni correr. Me hicieron una resonancia y me dijeron que el cartílago ya no estaba, que ya tenía chocando hueso con hueso, la famosa artrosis crónica. Eso no tiene solución. Me recomendaron tratamientos alternativos, me hice todo, pero nunca pude entrenar sin dolor, solo lo hacía bajo los efectos de las pastillas. Ya no era el mismo. Estaba limitado físicamente y así ningún entrenador me iba a tener en cuenta, ni en Wanderers ni en ningún otro lado”, cuenta con mucha frustración.
“Lo mío no tenía arreglo. Mi mujer lo vivió intensamente, en mis hijos repercutía el mal humor que yo tenía. Anímicamente se lo trasladé a toda mi familia y fueron los que más sufrieron. Yo estaba comido por dentro, pero ellos eran los que vivían el día a día: levantarme una siesta con dolor, renguear de mañana, tener la rodilla inflamada siempre, pasar con hielo. No era vida y así fue como los médicos me entraron, cuando me dijeron ‘no vas a poder jugar con tus hijos, no tiene sentido lo que estás haciendo’” concluye con nostalgia.