Aquellos que escarben en el archivo y se apeguen a la literalidad podrán decir que ayer, en la final del Intermedio contra Peñarol, el entrenador de Nacional, Martín Lasarte, fue contradictorio. O al menos faltó a su palabra.

Quién iba a decir que finalmente el buen pie de Mauricio Pereyra, Diego Zabala y Jeremía Recoba, al que en su momento dijo que sería “difícil” de juntar, le terminaría dando resultado en un clásico para mejorar el funcionamiento de todo un equipo.

O, peor aún: quién se iba a imaginar que solo dos semanas después de calificar como “peligroso” el ascenso prematuro de un juvenil de 17 años, como Gonzalo Petit, lo terminaría mandando a la cancha (condicionado por la lesión de Federico Santander) para que convierta el gol del empate en su debut clásico. Es, por lo menos, algo curioso.

Lo concluyente de la historia es que, ahora, ambas declaraciones quedarán en el olvido. Más allá de que la página de ayer le dará un capítulo más a su extenso anecdotario como técnico, Lasarte demostró que, a pesar de ser rehén de su propia teoría, también tiene la autocrítica necesaria para corregir un planteo y readaptar al equipo en función de su olfato, aún cuando ese ensayo incluya poner a prueba a juveniles.

Foto: Estefanía Leal.

El caso de Petit (debut y gol) o Guillermo López, que picó su penal en la definición, vuelve a acercar al DT al umbral de los iluminados que tienen buen ojo para los pibes.