"Después de esta nota de El País va a comentar uno abajo: ‘Este gordo es crack, tiene que venir a Nacional’. Y otro va a decir: ‘Este gordo es chanta y va a quedarse con todas las juveniles’. A mí me da lo mismo. Me importa lo que piensa la gente que quiero. Creo que hay antecedentes míos que hablan. Colegas, dirigentes y jugadores hablan bien. Lo que hice en Rentistas y en Aguada está a la vista”, le decía el todavía representante de futbolistas Flavio Perchman a Ovación hace tres meses. 72 horas después de la elección en Nacional, tendrá su primera foto oficial como vicepresidente y parece que al final tenía razón: los antecedentes hablaron.
Para conocer su historia, hay que remontarse a los inicios. Año 1988. El 4 de agosto, después de haber sido encuestador, empezó a trabajar como courier de IBC, con un sueldo base y horarios flexibles que lo desafiaban a marcar un diferencial con comisiones.
El 19 de octubre, pidió libre y se fue a Rosario a ver la final de Libertadores entre Newell’s y Nacional: “Viajé a Buenos Aires y de ahí me fui en ómnibus. El 26 de octubre ganamos la vuelta acá (en Montevideo) y fue la final con más pesto que recuerdo haber visto en la Libertadores”.
Ya por esos tiempos, sobrevolaba en su cabeza la idea de juntar plata para viajar a ver el Mundial de Italia 1990. Soñaba con ser periodista deportivo. Y, al menos por un rato, lo consiguió. Sí: Flavio Perchman escribió dos artículos que fueron publicados en La República.
Unos años antes, le había dicho a sus padres que dejaba la carrera de Ciencias Económicas para ir a la Copa del Mundo. Lo miraron raro. Mucho no lo entendieron. Pero en el fondo él sabía que lo de trabajar ocho horas encerrado en una oficina no le iba a resultar.
A los años, en medio de una situación económica crítica, hasta se transformó en una discusión de pareja con Ana, su señora: “Le dije: ‘El Gallito Luis o yo, porque ocho horas no voy a hacer’”.
Al regreso de Italia, asentó su primera pizzería (1990), entró a Aguada por Carlos Lorenzo (1992), quedó federado en Primera División de fútbol de salón con un grupo de la Asociación Cristiana de Jóvenes, ganó US$ 8.000 en el concurso Martini Pregunta (noviembre de 1993) y se casó (1994).
A finales de 2001, llegó a deber US$ 40.000 entre los gastos de teléfono que tenía y una deuda por rescindir su vínculo con Carlos Roca (el “Paco Casal del básquetbol”), que vivía a una cuadra de su casa y lo acercó al mundo que le cambió la vida. Por él inició un camino en la representación -que duró 25 años- y del que luego se abrió.
De su primera venta con Daniel Gutiérrez escaló alto hasta llevar a Ronald Araujo al Barcelona, donde le dijo a su hijo Nicolás (hoy representante) que después de eso no había “nada mejor”. “Mi gloria está en que a Nacional le vaya mejor. A nivel personal ya me siento realizado”, expresó Perchman, que fue definido por Ricardo Vairo como el “9” de la lista ganadora.
La enseñanza para su hijo Nicolás, el heredero de la empresa de representación
Lo de “esto tiene una buena y una mala” Flavio se lo dijo a Nicolás, su hijo, por lo menos dos veces. Cuando este era niño y fue a la feria para llenar un álbum de la Champions, se dio cuenta de que, aunque estaba completo, ya no tendría con quien cambiar las figuritas. Cuando llevaron a Ronald Araujo al Barcelona, Flavio le dijo: “Este es el techo. Después de acá no hay nada mejor”.
La conexión con las pizzerías también corre para el nuevo presidente de Nacional, que tuvo su primer trabajo en el verano del 70, en Mamma Mía, en Malvín. Su tarea era entregar panchos que salían de una olla grande. Con el primer sueldo, se hizo socio de Nacional y esa condición la mantiene 53 años después. Elegido por Perchman, tiene a Dolores en su corazón y es perfil bajo.
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