Hacía rato que las dos hinchadas se estaban provocando. De un lado, la de Nacional mostraba una bandera que decía “y te quisiste matar cuando enfrente viste vos”, en referencia a una canción de la barra brava que refiere a Rodrigo Aguirre, el hincha de Peñarol asesinado en 2011. Desde la otra cabecera, mientras tanto, respondían mostrando banderas robadas y hacían caso omiso al pedido que se escuchaba por los altoparlantes para que las retiraran.
Recién cuando desde la Tribuna Ámsterdam voló una (segunda) bengala a la cancha el árbitro Javier Burgos prendió las alarmas y decidió frenar el partido para pedir calma. La gran pregunta es: ¿por qué no lo hizo antes?
La caída de las bengalas fue apenas 13 minutos después de que Diego García hiciera el gol del descuento. Y, justo antes de la detención, ese mismo hombre había tenido un buen intento con un derechazo desde afuera del área que le despejó el golero de Nacional, Luis Mejía, una de las figuras de la noche.
La situación fue similar a la del clásico del 4 de setiembre de 2022, cuando la historia terminó 3-1 a favor de los tricolores en el Gran Parque Central y los hinchas aurinegros pararon el partido en el mejor momento del equipo.
Esta vez, el nerviosismo se trasladó a la cancha y se multiplicó entre los jugadores que fueron protagonistas de un tumulto. Todo empezó con un fuerte encontronazo entre Diego Herazo y Rodrigo Pérez (por un empujón del colombiano cuando lo presionaba) y al que rápidamente se sumó el capitán Maximiliano Olivera.
La reacción le terminó costando la roja al jugador de Nacional, que había sido el héroe tricolor en el clásico amistoso del pasado lunes. El alboroto se saldó con otras tres expulsiones: Nicolás López (Nacional) y Rodrigo Pérez y Javier Cabrera (Peñarol).
El clásico tuvo otros momentos calientes de los que también participó el Diente López. Primero, fue pícaro, porque tomó de la botella de agua del arquero Guillermo de Amores y se la dejó tirada en los pies, como buscando su reacción. Después, se calentó y, con la pelota lejos de sus pies, tuvo un forcejeo subido de tono con Maxi Olivera. El juez se les acercó para hablarles.
Su malhumor se percibió desde la tribuna e, incluso, llegó a tener eco en el cuerpo técnico de Nacional, que respondió pidiéndole que se concentrara solamente en el partido.
Afortunadamente para él, las cosas en el final del primer tiempo le salieron. Y así como fusiló el arco y convirtió el 1-0, también le puso fin a una racha de nueve años sin penales a favor de Nacional en un clásico. A esa virtud la acompañó con una cuota de suerte, que le valió para darle la asistencia del segundo gol a Jeremía Recoba, con una media chilena de espaldas al arco.
La imagen del colorido y la percusión que hizo vibrar al Estadio Centenario y a los más de 40.000 espectadores que asistieron, de todas formas, no opacó los momentos grises que tuvo la final de la Supercopa.
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