Reacciones del público adentro de un estadio hay muchas, y de todo tipo y color. Pero son pocas -o más bien contadas- las que se adornan de un aplauso cuando alguien que apoya su trasero en una butaca se predispone a ser el director de una ola de frustraciones que toman forma de insulto, muchas veces sin sentido alguno.
A Juan Ignacio Ramírez le pasó y el último domingo, frente a Peñarol, consiguió lo impensado. Se reconcilió con la gente en un lapso de 75 minutos -su mayor tiempo en cancha desde el 23 de junio, cuando Nacional perdió 3-0 con Liverpool en Belvedere- y salió ovacionado aunque, valga la paradoja, no había razones estadísticas que justificaran a priori que debiera existir una ruptura previa.
Tres meses atrás, algunas voces detractoras de su figura hablaban de que le faltaba un gol en la Copa Libertadores. Por mera casualidad, cuadró que el 2 de agosto Nacional se enfrentó a Boca Juniors y Ramírez erró un gol cantado, como le había pasado en la misma fecha, pero exactamente un año antes contra Atlético Goianiense. Sin embargo, a la semana siguiente, entró desde el banco en La Bombonera y contestó para forzar el partido a los penales.
El reclamo, entonces, se concentró en su sequía goleadora, que lo tuvo cinco partidos sin hacer goles de setiembre a octubre. De igual forma, de poco valió porque enseguida que Álvaro Recoba asumió como entrenador del equipo al 99 se le volvió a abrir el arco y estiró sus números como máximo artillero del plantel a 18 goles en 38 partidos de la temporada.
Lo otro que le faltaba, se remordían sus críticos, era ser decisivo en un clásico. Y lo fue, más allá de que luego la historia terminó siendo otra.
Ramírez apareció en el área sin marca, Gonzalo Carneiro le bajó una pelota espectacular y, como en los mejores tiempos del Lucho Romero y Sebastián Abreu, se encontraron casi que de memoria para abrir el clásico a los 30 minutos de juego.
La emoción venció a la frialdad que tuvo aquel hombre para definir, que de un segundo al otro no tuvo mejor idea que treparse al alambrado y rugir de frente a una acalorada tribuna Scarone, a la que le pegó el sol de frente. El mismo sector sería el que minutos después lo ovacionaría.
El árbitro Mathías De Armas, advertido, esperó a que terminara su ritual y le mostró una tarjeta amarilla -la quinta en el campeonato- lo que lo hará perderse la próxima fecha contra Danubio.
Recoba, ahora, tendrá que decidir entre Emmanuel Gigliotti y Bruno Damiani, que no estuvo convocado.
La decisión está en manos del DT
El entrenador de Nacional deberá elegir a un acompañante para jugar junto a Gonzalo Carneiro en la delantera, siempre y cuando no quiera cambiar el esquema que presentó en las últimas tres fechas (4-3-1-2). Todo parece indicar que la pulseada hasta ahora la ganaría Emmanuel Gigliotti.
El argentino entró apenas ocho minutos en el clásico del sábado y no logró gravitar. De una falta suya, Peñarol encontró el gol del empate 2-2 con un cabezazo de Lucas Hernández. En seis partidos jugados en el Torneo Clausura, apenas suma un gol y un total de 165 minutos en cancha.
El juvenil de 21 años Bruno Damiani pasó de ser titular en el primer partido de Recoba como DT de la Primera de Nacional (65 minutos) a no ser convocado para las dos fechas siguientes, incluida la última. Tiene pocas chances de integrar el ataque con Carneiro desde el vamos. En cuatro partidos, registra una sola asistencia.
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