El expreso de la Copa América 1987: cuatro días, dos partidos y la gloria para la selección de Uruguay

La Celeste fue al terreno del campeón del mundo, le ganó en su casa y se coronó en uno de los más fugaces torneos continentales de la historia sudamericana.

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Antonio Alzamendi y Pablo Bengoechea con la selección de Uruguay en la Copa América 1987
Antonio Alzamendi y Pablo Bengoechea con la selección de Uruguay en la Copa América 1987.
Foto: Archivo/El País

Redacción El País
Cuatro días de competencia, dos partidos, dos goles, un trofeo. La campaña celeste en la Copa América 1987 fue breve en su desarrollo y fulminante en su resultado. Puede leerse como una campaña afortunada, pero resultó todo lo contrario: la selección uruguaya venía golpeada, la preparación resultó accidentada y el debut fue el peor que podía esperar a un equipo: contra el campeón del mundo en su propia casa. Y con el fixture a favor, pero con todo lo demás en contra, Uruguay fue campeón.

Para 1987 la Conmebol modificó el reglamento de la Copa América, después de tres ediciones con partidos en todo el continente, para volver a la idea original de una sede fija. Y se otorgó la organización a Argentina, que un año antes había sido campeón del mundo, con Diego Maradona en su mejor hora.

Participaron los diez seleccionados sudamericanos, solo ellos como era norma entonces. Se formaron tres grupos de tres equipos y Uruguay, como campeón vigente en 1983, pasó directamente a la semifinal.

Sin embargo, no era un momento auspicioso para la Celeste. En 1986 había llegado con muchas esperanzas a la Copa del Mundo de México, pero cumplió una mediocre actuación, agravada por la grave derrota sufrida ante Dinamarca por 6 a 1. La labor del entrenador Omás Borrás fue duramente cuestionada aunque tampoco se salvaron de la crítica los futbolistas.

Uruguay ante Argentina en la Copa América de 1987
Uruguay ante Argentina en la Copa América de 1987.
Foto: Archivo/El País

Problemas

En 1987 la AUF designó como técnico a Roberto Fleitas, que luego de varias pruebas optó por formar un seleccionado con mayoría de hombres del medio local y solo cuatro de clubes extranjeros: Francescoli, Alzamendi, Sosa y Gutiérrez.

La preparación fue breve y accidentada, como solía ocurrir entonces. Los amistosos previos fueron contra Bolivia y Ecuador, aunque también se jugó contra las selecciones de Tacuarembó y Maldonado, Miramar Misiones, el equipo de la Mutual, Defensor y Argentinos Juniors. Los rendimientos no pasaron de pobres y más de una vez los celestes fueron silbados por el público.

Con escasos recursos económicos disponibles, se trabajó alrededor de un mes, con concentración en el local que había bajo la tribuna Amsterdam del Estadio Centenario. Era pleno invierno y allí no existía calefacción, por lo cual los jugadores dormían vestidos. Una vez fueron a practicar a la vecina cancha de Miramar Misiones, pero como el portero no aparecía, los futbolistas tuvieron que saltar el muro para entrar. Hubo demoras con el ómnibus cuando debían trasladarse a un escenario más lejano. A la hora de almorzar o cenar en la concentración tampoco había servilletas.

Después la concentración se mudó a Punta del Este, donde el plantel encontró mejores condiciones.

Sin embargo, la incertidumbre no césó: tres días antes de viajar a Buenos Aires, el delantero Enrique Báez se enfermó de varicela. Existió el temor a un contagio masivo, que por suerte no se verificó. Además, hubo discusiones entre los jugadores y los dirigentes de la AUF por el tema de los premios hasta el día mismo del viaje.

Mientras tanto, ya se jugaba la Copa. Argentina avanzó a la semifinal, que estaba programada ante Uruguay. También se clasificaron a esa instancia Colombia y Chile (que goleó a Brasil con un sorprendente 4 a 0).

Enzo Francescoli y Oscar Ruggeri en el cruce semifinal de la Copa América de 1987 en el Estadio Monumental
Enzo Francescoli y Oscar Ruggeri en el cruce semifinal de la Copa América de 1987 en el Estadio Monumental.
Foto: Archivo/El País

Triunfazo

Por fin, el clásico rioplatense tuvo lugar ante un estadio Monumental repleto la tarde del 9 de julio, fecha nacional argentina.

Fleitas colocó a Eduardo Pereira (Peñarol) en el arco; la línea de cuatro con Alfonso Domínguez (Peñarol), Nelson Gutiérrez (River Plate argentino), Obdulio Trasante (Peñarol) y José Pintos Saldanha (Nacional); Gustavo Matosas (Peñarol), José Perdomo (Peñarol) y Pablo Bengoechea (Wanderers) en el medio; Enzo Francescoli (Racing Matra de París), un poco más adelante; Antonio Alzamendi (River argentino) y Ruben Sosa (Zaragoza de España), como delanteros netos. Este equipo se repitió en los dos encuentros disputados. Y también se repitieron los cambios durante el juego: Enrique Peña (Wanderers) y Eduardo Da Silva (Peñarol).

La gran preocupación era cómo frenar a Maradona. Fleitas -con el asesoramiento ad honorem del veterano técnico Hugo Bagnulo- optó por una marca escalonada, achicando los espacios en su zona y tratando de sacar el contragolpe. Y así fue: un avance rápido de Francescoli le permitió a Alzamendi definir con su característica pericia, poco antes de terminar el primer tiempo.

El resto del partido consistió en una heroica resistencia celeste, porque no era solo cuestión de frenar solo a Maradona. Casi en la hora, el centrodelantero Juan Funes (fallecido pocos años después, en plena juventud) puso un cabezazo tremendo, que obligó a Eduardo Pereira a una atajada increíble.

No solo se había eliminado al campeón del mundo, sino que era el primer triunfo de Uruguay sobre Argentina de visitantes en 39 años.

Enzo Francescoli y Antonio Alzamendi en la selección de Uruguay en la Copa América 1987
Enzo Francescoli y Antonio Alzamendi en la selección de Uruguay en la Copa América 1987.
Foto: Archivo/El País

Final accidentada

El domingo 12 tuvo lugar la final ante Chile, que había dejado atrás a Colombia en la otra semifinal. Uruguay (con los mismos once futbolistas) se había convertido en el favorito. Quizás por eso los trasandinos apelaron a un juego defensivo y demasiado fuerte. A los 14 minutos se fue expulsado el trasandino Gómez, pero las patadas continuaron. Un rato después Francescoli reaccionó a la enésima falta y también vio la roja.

En el segundo tiempo Bengoechea convirtió tras varios rebotes en el área chilena y con eso fue suficiente. Sobre el final hubo un roce entre el capitán Perdomo y el chileno Astengo, por lo que terminaron nueve contra nueve.

Uruguay se dio el gusto de dar la vuelta olímpica en Buenos Aires ante una numerosa hinchada compatriota, algo que se reiteraría en la Copa de 2011.

La Celeste recuperaba la confianza tras el fracaso de México 86. Algunos meses más tarde y con varios de los coronados en Buenos Aires, Peñarol ganaría la Libertadores. Pese a los problemas, eran buenos tiempos aquellos para el fútbol uruguayo.

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