La imagen se repetía más de una vez por semana, cuando tocaba entrenar, y desde lejos ya se los podía ver. Ronald Araujo caminaba junto a su madre Karina, su abuela María José, y detrás un séquito de entre 10 y 15 niños, todos del barrio Mandubí, que llegaban al club Huracán de Rivera con un sueño: el de brillar en la élite del fútbol.
Es un sueño recurrente para muchos niños uruguayos, pero es evidente que son pocos los que lo alcanzan. Ronald fue uno de ellos, pero su historia para concretarlo tiene mucho de esfuerzo, de aprendizaje y, sobre todo, de nunca bajar los brazos. Si hay que buscarle una explicación al presente del futbolista del Barcelona, tal vez las palabras justas las encontró Danilo Poschi, actual presidente de Huracán, técnico de Ronald en su infancia y amigo íntimo de la familia.
“Le gustaba entrenar, era muy comprometido, muy responsable y no solo con el fútbol sino con el estudio también. La familia siempre le enseñó buenos valores y además llegó donde llegó por su fe, por su perseverancia, por sus ganas de salir adelante e, indudablemente, por su talento”, sostuvo.
Junto a su madre y su abuela, también estuvieron su padre Celestino y sus hermanos Maikel y Kauan, pilares para el Ronald que con el paso de los años se forjó en el barrio Mandubí. “Humilde y trabajador”, así definen al barrio aquellos que lo conocen y no es casualidad que sean cualidades que a Ronald se le vieron y se le ven hasta hoy en día, dentro y fuera de la cancha.
“Era un jugador que iba de área a área y tenía velocidad, muy buena técnica y sobresalía en el cabeceo como hasta ahora”, admitió Poschi sobre aquel pequeño que llegó a la institución con seis años. “Me llamaba mucho la atención que los trabajos técnicos y tácticos los hacía con perfección y era el ejemplo. Cuando íbamos a hacer algo diferenciado primero le explicábamos a él para que los demás lo siguieran”, agregó y dejó en claro que desde chico forjó su rol de líder.
“Era motivador para el equipo. Conmigo siempre fue capitán y no por lo que jugaba, sino por la clase de persona que es. Se lo merecía, siempre estaba dando para adelante y veía cosas que los grandes no veíamos”, concluyó Poschi, pero quien puede dar fe de eso es su esposa, Amalia Pereira.
“Estaba mucho en casa”, recuerda Amalia, también amiga de la familia. “Yo a veces estaba en el patio, iba a colgar alguna ropa y él se arrimaba con un palillo y ya me empezaba a hablar sabiendo que yo era la delegada. ‘Vos sabés que tal compañero sale a tal hora, ¿no podrás arreglar el horario del partido para que él pueda estar?’ Analizaba todo y tenía ese liderazgo que hasta hoy lo conserva”.
Amalia nunca estuvo en la Comisión Directiva de Huracán, pero siempre fue parte del mismo ya sea como delegada o incluso haciendo frente a la cantina o hasta lavando los equipos para que estuvieran a disposición.
Las anécdotas con Ronald siempre son en una cancha de fútbol, pero hay dos que le quedaron marcadas a fuego. “Un día Ronald tenía que bailar el pericón en la escuela y no podía faltar porque era el que lo comandaba, pero ese mismo día tenía partido. Entonces sincronizamos todo. Ronald terminó, y corriendo salió de la escuela. Nosotros ya teníamos preparado todo en el auto, pero tenía que sacarse la ropa de gaucho y vestirse de jugador. Se puso todo, llegamos, el partido ya estaba prácticamente empezando y él calentó rapidito y entró a jugar y una vez que estábamos sentados ahí nos empezamos a reír porque Ronald tenía algo raro en la cara y era que estaba jugando de barba y bigote hecha a lápiz”, recordó Amalia.
Pero si de humildad se trata, el otro gran recuerdo de Amalia pinta tal cual es a Ronald: “En uno de mis cumpleaños, él siendo chico, quería hacer un gol para regalármelo entonces pintó en una camiseta sin que nadie lo supiera ‘feliz cumple Amalia’ y cuando lo hizo, la mostró. Fue el mejor regalo que me pudo dar, tal vez hasta más importante que las camisetas que me regaló después. Fue algo que él hizo porque lo sintió así y porque se ve que en algún momento yo le transmití todo eso. Quererlo, apreciarlo, no olvidarlo en el día de Navidad o de los Reyes Magos porque era un regalo para mis hijos y un regalo para él”, contó visiblemente emocionada.
Hay que aclarar un punto importante y es que el Ronald Araujo que hoy vemos jugando en la defensa, dista mucho del que comenzó en Huracán jugando de 10, usando la 10 y tirando caños y moñas, como todo 10, en canchas embarradas y en las que no siempre abundaba el pasto.
Ese Ronald fue el que un día llamó la atención de un dirigente de Danubio a sus 10 años. “Me preguntó por él y me dijo si lo podía llevar a Buenos Aires a jugar un partido con Danubio. Le pregunté a Ronald y me dijo que sí, pero siempre y cuando pudiera ir su padre y yo. Aceptaron y entonces empezamos a prepararlo porque él no jugaba en cancha grande, pero calidad le sobraba, aprendió todo y a los pocos días estábamos en Casa Amarilla jugando contra Boca. Ronald sobresalió y a los minutos el técnico de Boca vino a hablar con nosotros, pero al final tanto la madre como el padre se dieron cuenta que él era muy niño y optaron que se quedara en Rivera, a jugar acá y cumplió todo su proceso junto a sus seres queridos y su club”, sostuvo, pero la historia ya es conocida y chance de brillar no le iba a faltar.
De hecho, también estuvo cerca de representar a Uruguay siendo todavía un niño ya que participó con Rivera del recordado Mundialito Danone. En 2010, previo a que Forlán hiciera golazos, Suárez salvara a la Celeste y el Loco Abreu picara la pelota contra Ghana, Ronald ponía a su departamento en la gran final en el Estadio Charrúa, pero no fue suficiente para ir al torneo principal, aunque con la Celeste iba a tener su revancha más adelante.
Huracán y el debut en Primera con 13 años
“¿Qué les parece si largo a Ronald?”, fue la pregunta que Danilo Poschi, en ese entonces técnico de la Primera División de Huracán, le hizo al capitán Germán Rosas y a su hermano, dos de los referentes del plantel principal del Globo.
“Sí, no lo dudes, largalo. Aparte nosotros ya lo venimos probando”, fue la respuesta de Rosas. Lo cierto es que en esa breve charla se consumó un hecho increíble que fue el debut de Ronald Araujo, con apenas 13 años, en la Primera División de Huracán.
“Cuando llegó el momento de citarlo le pedí autorización a los padres y ellos lo permitieron. Por una reglamentación que hay él tenía que jugar medio tiempo en la Sub 18 y el otro medio tiempo en Primera y yo le dije que si hacíamos un buen resultado en el primer tiempo lo hacía jugar en Primera. Íbamos 2-0 y ya vino frotándose las manos. Lo saqué y así fue que después cuando fuimos a jugar el partido de Primera División contra Colina, lo puse”.
“Queríamos que estuviera tranquilo, que se divirtiera y que hiciera lo mismo que en juveniles, pero le duró bien poquito, creo que cinco minutos”, recordó Rosas entre risas. “La primera jugada que tuvo le encajaron un trancazo bárbaro y yo le dije ‘¿viste todo lo que te dije en el vestuario? Bueno, olvídate’ y ahí empezó a meter brazo, codo, pierna fuerte y se adaptó enseguida porque es un jugador muy obediente y entendió lo que había que hacer”.
Ese día, Ronald dejó de lado la habilidad y pasó a jugar de “doble cinco”, pero hay cosas que nunca se pierden. Es que entró con el partido 0-1, se hizo cargo de todas las pelotas paradas y no solo asistió, sino que también anotó para el triunfo 2-1 de Huracán: “Todas las pelotas quietas eran de él, primer tiro libre que tuvo y la colgó en un ángulo”, recuerda Poschi.
“Y al próximo partido entró de ‘doble cinco’, estábamos ganando 1 a 0 y nos expulsaron a un zaguero, no tenía más cambios y por porte físico lo puse a él. Se sintió muy cómodo y fue orientado también por Germán Rosas, nuestro capitán. Él le decía ‘ubicame, ubicame, a ver si estoy bien parado’, y le sirvió de experiencia, después cuando yo lo veía en Rentistas jugando de central no me extrañaba porque él siempre tuvo muy buena ubicación”, aseguró su primer entrenador.
Ese lazo con Rosas también dejó una importante amistad. “Mi capitán”, así lo llama hasta hoy en día Ronald a Rosas y él no lo puede creer. “Por dónde él está es inimaginable que pueda acordarse de mí como lo hace, que me regale camisetas, que me las firme o me trate como ‘mi capitán’. Eso me deja muy emocionado porque lo conozco desde muy chiquito y demuestra la persona que es”, sostuvo Rosas.
“Los padres, a pesar de ser gente humilde, no tenían el signo de pesos en la cabeza, no estaban desesperados por hacer plata con su hijo, querían que él se formara no sólo en el fútbol sino en el estudio. Fue el mejor alumno del liceo y ni que hablar que en la escuela también siempre sobresalió con sus notas”, explicó Poschi.
Y puede dar fe de ello Laura Risso, su primera maestra. “De Ronald fui maestra a sus cuatro años, o sea que hace más de 20 que lo conozco. Yo siempre acostumbro decir que Ronald solamente creció en altura porque su esencia no cambió. Era un amor, es un amor y siempre me acuerdo que le gustaba bailar cumbia”.
“Después siendo más grande yo lo veía en la escuela y le pegaba el grito para saludarlo y sabía que era foto, beso y abrazo y nunca decía que no. Parecía decir ‘sí Laurita, sí Laurita’ con la mirada, venía y te abrazaba”, recordó Risso.
Ronald creció, sus chances de brillar también y así fue como le tocó el momento de partir de Huracán, su segunda casa, aunque llegó a ser la primera porque durante un tiempo, él y su familia vivieron en el club. “A la familia de él les gusta la tranquilidad, siempre trabajadores y trabajando duro, porque siempre se preocuparon de tener a los hijos bien y surgió la oportunidad de venirse acá y como venían prácticamente todos los días estuvieron viviendo un tiempo”, agregó Poschi.
El apoyo en la fe
“Iglesia Pentecostal Naciente”, se puede leer en la fachada de un recinto en el que Ronald Araujo fue asiduo, tanto como la cancha del club Huracán. Es creyente, se nota en sus redes sociales, engalanadas con la frase “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” y todos coinciden en que mucho de lo que es hoy se basa en ello.
“Él siempre hace referencia a que en su vida Dios está siempre presente y yo no te puedo decir si es un 50 o un 100 pero te puedo garantizar que no es menos que eso porque él ha puesto su físico, su vida y la de su familia en las manos de Dios y Dios le ha respondido”, sostuvo Amalia.
“Ronald desde niño tuvo fe en Dios y cuando se fue a Montevideo, mientras otros preferían salir a pasear o ir al shopping, él se quedaba leyendo la Biblia o escuchando mensajes cristianos”, reflexionó por su parte Danilo.
El salto a Montevideo y el llamado que lo salvó
“Cuando lo vi, vi al Betito Acosta”, recordó Diego Ospitaleche. “Me dijeron que había un ‘10’ en Huracán que la rompía y el comentario de que era el jugador a proyectar en Rivera fue unánime”, agregó.
Ospitaleche es abogado, pero le gusta el fútbol y desde hace años, en algo que empezó como una especie de hobby, comenzó a llevar jugadores riverenses a probarse a clubes de Montevideo junto a sus socios Pocho Farías y Elson Macedo.
“A Ronald lo conocí en las categorías de baby fútbol porque yo tenía en la época un programa de fútbol infantil e incluso nosotros recorríamos el Uruguay con las selecciones de las categorías del baby y él siempre destacó”, rememoró Farías.
“Él me pasó los datos de los familiares y fuimos con Elson Macedo a la casa y le planteamos la idea de que le veíamos condiciones a su hijo y que teníamos intención de llevarlo seriamente a Montevideo porque hay diferentes formas de llevar al jugador del interior a Montevideo. Nosotros lo que le ofrecíamos en ese momento era con condiciones ya de pagarle el pase, de darle un alojamiento, de darle todo para que se pueda desarrollar”, recordó Ospitaleche.
La idea ya estaba instalada y solo faltaba ejecutar el plan pero, como ocurre muchas veces, surgieron imprevistos. “La idea era llevarlo a River Plate porque yo tenía contacto con el exjugador Andreé ‘Varilla’ González y creía que estaba ahí, pero cuando lo llamé me dijo que ya no estaba, pero que estaba trabajando en Rentistas, que lo llevara que las juveniles estaban trabajando bien”, recordó Ospitaleche.
“Me acuerdo que era enero y hacía un calor bárbaro. Llegamos de noche a Montevideo, lo alojamos en el apartamento que teníamos allá y llegamos a la práctica de Rentistas al otro día de mañana donde lo iban a probar a Ronald. Estuvimos mirando un rato, estábamos tomando mate ahí alrededor de la cancha mirando la práctica y Ronald había sido el mejor jugando de cinco”, aseguró Ospitaleche quien se iba a llevar una sorpresa.
“Ese momento me quedó marcado. Ronald venía recién bañado, con un bolsito, y me dice: ‘no quedé’. ‘¿Cómo que no quedaste?’, le contesté. Uno nunca va a saber realmente lo que podía haber pasado, pero son cosas que quedan y a veces hasta es un mensaje para el futuro jugador de fútbol, que siempre uno tiene que insistir y que si tiene un sueño tiene que buscarlo. Agarré el teléfono enojado, llamé al Varilla y le dije: ‘Me hiciste traer un jugador y no viniste a verlo’. Me pidió disculpas, que había tenido un problema familiar, pero que al otro día iba a hacer otra prueba. Al otro día me llama el Varilla y me acuerdo como si fuese hoy que me dijo ‘yo no sé lo que vio el técnico ayer, pero este jugador en seis meses está en Primera y llega a la selección uruguaya’ y fue profético lo del Varilla porque a los seis meses estaba en Primera de Rentistas y al año en las juveniles de Uruguay”, sentenció.
El estreno, quiso el destino, que sea a pocos kilómetros de su Rivera natal porque se dio en el Estadio Raúl Goyenola de Tacuarembó. Hasta allí llegaron su madre, su padre, sus hermanos, su abuela, su tío y, por supuesto, Danilo y Amalia.
“Llegamos temprano, nos sentamos en la tribuna y cuando quisimos ver empezó a llegar gente, gente y gente, pero de Tacuarembó. Estábamos nosotros en una hilera y su padre estaba ansioso y le preguntaba a Danilo si iba a entrar y él le dijo: ‘Tranquilo que va a entrar’, terminó de hablar y justo el cambio. Estábamos cuidándonos para no tener problemas en la tribuna pero la felicidad era tanta que el ‘vamo arriba Ronald’ no podía faltar y ni que hablar cuando Rentistas hizo un gol”, recuerda Amalia entre risas.
“Tuvimos que aguantar las malas caras y no le gustó mucho a una señora que estaba allí, pero nosotros éramos más hinchas de Ronald que del cuadro. Cuando terminó el partido vino con una camiseta para regalarle a su abuela y ella estaba tan feliz que se la puso enseguida”, sentenció.
De ahí en más, la historia es un poco más conocida. De Rentistas a Boston River y de ahí a Barcelona. La selección, el rol de referente y la fe siempre como premisa. La fe de llegar lejos.