Diego Aguirre planificó el partido en medio de un mar de dudas debido a las bajas por lesión y los jugadores respondieron a la perfección en la cancha. La hinchada alentó sin parar en las tribunas del Estadio Campeón del Siglo y Peñarol tuvo una noche soñada de Copa Libertadores. Fue una noche perfecta.
El mirasol tumbó a Atlético Mineiro —uno de los grandes candidatos al título de campeón— y no solo le sacó el invicto, sino que además, sumó un triunfo de oro para acomodarse muy bien en el segundo lugar del Grupo G y quedar a un paso de la clasificación a los octavos de final, algo que no logra desde 2011, cuando la Fiera dirigía al aurinegro.
Y el entrenador de 58 años parece estar predestinado a estas cosas porque va camino a cortar una racha de 13 años sin que el carbonero supere la fase de grupos del certamen continental.
Pero nada parece ser casualidad. El partido de anoche,Diego Aguirre lo pensó, lo maquinó, lo planificó —con escaso tiempo dada la doble actividad y pocos recursos debido a las bajas por lesión— y lo ejecutó de una manera tal que todos los jugadores —conscientes de sus limitaciones y de lo que eran capaces de dar— entendieron el mensaje y lo dejaron plasmado en el campo de juego.
Desde el primer minuto, la imagen de Peñarol no fue la del equipo intenso y dueño de la pelota del Torneo Apertura sino que todo lo contrario. El carbonero le cedió campo y pelota a Atlético Mineiro pero —sabiendo lo que había ocurrido en Belo Horizonte— tomó recaudos.
Dos líneas de cuatro juntas, replegadas, compactas y esperando a dar el golpe en velocidad. Así planteó el partido un Peñarol que se le cerró muy bien a Mineiro durante todo el partido y que en la primera parte desperdició cuatro chances claras de gol sobre el arco rival.
Para peor, se lesionó Leonardo Sequeira a los 45’ y no salió a jugar el segundo tiempo y a pesar de haber fallado un gol increíble, fue importante. Y había más: Gastón Ramírez tuvo que ser sustituido a los 56’ tras un tremendo desgaste físico. Terminó fundido, pero mientras jugó, lo hizo en gran nivel.
A los 60’, el partido parecía hacerse eterno para el mirasol, que empezaba a sufrir mientras su rival —sin tener profundidad— manejaba la pelota de un lado a otro.
Peñarol ya no era el de respuestas a velocidad de la primera parte, pero de pelota quieta abrió el partido y pegó en seis minutos. A los 69’, un tiro libre de Leonardo Fernández reventó el horizontal y en el rebote Lucas Hernández la mandó a guardar. A los 75’, se repitió la receta: tiro libre del 8, atajada de Everson y gol de Maximiliano Silvera, que llegó a cinco en la Copa Libertadores.
Golpe de nocaut para un Mineiro que tuvo un 78% de posesión frente a un tímido 22% del carbonero, pero que no inquietó nunca el arco de Washington Aguerre.
Diego Aguirre diseñó el plan perfecto para una noche tan soñada como esperada de Copa Libertadores. Peñarol necesitaba un triunfo así —sus hinchas también— y lo consiguió ante un candidato al título para quedar a un punto de clasificar a los octavos de final y hacer delirar a todo el Estadio Campeón del Siglo.
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