Año 2007. Sábado por la tarde. Estadio Gran Parque Central. Gerardo Pelusso en la tribuna. Los chicos de la generación 90 de Nacional le daban un paseo a los de Danubio. Gustavo Bueno, el entrenador de la Quinta División, gozaba sentado de aquel espectáculo, donde Santiago García agujereaba redes en cada definición y un novato Mauricio Pereyra ya mostraba una chapa distinta al resto. Una de “jugador creativo”, diferente, en palabras de Pelusso.
Pasaron menos de tres meses y llegó el verano. Con él, la pretemporada de enero en San José. Allí estuvo Sebastián Coates (17 años), como “premio” a la representación de todo el grupo, porque no daban los cupos para llevarlos a todos.
Poco tiempo después, exactamente en julio de 2008, el Morro debutó oficialmente al entrar por Diego Vera (lesionado) y convirtió el gol ganador en la final de la Liguilla contra Defensor. Y meses más tarde lo siguieron todos sus compañeros, entre los que estaba Mauricio. “Era la generación de Coates, Facundo Píriz, el Morro, (Maximiliano) Calzada, Mathías Abero, Nicola Pérez -que debutaron todos en Primera con nosotros-, y Mauricio, que ya era un jugador distinto, un pensador, diferente a todos ellos. Debutó en el 2009”.
Eduardo Acevedo, el otro testigo del crecimiento ascendente de aquel chiquilín, lo recuerda como si hoy mismo lo viera jugando: “Es inteligente, cerebral, te puede filtrar pelotas, te piensa el partido, te marca los tiempos. Es un jugador completo. Es clave en lo que quiere Nacional. Te va a agregar la pausa y la dinámica en el momento que tengas que hacerla”.
Después de Nacional, Pereyra se fue a Lanús, estuvo seis años en Krasnodar de Rusia y cinco en Orlando City de Estados Unidos. Pelusso no lo volvió a ver, pero alguna vez se cruzó a su padre y le reconoció que valoraba la hoja de ruta que había tomado su hijo. “A donde va, se queda cuatro o cinco años. Es un jugador estable, de perfil bajo. Tal vez nunca vino a la selección porque no se hace notar. Pero esta es una muy buena noticia para la gente de Nacional. Es el regalo de fin de año”.
Dueño de un palco en el Gran Parque Central, Mauricio Pereyra ya tenía claro que más temprano que tarde volvería al club de sus amores a revivir sus inicios. Sin vueltas, le transmitió hace algunos meses a su representante Ricardo Canals que su intención era regresar a Uruguay y el diálogo con Nacional fluyó como pez en el agua.
Creador y hábil para enhebrar al mediocampo con la delantera, está ilusionado por volver a vestir de blanco, aunque todavía no sabe que número llevará: “Fueron claves para mi regreso el deseo del entrenador, del club y el personal. Quería volver a Nacional vigente para poder devolverle todo lo que me dio”.
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